Rosalind había nacido en 1920 en el seno de una familia de ascendencia judía. El tío de su padre, el vizconde Herbert Louis Samue, fue el primer ministro de un gabinete británico en asumir su puesto como judío practicante. Su tía Helen fue una de las primeras sufragistas en Gran Bretaña.
Los padres de Rosalind fueron activos colaboradores en el afincamiento en Inglaterra de judíos europeos perseguidos por los nazis. Hasta adoptaron a dos niños que criaron como miembros de la familia.
Rosalinda se educó en los mejores colegios de Inglaterra y, según su tía, era “alarmantemente inteligente” (“alarmingly clever”).
A los 11 años ingresó al St. Paul’s Girls School, el único colegio para señoritas donde se enseñaba física y química. Fue la mejor de su clase y gracias a su aplicación logró una beca para la universidad, que Rosalind cedió a un joven refugiado de aquellos que sus padres protegían.
Comenzó a trabajar en el laboratorio de Cambridge donde se interesó en la espectroscopia. En su último año en la facultad, Rosalind conoció a Adriennne Weil, una refugiada francesa que había estudiado con Marie Curie. Weil tuvo una marcada influencia en la vida de Rosalind.
Una vez graduada, Rosalind comenzó a colaborar con Ronald George Wreyford Norrish, un químico premiado con un Nobel. Su tesis versó sobre las distintas clasificaciones del carbono, con especial interés en el uso para máscaras de gas.
Watson y Crick, durante su estudio del ADN, requirieron estudios de cristalografía para determinar su estructura. La forma de determinar la estructura química de un compuesto era someterla a Rayos X. Estos rayos se difractaban e impriman una imagen en una placa fotográfica. Esta imagen podía revelar la estructura química de la sustancia en cuestión. A fin de estudiar la estructura del ADN (en una carrera con Linus Pauling que también estudiaba al ácido nucleicos), visitaron a Rosalind Franklin y Maurice Wilkes quienes trabajaban en el King’s College de Cambridge. Franklin, si bien era amable, era muy estricta con su trabajo y no todos simpatizaban con Rosie o Ros (como la llamaban a sus espaldas ya que a ella no le gustaba que la llamasen así).
Relaciones aparte, las fotografías con Rayos X tomadas por un colaborador de Franklin, Raymond Gosling, comenzaron a dilucidar como se componía el ADN. La llamada “Foto 51” esbozaba la estructura en doble hélix propia del ácido nucleico.
Watson confesó que al ver la foto “mi pulso comenzó a acelerarse”. Necesitaban más fotos como esa para dilucidar la arquitectura molecular y a lo largo de un mes Rosalind trabajó para lograr un mejor enfoque y más precisión en la imagen.
Mientras Watson y Crick trabajaban con estos datos, Rosalind se trasladó a la Universidad de Londres para hacer su análisis cristalográfico con la estructura de los virus. Lamentablemente murió de cáncer de ovario en 1958 a los 37 años. Muy probablemente las radiaciones de Rayos X con las que trabajaba, no hayan sido ajenas a esta atipia.
Cuatro años más tarde, Watson, Crick y Wilkes ganaron el Premio Nobel por sus estudios del ADN. Durante la entrega, no se hizo mención de su trabajo, pero Watson confesó en sus memorias que, de haber vivido, Rosalind Franklin debería haber estado en la nominación. Pero entonces no se acostumbraba otorgar premios Nobeles en forma póstuma y Rosalind no fue una excepción.
Tampoco recibió el que le fue otorgado a su equipo de trabajo del Hospital de Londres que le fue concedido a Aaron Klug en 1982.
¿Fue una víctima del sexismo propio de las casa de estudio y laboratorios en la primera mitad del siglo XX? Ella misma habla de sexismo en una carta que les escribió a sus padres en 1938.
Rosalinda nunca formó pareja y solo se le conocieron dos amistades con las que se supone no llegó a intimar.
Desde 1962 ha crecido la aceptación del rol protagónico de Rosalind Franklin en el descubrimiento de la estructura doble helicoidal del ADN, el secreto de la multiplicación de los seres vivos. Docenas de institutos y laboratorios a lo largo del mundo reconocen los méritos de esta heroína olvidada, la mujer detrás del ADN.
¿Cuántos más descubrimientos le hubiese regalado a la ciencia de haber vivido 20 – 30 años más?