Los sonidos del silencio

Sordos célebres

La hipoacusia discapacita a 360 millones de personas en el mundo y probablemente ocasione problemas de convivencia a casi mil millones de individuos. Sin embargo, esta discapacidad pasa desapercibida para sus congéneres que tienden a minimizar las dificultades de aquellos que la padecen, ignorar sus dramas o sencillamente burlarse de ellos.

Cuando evocamos a personajes hipoacúsicos, inmediatamente nos viene a la cabeza la imagen de Ludwig van Beethoven, sin recordar a otros compositores, como Smetana y Faure, que también sufrieron las consecuencias de esta limitación auditiva.

Se tiende a pensar que los músicos son los artistas que más sufren a causa de la hipoacusia, pero ellos se valen de artilugios para superar esta discapacidad. Beethoven sostenía entre sus dientes una varilla de madera que apoyaba sobre el piano para facilitar la trasmisión ósea del sonido. Aún así, fue eliminando de sus obras los sonidos que no escuchaba. Consecuencia de esto es que en sus partituras menguaron los registros más agudos. En todo caso, la hipoacusia no era un límite sino un desafío, como lo fue en varios de los personajes que vamos a recordar en este artículo.

En el caso del pintor Goya, retratista oficial de la corte y de la alta sociedad española, la sordera (¿secundaria a una intoxicación con plomo?) lo empujó hacia una vida más retraída que le permitió una perspectiva más profunda de la naturaleza humana y también cierta brusquedad en el trato diario con sus congéneres. De esta forma, parecía descargar en los demás el peso de su desgracia. Este cambio impresionó a Manuel Godoy, el primer ministro y amante de la reina, quien tomó conciencia de la enfermedad y sus limitaciones. En 1802, Godoy abrió el primer colegio especializado en sordomudos de Madrid.

Es notable que dos de los inventores más destacados del siglo XIX-XX hayan sido hipoacúsicos y que sus inventos tuviesen como objetivo facilitar la audición. Tal es el caso del fonógrafo de Thomas Alva Edison y del teléfono de Alexander Graham Bell, quien también fundó una escuela para sordos en la ciudad de Boston.

Thomas Alva Edison y el fonógrafo, y Graham Bell haciendo la primera llamada telefónica entre Chicago y Nueva York, en 1892

El presidente Lincoln aprobó la fundación de la Universidad de Gallaudet para hipoacúsicos, siguiendo la tradición docente que se inició en el siglo XVI con Girolamo Cardano. Este desarrolló un código de señas, perfeccionado y difundido un siglo más tarde por Juan Pablo Bonet (1597-1633) en España, por Ferdinand Berthier en Francia y George Veditz en Estados Unidos.

Todas estas iniciativas contaron con el apoyo de autoridades como el presidente James A. Garfield en Norteamérica, quien antes de ser asesinado había visitado la Universidad Gallaudet, y la princesa Alice de Battenberg, hija de la reina Victoria, quien desde niña debió lidiar con sus dificultades auditivas. Este esfuerzo para asistir a la integración de los hipoacúsicos culminó con la organización de los primeros juegos olímpicos para sordos con sede en París. En ellos participaron 6 países y 145 deportistas.

A pesar de esta concientización, el Gobierno de Hitler dictó una ley sobre la prevención de la transmisión de enfermedades hereditarias que llevó a la esterilización de, por lo menos, 17 mil individuos que padecían hipoacusia.

De nada había servido el ejemplo de Helen Keller, la famosa docente americana ciega y sorda de nacimiento, que consiguió superar sus limitaciones y aprendió a hablar y a leer en braille. Se recibió de doctora en lenguas en la Universidad de Radcliffe en 1904 y hasta recibió un premio Oscar por un documental sobre su vida.

Lou Ferrigno, el campeón mundial del fisicoculturismo, famoso por haber personificado al Increíble Hulk, confiesa que el hecho de haber sido dejado de lado por sus compañeros debido a sus limitaciones auditivas le permitió concentrarse en su carrera fisicoculturistas: “Creo que mi pérdida auditiva ayudó a crear una determinación dentro de mí para ser todo lo que pude y también me dio cierta fuerza de carácter”.

Trauma acústico

Otros personajes célebres como Whoopi Goldberg, el cantante de AC/DC, Brian Johnson, Ozzy Osbourne, Bono, Sting y Brian Wilson de los Beach Boys reconocieron haber perdido la audición por pasar años sometidos al alto volumen de sus recitales y conciertos. Ellos son celebridades, pero millones de individuos que asistieron a estas funciones también fueron sometidos al mismo trauma acústico. Es importante concientizar a las personas sobre los peligros de escuchar música con volúmenes mayores a los 60 dB. A pesar de estar reglamentado, se insiste en escuchar música a todo volar en recitales y fiestas. ¿Cuándo vamos a aprender?

Política y sordera

Probablemente más del 20% de los políticos o los dirigentes sufren algún tipo de limitación auditiva que puede llevarlos a situación complejas cuando no tragicómicas.

Entre los emperadores romanos, se destacaron por su hipoacusia Claudio, el anciano patricio que sucedió a su sobrino Calígula, imponiendo cierta cordura en el desquiciado gobierno del Imperio. También Adriano, aquel que construyó el muro que separa Escocia de Inglaterra para impedir las invasiones bárbaras era hipoacúsico. Constantemente se llevaba la mano al oído en un vano intento de escuchar a su interlocutor.

El primer sordo notable de nuestra historia nacional fue justamente el último virrey, Hidalgo de Cisneros, héroe de la Marina española cuya hipoacusia se debió a la ruptura de ambos tímpanos durante la batalla de Trafalgar, en la que por poco da su vida por el Imperio. A pesar de esta limitación, continuó sirviendo a la familia real y trató, en vano, de remediar los problemas de estos indisciplinados criollos que terminaron expulsando al Tapia Cisneros.

Al general Rondeau sus contemporáneos lo llamaban “el Sordo” por los disparos de cañones que arruinaron sus tímpanos durante el Motín de las Trenzas (1812). Sarmiento estaba tan sordo durante su presidencia que no se enteró del estallido de la bomba con la que los hermanos Francisco y Pedro Guerri habían intentado asesinarlo. Esta minusvalía auditiva preocupaba a sus pares cuando fue elegido senador. Al enterarse, Sarmiento los calmó (en realidad no sé si es la palabra justa) diciendo: “No vine a escucharlos, vino a que me escuchen a mí”, y así lo hicieron.

Sarmiento

El otro entretelón político notable en nuestra historia fue el incidente en la Cámara del Senado por la sospecha de cohecho sobre el ministro Luis Duggan y Federico Pinedo, que terminó con la muerte del senador Enzo Bordabehere, caído al proteger a su colega y amigo Lisandro de la Torre. En el debate que siguió a este penoso episodio, de la Torre se dirigió al ministro Pinedo tildándolo de “cogudo”, aludiendo al bocio que padecía. Pinedo, algo duro de oído, entendió que lo trataba de cornudo y, obviamente, no dejó pasar la oportunidad para exigir dejar a salvo su honor, retando a duelo a De la Torre, quien aceptó inmediatamente. El día del duelo, Pinedo erró el disparo y De la Torre disparó al aire.

Meses después se suicidaba por sus problemas económicos y un hastío existencial.

Hipoacusia y adversidad

No todos los hipoacúsicos son capaces de superar la adversidad y la discriminación que apareja, muchos optan por recluirse y alejarse del mundo con resentimiento. La sordera ajena nos lleva a tener una actitud poco contemplativa con quien la padece, porque no vemos signos invalidantes y la primera impresión es que no sufren por esa limitación o que la superan con unos audífonos que disimulan detrás de su oreja. No es tan simple; los audífonos, por más avanzados, no siempre pueden suplir las necesidades de los individuos y además amplifican ruidos y sonidos perturbadores de la calle y el medio ambiente. Usarlos no es una tarea cómoda y muchas veces es poco gratificante. De allí que es fundamental hacer cumplir la ley de los aros magnéticos que deben ser instalados en salas de espectáculos (ley 11266). Un aro magnético es un sistema de sonido que transforma la señal de audio que todos podemos oír en un campo magnético captado por los audífonos o los implantes cocleares dotados de posición “T”. Estos audífonos tienen una bobina que transforma ese campo magnético nuevamente en sonido dentro de la oreja del usuario, aislado de reverberaciones y ruido ambiente. El resultado es que el usuario recibe un sonido limpio, nítido, perfectamente inteligible y con un volumen adecuado.

Todos los lugares adaptados deben estar señalizados con la imagen azul de la oreja y la letra “T” para que el usuario sepa de su existencia y proceda a elegir la posición “T” de su audífono y comenzar a recibir la señal auditiva a través del aro.

Hagamos cumplir esta ley entre todos, porque las personas con dificultades auditivas la necesitan para integrarse a la sociedad. De no ser así, solo escucharán los sonidos del silencio.

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Esta nota fue publicada en Infobae

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