Fue la batalla más sangrienta del Pacífico. Ese islote de piedras y azufre era indispensable para que los B-29 pudiesen bombardear Tokio. En realidad, estas fortalezas volantes tenían autonomía de vuelo, pero necesitaban ser escoltadas por aviones de caza que no tenían dicho alcance. Cómo los japoneses habían colocado en Iwo Jima un radar que activaba las defensas antiaéreas en caso de un ataque, la caída de la isla era imprescindible para terminar la guerra. Y a eso se abocaron el mes de febrero del 45….
En esta isla de 900 metros de ancho por 4 km de largo, de poco más de 20 km2, con una geografía intrincada de cerros y barrancos con emanaciones pestilentes de azufre, los japoneses, comandados por el general Tadamichi Kuribayashi (1891-1945), dispusieron 21.000 soldados en túneles que literalmente llegaban a los lugares más remotos. A través de estos túneles los japoneses se aseguraban poder atacar por sorpresa al invasor y volver a sus refugios antes que los americanos se percatarsen de dónde habían salido.
Los americanos sabían que la resistencia sería encarnizada, pero estimaban que podrían tomar la isla en 15 días. A tal fin dispusieron de más de cien mil hombres para el ataque que, al final, duró más de 5 semanas, las más sangrientas de la guerra en el Pacífico.
El 19 de febrero por la mañana comenzó el desembarco y al cabo de 4 días de dura batalla los americanos habían conquistado la mitad de la isla. Fue entonces que decidieron plantar bandera en la parte más alta de Iwo Jima, el monte Suribachi. A eso se dedicaron los marines de la compañía E del segundo batallón. El secretario de Marina decidió visitar la isla, darle unas palmaditas a los soldados y sacarse unas fotos para difundir por el mundo. El esfuerzo publicitario es una aparte estratégica de la guerra. Para la mayor parte de los norteamericanos esas fotos implicaban que la isla estaba tomada y la batalla concluida. Faltaba aún un mes para la capitulación y el suicidio ritual del general Kuribayashi cuando todo estuvo perdido, pero mientras se izaba la bandera de franjas y estrellas, aún no sabían que falta tanto tiempo y tendrían tantos muertos…
Acompañando al secretario iban varios fotógrafos, entre ellos Joe Rosenthal, quien no pudo estar presente durante el izamiento de la bandera porque se cayó al agua.
Cuando Rosenthal pudo hacer pie en la isla, la bandera ya había sido izada y pensó que su tarea había concluido, pero el secretario de Marina decidió que sería muy lindo llevarse la bandera que se acababa de izar como souvenir… y que pusiesen otra en su lugar. “Yes, sir. Yes, sir!”, y a cumplir la orden. Cuando Rosenthal llegó a la cima se encontró con seis soldados subiendo el asta con el nuevo pabellón. Casi sin mirar, Rosenthal empezó a sacar fotos. Una vez que estuvo en el lugar, pidió a varios de los presentes posar para él. Resulta que las fotos donde se podían ver los rostros de los combatientes tenían más valor porque la gente en USA podía reconocer al soldado y entonces una familia, un pueblo o una comunidad tendrían un testimonio, un recuerdo de ese ser querido. Y, sin embargo, la foto que se volvió icónica de la toma de Iwo Jima, la imagen que dio vueltas al mundo y se convirtió en un símbolo de la victoria y el poderío americano, fue una foto que Rosenthal estuvo a punto de desechar … y, sin embargo fue la que le valió el Premio Pulitzer.
De los 6 hombres que participaron, tres murieron en los combates que continuaron en la isla. Los supérstites fueron René Gagnon, Ira Hayes y John Bradley (aunque más tarde se supo que no había estado en ese momento).
La foto inspiró al escultor Felix de Weldon (quien en el momento que se levantaba la bandera estaba en servicio en la Armada) Su obra pesó 20 toneladas, se inició en 1951 y le llevó tres años completarla y fue emplazada el 10 de noviembre de 1954, durante la presidencia de Eisenhower, para conmemorar el 1179 aniversario de los infantes de Marina.
Los 850.000 dólares que costó fueron donados por amigos del cuerpo de Marina. No se usaron fondos estatales.
Por decreto del presidente John Kennedy –quien también peleó en el Pacífico–, la bandera debe ondear las 24 horas, todos los días del año. Uno de los pocos lugares donde la enseña jamás es arriada.
Copias de la obra se encuentran en distintas partes de Estados Unidos.
A sus pies está escriba una frase del almirante Chester Nimitz:
“Un valor poco común fue la virtud más común”.