Su nombre de soltera era Gerty Theresa Radnitz, pero como recibió el Nobel junto a su marido, quedó como Gerty Cori para la historia de las ciencias.
Ella y su marido Carl cambiaron la concepción de la biología al introducir el estudio de la química molecular como un vínculo estrecho con el funcionamiento celular.
Gerty había nacido en el seno de una familia judía en Praga, casi coetánea de Franz Kafka. Era entonces Praga una ciudad cosmopolita, real y fantástica, oscura y diáfana, libre y, a su vez, una prisión… Kafka decía que “Praga nunca te deja ir… tiene unas garras afiladas que no te sueltan”.
Al igual que el escritor, Gerty y sus amigas frecuentaban los cafés donde se reunían a charlar, discutir, filosofar o solo pasar el tiempo. “El Unicornio Dorado”, “El Louvre” o “El Savoy” eran frecuentados por personajes como Albert Einstein, el dramaturgo checo Karel Čapek, el poeta austriaco Rainer Maria Rilke o el político Václau Havel.
Nadie notaba entonces a esta joven tímida, pero resulta que por influencia de su tío, un conocido pediatra de la ciudad, había decidido estudiar medicina.
El examen de ingreso de la Universidad de Viena era especialmente difícil para las mujeres porque en los liceos de señoritas no se dictaba ni latín, ni matemáticas, ni física, materias que Cori debió aprender por su cuenta. Pasó un año preparándose para lo que ella llamó “el examen más exigente de su carrera”, pero lo aprobó y en 1914, con 18 años, ingresó a la Facultad de Medicina.
Allí encontró a los dos amores que la acompañarían toda su vida: la bioquímica y a Carl Cori quien sería su marido, compañero de carrera, asistente de laboratorio y en la investigación. Lo conoció en el anfiteatro de anatomía, entre muertos que los médicos llamaban “preparados” y un hiriente olor a formol. No era precisamente un lugar muy romántico, pero allí nació un vínculo que los convirtió en inseparables. No solo compartían el estudio sino largas caminataspor las montañas vecinas y el ski en invierno.
Se casaron cuando se recibieron. Él tenía 22 y ella 24 años.
La década del 20 fue conflictiva en una Europa que se recuperaba de la guerra. Al ritmo del charlestón y el tango se generaba una nueva contienda marcada por el racismo.
Aunque Gerty se había convertido al catolicismo para casarse con Carl, aun pesaban sobre ella su ascendencia judía.
En 1922 abandonaron Checoslovaquia por la seguridad de los Estados Unidos donde Carl había conseguido un empleo en el State Institute de Buffalo, NYC, para estudiar enfermedades malignas. Carl le consiguió a su esposa un puesto como patóloga asistente. Sus honorarios eran solo el 10% de lo que ganaba su marido.
Después de 3 años de trabajar en distintos campos, comenzaron a investigar juntos el metabolismo de los carbohidratos, la fuente de energía de las células, que entonces era una incógnita. En 1936 descubrieron la glucosa-1-fosfato, un derivado del azúcar que se acumula en los músculos. El matrimonio pudo demostrar que el glucógeno acumulado en el músculo se degradaba en ácido láctico y éste, al ser transportado al hígado por el torrente sanguíneo, se convertía, una vez más, en glucosa que vuelve al músculo y así reinicia un ciclo que pasó a llamarse como el matrimonio: el ciclo de Cori.
Este descubrimiento lanzó al estrellato a la pareja, especialmente a Gerty quien se convirtió en investigadora de la Universidad de Saint Louise y dos años más tarde, en 1940, en profesora asociada. Cuando en 1947 la Academia Sueca les otorgó el Premio Nobel por sus investigaciones en el metabolismo de la glucosa, recién entonces la universidad la reconoció como profesora titular, aunque tuviese en su haber más de 60 trabajos publicados. El reconocimiento llegó, aunque desgraciadamente tarde porque ese año le fue diagnosticado un mieloblastoma (una afección de la médula ósea) que la llevó a la muerte por insuficiencia hepática en 1957.
Vale acotar que en ese mismo año, también le fue otorgado el Nobel a Bernardo Houssay, el segundo argentino en recibir este galardón y el primer médico en merecerlo, ya que el metabolismo del azúcar y su relación con la insulina fue el objeto de sus estudios.
Los Cori no fueron la primera pareja en recibir un Nobel, Pierre y Marie Curie los precedieron en dicho honor.
Por más que el trabajo sobre metabolismo de los hidratos de carbono fue conjunto, los reconocimientos a los cónyuges no fueron parejos. Gerty fue elegida por la Academia de Ciencia recién ocho años después que su marido. Carl fue el único nominado al Albert Lasker Award, al igual que a la Willard Gibbs Medal, que no reconoció a su esposa.
En cambio, Gerty recibió la medalla Garvan-Olin en 1948, concedida a las mujeres por sus trabajos en bioquímica.
Después de la muerte de Gerty, Carl se casó con Anne Fitzgerald Jones y continuó los estudios iniciados con su esposa en la Universidad de Harvard hasta la década del 80, cuando ya no pudo continuar asistiendo por problemas de salud.
Gerty Cori luchó contra la adversidad, el racismo y la discriminación, sobrellevó las diferencias con altura y gracias a su ejemplo y perseverancia es que hoy las mujeres gozan de una equidad que, si bien no es ideal, es cada día más justa.
Gerty Cori nos dejó sus estudios, su ejemplo, su abnegación y una frase que asiste a entender el avance de la ciencia como el “corrimiento del velo sobre los secretos de la naturaleza cuando después de la oscuridad y el caos aparece la clara y hermosa luz de un patrón que nos servirá de modelo”. Esa es la tarea del científico, correr los límites de la ignorancia.