Hay pocos artistas plásticos que hayan generado tantos debates sobre la naturaleza de su enfermedad como Vincent Van Gogh. Obviamente, su vida trágica, sus reacciones bizarras, su triste final y sobre todo la relación con su hermano Theo (rescatada por la esposa de éste, Johanna Bonger) fueron condimentos especiales para construir el halo de misterio y genialidad alrededor del creador, más allá de sus indiscutibles méritos.
Si la obra de Vincent hubiese sido pintada por un aburguesado artista que la creó en la paz de un hogar armónico, lejos de miserias y marginalidad, muy probablemente no hubiese trascendido con el entusiasmo que ha generado una vida de privaciones, excesos y locuras como la de Vincent.
Y si de locuras hablamos: ¿qué mal aquejó a Van Gogh?
No menos de 150 médicos han opinados sobre los trastornos psiquiátricos del pintor que pasan por enfermedades mentales, intoxicaciones, alcoholismo, sífilis (ningún artículo sobre un artista decimonónico puede obviar la lúes), enfermedades hereditarias (como la porfiria) o, solamente, trastornos funcionales o psíquicos.
La hipótesis más repetida es que Van Gogh era epiléptico, al menos así lo dieron a entender los médicos que lo trataron (el Dr. Felix Rey y el Dr. Peyron mientras estuvo internado en Saint-Rémy-de-Provence) y, aunque no lo dejó consignado (quizás estaba ocupado copiando la obra de Vincent), el mismo Dr. Gachet, ya que el artista lo retrató con una planta de digitalis purpúrea, la misma indicación que le había recetado Rey.
La digitalina es una sustancia que actúa como estabilizador de membrana, entonces se la daba para la epilepsia, pero generalmente se usa en las afecciones cardiacas. El problema con esta droga es que la diferencia entre la dosis terapéutica y las concentraciones tóxicas es muy pequeña y el primer síntoma de intoxicación es la xantopsia o visión amarilla. ¿Acaso Van Gogh tenía esta predilección por el amarillo que se ve en obras como Los Girasoles debido a la ingesta de digitalina?
Pues hoy se sabe que hubo otra sustancia que tuvo influencia sobre el artista: la absenta (llamada “bruja verde”), que también produce xantopsia. Esta bebida fue muy popular entre los artistas de la bohemia francesa. Se calcula que solamente en Francia se consumían casi 200 millones de libros de absenta. Creadores como Toulouse-Lautrec, Degas, Gauguin, Monet, Wilde, Baudelaire, Rimbaud consumían esta sustancia como fuente de inspiración. Vincent conoció a muchos de ellos y compartió este gusto, probablemente responsable de su hiperexcitabilidad, alucinaciones y crisis epileptoides.
Los estudios de doctores como Motet, Marce’s y Magnan asistieron a que esta sustancia fuese prohibida por sus efectos colaterales, mientras que otros opinaban que la fuerte competencia con la poderosa industria vitivinícola fue la responsable de la prohibición en 1906, primero en Suiza y después en distintos países europeos y de América. En Francia se la prohibió en 1915, pero recién se volvió a permitir su venta en el año 2011 cuando varios estudios mostraron que la nueva destilación de este licor disminuye los efectos colaterales que se le atribuían un siglo atrás.
Muchos pintores retrataron a distintos individuos ingiriendo absenta. Así lo hizo Manet en 1859, en un cuadro que fue rechazado por la Academia por su “realismo vulgar”. A pesar de las críticas, el tema fue reproducido por otros artistas como Raffaelli, Degas, Toulouse Lautrec, Picasso y otros.
Cuando se prohibió el uso de la absenta no se conocía su mecanismo de acción que consiste en bloquear los receptores del GABAA. Al no contar con este mecanismo de control, las neuronas se continúan excitando y facilitan la aparición de convulsiones. La tujona es el mayor componente activo de esta sustancia que tiene una estructura similar al tetrahidrocannabinol, uno de los componentes activos de la marihuana, aunque no activen los mismos receptores (los cannabinoides son anticonvulsivantes).
La absenta es conocida desde el tiempo de los griegos. Su nombre deriva del latín absinthium, que a su vez proviene del griego αψινθιον (apsinthion), y que se puede traducir como ‘no-bebible’, pero los ingleses lo llamaban wormwood que significa “preservador del pensamiento”. El extracto de Artemisia absinthium ha sido utilizado en distintas medicinas folklóricas como un curalotodo. Hoy se lo usa como antipirético, vermífugo, antimalárico y en la acupuntura.
Volviendo a Vincent, otra hipótesis sobre el desequilibrio que sufrió estando en Arles podría deberse a un cuadro de porfiria aguda desencadenada por la excesiva ingesta de alcohol y absenta, sustancias en las que buscaba una fuente de inspiración.
La porfiria aguda se hereda en forma autosómica dominante con una prevalencia de una cada doscientas mil personas. La afección se caracteriza por dolores abdominales recurrentes, alteraciones neurológicas y la eliminación de porfobilinógeno por orina que le confiere un color rosado por particular. A esta enfermedad se la llama “el pequeño imitador” porque el paciente alterna periodos de enfermedad activa con largos momentos de tranquilidad que dificultan el diagnóstico.
A todo esto, Vincent solo comía pan, bebía café y tomaba alcohol y absenta, además de ingerir aguarrás y llevarse a la boca los pinceles (otra fuente de intoxicación debido a el óxido de plomo).
En definitiva, no está claro el origen de sus desórdenes psiquiátricos (que incluyen esquizofrenia y crisis maníaco depresiva, además de la ya mencionada epilepsia), ni si esos alucinantes amarillos que invaden su obra se deben a una intoxicación por medicamentos u otras sustancias.
El debate continua, las hipótesis se barajan y todos tratan de explicar el genio de este hombre taciturno, con tendencias a la automutilación, que pasó por un mundo de privaciones para llevarnos una inmensa obra, que Vincent definió en pocas palabras
“Puse mi corazón y mi alma en mi trabajo …y he perdido mi mente en el proceso”