El efecto Matilda y la esposa de Einstein

Albert Einstein es uno de los personajes más citados y también al que más se le han atribuido cosas que no dijo.También es el peor interpretado de los científicos notables. De hecho, su teoría de la relatividad es constantemente utilizada para avalar hechos sociológicos que nada tienen que ver con su concepción original, relacionada al tiempo y el espacio y no con las conductas de los hombres.

Su nombre se ha convertido en sinónimo de genio y a todos ha cautivado con su melena blanca despeinada y su aspecto de abuelo excéntrico y bonachón -que manipulaba con maestría ante los medios, encargados de elevarlo a las alturas de ídolo intocable, aunque no todas sus conductas hayan sido intachables …

También de él se dijo que era un alumno mediocre y mal matemático, cosa que no es cierta ya que si se analizan sus calificaciones en la Escuela Politécnica Federal de Zurich se verá que estaban entre las mejores del curso, seguidas de cerca por la única alumna mujer de su promoción, Mileva Marić, quien se convertiría (no sin sufrir una situación conflictiva) en su primera esposa.

Esta joven brillante había nacido en la actual Serbia que entones pertenecería al Imperio austrohúngaro. Desde muy joven se destacó por su inteligencia e interés por la música y las ciencias. Por sus calificaciones excepcionales fue admitida en la Universidad de Zagreb donde conoció a otra de las mentes más brillantes del siglo XX, Nikola Tesla.

En 1896 ingresó al Politécnico de Zurich donde, como ya dijimos, fue compañera de curso de Einstein. También estudió en Heidelberg con el profesor Philipp Lenard quien también sería laureado con el Premio Nobel por sus estudios sobre rayos catódicos. Con los años Lenard se convirtió en un ferviente opositor a las teorías del marido de Mileva.

Philipp Lenard y Johannes Stark –otro físico alemán ganador de un Nobel – fueron los impulsores de la llamada “física aria”, que se oponía al “fraude judío” de la teoría de la relatividad. En más de una oportunidad durante los congresos a los que concurría Einstein, lo interrumpían y abucheaban durante sus conferencias.

Mileva Marić, esposa de Einstein

Volviendo a Mileva, cuando ella retornó a  Zurich comenzó un romance con Einstein, que pasó de las discusiones sobre física al contacto físico… En 1901, Mileva descubrió que estaba embarazada. Esta situación escandalosa para la época le impidió doctorarse. Viajó a la casa de sus padres donde dio a luz a una niña. Einstein jamás conoció a su hija Lieserl y poco se sabe de ella. Algunas versiones sostienen que murió, otras que fue dada en adopción.

En 1903 la pareja se casó en Berna donde Einstein trabajaba en la oficina de patentes. Pronto nacería el primer hijo varón del matrimonio, Hans Albert. 

1905 fue el año más productivo de Einstein, el “año milagroso” en que presentó cuatro artículos que con el tiempo le harían ganar dos Premios Nobel y el prestigio de ser el hombre más inteligente de su tiempo.

Un 30 de abril de ese “annus mirabilis” Einstein publicaba su tesis doctoral llamada Una nueva determinación de las dimensiones moleculares  donde  describe su famosa formula E=MC2. En su texto describe como fuente bibliografía el tratado de física escrito casi dos siglos antes por Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, marquesa de Châtelety amante de Voltaire, donde se esboza dicha ecuación.

En esos días, cuando volvía del trabajo, solía sentarse a charlar con su esposa, una de las pocas personas que podía seguir el curso del pensamiento y las elucubraciones de Einstein. No resulta extraño pensar que de esas conversaciones surgieran ideas relacionadas con el efecto fotoeléctrico y se esbozasen conceptos relacionados con la teoría de la relatividad, mientras escuchaban música o él tocaba el violín .

¿Cuántos de sus descubrimientos fueron productos de su genio y cuántos inspirados por Mileva? Con la llegada del segundo niño en 1910 (Eduard), el matrimonio empezó a naufragar y Einstein comenzó una relación impropia con su prima, Elsa Löwenthal.

Cuando Mileva descubrió el engaño, Einstein le propuso una convivencia sin relación personal, en la que ella se comprometía a tener ordenada su ropa, preparar la comida, renunciar a toda relación personal y “no esperar ningún afecto de mi parte”. Mileva no aceptó el trato, abandonó el hogar con sus dos hijos y siete años más tarde, en 1919, firmaron el divorcio.

La cláusula fundamental de dicho convenio establecía que si Einstein ganaba el Premio Nobel, el dinero del galardón sería destinado íntegramente a Mileva. 

Cláusula muy curiosa que despertó la sospecha que la autoría de las teorías de Einstein no necesariamente eran fruto de su mente.

Einstein le dio a su esposa el dinero del Nobel

Tres años más tarde, en 1921, Einstein ganó el Nobel y la compensación económica fue a manos de Mileva, aunque su ex marido puso reparos para la entrega de lo convenido. Casi todo el dinero se destinó al tratamiento de la esquizofrenia de su hijo Eduard, cuyo cuidado recayó en Mileva. El esfuerzo de sobrellevar esta carga casi en soledad quebrantó su salud y finalmente Mileva murió en 1948.

En la correspondencia entre Einstein y Marić que salió a la luz en los ochenta se destacan frases como “nuestro trabajo”, “nuestro punto de vista” y “nuestra teoría del movimiento relativo”, abonando la teoría de un trabajo en conjunto. Si bien estas pruebas no son concluyentes, es muy probable que Mileva lo haya asistido con su teoría fotoeléctrica porque era más cercano a lo que ella había estudiado con Lenard en Heidelberg. Su participación en el desarrollo de la teoría general de la relatividad, pudo ser menor o inexistente porque dicha teoría fue publicada en 1915 cuando ya el vínculo marital se había disuelto.

Estamos ante un típico caso del llamado “efecto Matilda”, el prejuicio de desconocer el logro de las mujeres científicas, así llamado por la descripción que hiciera de este fenómeno la sufragista estadounidense Matilda Joslyn Gage (1826-1898).

Mientras Marie Curie (1867-1934) tuvo la suerte de ser apoyada por su marido Pierre, y con su auspicio acceder al Nobel, no fue el caso de Marić, ni la marquesa du Châtelet (1706-1749), ni Rosalind Franklin (1920-1958), ni Lisa Meitner (1878-1968), ni Nettie Stevens (1861-1912) y tantas otras mujeres desplazadas a un lugar secundario en la historia de la ciencia.

La próxima vez que escuche una cita de Einstein, dude de su origen y recuerde que aun los genios comenten injusticias, manipulan y engañan como el más tonto de sus congéneres.

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