Es sabido que la estupidez humana y el mal gusto son dos instancias magníficas. ¿Por qué? Porque nada causa más asombro que las mismas. No tienen límite. Hace más de 5000 años que no cesan de sorprendernos con sus inconmensurables capacidades variopintas. Conmoción, indignación, escozor, ofuscación, virulencia y espanto, son apenas algunas de las emociones por ellas generadas. Son motoras substanciales, productoras inmanentes, movilizadoras connaturales, artífices ingénitas de profundas sensaciones estéticas y abstrusas reflexiones intelectuales. Inspiran, movilizan, transgreden, modifican; suscitan otredades, nuevas perspectivas, inusitadas percepciones y anómalos caminos a recorrer y conocer. Benditas sean la estupidez y el mal gusto, su grotesca extravagancia e idónea soflamación. Augusto sea el desconcierto, el desasosiego y el escarnio. Excelsas ambas y su calinosidad, su providencia divina de turbación, extrañeza y acometividad, gracias a las cuales no solo la sorpresa se materializa, sino que también el acercamiento a la otredad y, por ende, a la deconstrucción de las (pre)concepciones -esas siniestras suma de palabras hilvanadas tiempo atrás[1]…-, la desnaturalización de las biopolíticas, la resubjetivización de la somateca que somos como ENTidadEs vivas. – ¿Qué más elucidario que todo aquello que no comprendemos, que nos acucia a discurrir y a filosofar? ¿Qué mayor espacio para la lucubración que aquello que resulta ininteligible? ¿Qué mejor aprendizaje que aquel dimanado de la osadía de haberse depuesto de la propia zona de confort? “Lo que no mata engorda o te hace más fuerte”, dicen…-.
El historiador italiano Carlo Maria Cipolla[2] (1922 – 2000), a finales de la última década del siglo pasado, desarrolló un palabrerío acerca de esa “cualidad” que tienen algunos humanos al que denominó: “Teoría de la Estupidez”. Según él, los estúpidos forman un grupo de los cuatro que existen a nivel mundial, de los cuales los tres restantes son: los inteligentes, los desgraciados y los malvados -de haberla escrito hoy, serian: les inteligentes, les desgraciades, les malvades y les estúpides-. A través de un libelo titulado “Allegro ma non tropo”[3] fue como presentó su hipótesis, en la que establece, entre otras muchas cosas, que es enorme el grupo de estúpidos que existe. Así mismo deja patente que alguien lo es cuando causa daño a otra persona y no sólo no obtiene ningún tipo de beneficio, sino que además se provoca daño a él mismo. En cuanto al mal gusto ya de todo se ha escrito y queda mucho más aún por escribirse, (re)pensarse…
Pero ¿qué es más inducible: el “mal gusto” o la “estupidez”? Estúpido se nace y el tiempo lo cunde -y los medios de comunicación masiva y las redes sociales asisten magnánimamente en el proceso-. En cuanto al mal gusto, si bien también puede agudizarse con el paso de los días, no pareciera ser congénito. Ahora, sin sentido estético sí se nace; hay quienes no se conmueven ante lo sublime del “Éxtasis de Santa Teresa”[4] de Bernini[5] o la voz de María Calas[6] o el aroma de los ligustros y las rosas salvajes en el aire del delta argentino en primavera. Hay quienes, existiendo YouTube y maravillas como las performances del bailarín contemporáneo Marcelino Sambé[7], miran “Bailando por un sueldo”[8] o “Insulsos del estropajo”[9] … Sin capacidades estéticas se nace, pero el mal gusto no es hereditario, se somatopolitiza, se programa, se contagia, se viraliza… empero solo dentro de esas ENTidadES desubjetivizables, aquellas ausentes de impronta estética propia, genuina, singular. No obstante, es sujeto estético idiosincrásico puede encarnar al mal gusto. Las capacidades estéticas son intrínsecas, connaturales a subjetividades específicas, que como tales pueden divergir en cuanto a gustos y preferencias estilísticas, la cuestión es que tienen carácter, impronta, unicidad; producen obras relacionales[10].
Tanto el mal gusto como la estupidez son obras relacionales, encuentros: auráticos. Gestan. Además, ambos devienen anécdota, sensaciones estéticas traducidas a palabras, narrativas subjetivas que producen otras obras que repercuten en otras subjetividades, creando sensaciones estéticas, reflexiones, deconstrucciones conceptuales y actitudinales, expandiendo entendimientos y otredades posibles. “El gusto está hecho de mil repulsiones”, sostenía Paul Valéry[11]. “El mal gusto es creativo. Es el dominio de la biología sobre la inteligencia”, frase de Salvador Dalí[12], al igual que: “Es fácil reconocer si el hombre tiene gusto: la alfombra debe combinar con las cejas”. “También hay tonterías elegantes como hay tontos bien vestidos”, escribió Nicolas Chamfort[13]. “El mal gusto crea muchos más millonarios que el buen gusto”, manifestó Charles Bukowski[14] en una entrevista no mucho antes de su terrenal final. “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”, dijo Albert Einstein[15]. “La estupidez humana es la única cosa que nos da una idea del infinito”, escribió Ernest Renan[16], después de que Goethe[17] hubiera sido traducido en varios idiomas y su frase “Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano” fuera mundialmente conocida. Nadie es ajeno -por más esfuerzo que haga- a estas dos instancias, es imposible no ser atravesados por ellas y sus irrupciones tan significantemente creacionales y transformadoras. Gracias MAL GUSTO. Gracias ESTUPIDEZ. En nombre de la historia del hombre -la megalomanía, también es otra gran gestora de cambios substanciales dentro del devenir de la humanidad- agradezco ufanamente sus enjundiosas manifestaciones, sin las cuales tantos sucesos y maravillosos onanismos lingüísticos -como esta eyaculación de pretenciosas palabras tipeadas- hubieran existido.
[1] Y, vaya a saber cómo y por qué… Imposible saber quién era, siquiera… solo me reconozco en el hoy. El “ser”, no es más que una obra en proceso que solo concluye con la muerte. Obra, que, por más productor que de esa vida uno haya sido, la autoría termina correspondiéndole al “otro” (el vivo). Nunca es uno quien habla de esa obra que fue su existir (la conjugación del verbo “ser” lo dice todo: ese pasado, esa inexistencia del tiempo presente…). Uno produce la obra, pero es el otro quien habla de ella, porque es el otro el espectador, el observador de la obra conclusa. La obra es OBRA solo a partir del óbito del artista y del otro que, al hablar sobre ella, además de adverar su existencia, hace de su narrativa una obra otra. La obra es lo que se dice de ella y cada decir es una obra en sí misma. “Cogito ergo sum” (Pienso, luego existo), el planteamiento filosófico de René Descartes más repetido – “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, dicen que dijo Joseph Goebbels- en la historia -la ficción de “las ficciones”, el cuento que dice narrar aquello que “sucedió”-. A dónde quiero llegar con esa cita es a alguna explicación lógica -excusa- a mi postulado anterior: la vida como una obra en proceso que solo la muerte concluye, y que es solo el otro (todo lo que no es uno) el espectador de la obra conclusa (la OBRA), la cual deja constancia de su existir solo a partir de la palabra que otros produzcan sobre la misma. La obra ES lo que se diga de ella, es una interpretación vociferada que hace otra obra. La OBRA ES el eco del último suspiro, el resto es de otra autoría. “El Quijote” de Menard y “La muerte del autor”; Borges, Barthes. Somos una sumatoria de citas y preconceptos heredados, y biopolíticas naturalizadas: ficciones de plastilina con delirio de unicidad. Somos lo que vamos siendo hasta que dejamos de ser, pero en OBRA devenimos -ni bien ni sea por media centésima de segundo…-. Ahora, solo el Otro afirma que existimos.
[2] Carlo Maria Cipolla (1922 – 2000) fue un historiador económico italiano.
[3] “Allegro ma non troppo” (literalmente, “alegre pero no demasiado” o, en referencia a la música “no demasiado rápido”) es un libro que se integra por dos cortos ensayos acerca de economía y sociedad. El primer ensayo, titulado “El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media” y el segundo, “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, donde estudia el comportamiento, abundancia y el peligro que representan los individuos estúpidos. Afirma que este grupo de personas, distribuido homogéneamente en la sociedad, es más peligroso que cualquier otro y, además, causante de las desdichas pasadas y presentes que los seres humanos deben soportar.
[4] El “Éxtasis de Santa Teresa” es un grupo escultórico en mármol obra del escultor y pintor Gian Lorenzo Bernini, de estilo barroco. Fue realizada entre 1647 y 1652, por encargo del cardenal Cornaro, para ser colocada donde iría su tumba, en la Iglesia de Santa María de la Victoria (Santa Maria della Vittoria), en Roma, donde actualmente se encuentra, en la llamada Capilla Cornaro. El “Éxtasis de Santa Teresa” está considerada una de las obras maestras de la escultura del alto barroco romano. Retrata la imagen de Santa Teresa de Ávila durante el don místico de la transverberación que describe en su “Libro de la Vida”.
[5] Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 7 de diciembre de 1598-Roma, 28 de noviembre de 1680) fue un escultor, arquitecto y pintor italiano.
[6] Maria Anna Cecilia Sofia Kalogeropoúlou (Nueva York, Estados Unidos, 2 de diciembre de 1923 – París, Francia, 16 de septiembre de 1977), más conocida como Maria Callas, fue una soprano de ascendencia griega considerada la cantante de ópera más eminente del siglo XX.
[7] Marcelino Sambé (nacido el 29 de abril de 1994) es un bailarín de ballet portugués. Es el segundo bailarín negro en ser bailarín principal del Royal Ballet de Londres. https://www.youtube.com/watch?v=f1oh6nsLY2Y / https://www.youtube.com/watch?v=OLDGJ2bXBts
[8] Referencia sarcástica al programa televisivo “Bailando por un sueño” conducido por Marcelo Tinelli.
[9] Referencia sarcástica al programa televisivo “Intrusos en el espectáculo” conducido por Jorge Rial.
[10] La noción de “arte relacional” fue puesta en circulación por el curador francés Nicolas Bourriaud (París, 1965) a mediados de los años 90 del siglo XX, para referirse a la producción de diversos artistas jóvenes del circuito internacional de las artes visuales que focalizan sus trabajos en la esfera de las “relaciones humanas y su contexto social”. Las obras de “arte relacional” prestan especial atención a las interacciones que pueden generar en el público-espectador- participante, y dan lugar a prácticas artísticas “aparentemente inasibles, ya sean procesuales o comportamentales”, donde lo que prevalece es la experiencia de un encuentro, de una duración abierta “hacia un intercambio ilimitado
[11] Ambroise-Paul-Toussaint-Jules Valéry (Sète, 30 de octubre de 1871-París, 20 de julio de 1945) fue un escritor, poeta, ensayista y filósofo francés.
[12] Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, marqués de Dalí de Púbol (Figueras, 11 de mayo de 1904-Figueras, 23 de enero de 1989) fue un pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español del siglo XX. Se le considera uno de los máximos representantes del surrealismo.
[13] Sébastien-Roch Nicolas (Clermont-Ferrand, 6 de abril de 1741 – París, 13 de abril de 1794). Moralista francés, lúcido y escéptico, firmó sus escritos con el pseudónimo de Nicolas de Chamfort. Fue elegido miembro de la Academia francesa en 1782, y ocupó el sillón n.º 6.
[14] Heinrich Karl Bukowski (Andernach, Alemania, 16 de agosto de 1920 – San Pedro, Los Ángeles, 9 de marzo de 1994), conocido como (Henry) Charles Bukowski, fue un escritor de relatos, novelista y poeta estadounidense nacido en Alemania, representante del realismo sucio y considerado como un «poeta maldito», debido a su excesivo alcoholismo, pobreza y bohemia.
[15] Albert Einstein (Ulm, Imperio alemán; 14 de marzo de 1879-Princeton, Estados Unidos; 18 de abril de 1955) fue un físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo xx.
[16] Joseph Ernest Renan (Tréguier, Côtes–d’Armor, 27 de febrero de 1823-París, 2 de octubre de 1892), conocido simplemente como Ernest Renan, fue un escritor, filólogo, filósofo, arqueólogo e historiador francés.
[17] Johann Wolfgang von Goethe (Fráncfort del Meno, 28 de agosto de 1749-Weimar, 22 de marzo de 1832) fue un dramaturgo, novelista, poeta y naturalista alemán, contribuyente fundamental del Romanticismo, sobre el que ejerció una gran influencia. Fue uno de los precursores, y a la vez el principal exponente del movimiento Sturm und Drang.