La guerra corta

Zanzíbar es actualmente una región semiautónoma que forma parte de Tanzania y que comprende a las islas que están frente a la costa del país, en el océano Índico.

     En el siglo XIX existía el sultanato de Zanzíbar, que incluía en sus dominios la franja costera de Tanzania. Ese sultanato era soberano ya que había conseguido la independencia del sultanato de Omán en 1856, por eso la élite política que gobernaba Zanzíbar era árabe y musulmana. De hecho, actualmente el islam y la lengua árabe siguen presentes en Tanzania.

     Pero a fines del siglo XIX las potencias coloniales europeas invadieron el continente africano. En la Conferencia de Berlín (1884-1885), las potencias de Europa discutieron cómo se repartirían la gran torta que era el continente africano, que quedó toda para ellos con la excepción de Abisinia (actual Etiopía) y Liberia. La repartija resultó desfavorable para Italia y Alemania pero beneficiosa para Francia y el Reino Unido. Hubo continuas tensiones entre los países durante la colonización del continente, forzando fronteras artificiales que no tenían mucho que ver con las etnias que ya vivían allí, lo que generó grandes conflictos.

     Pero la autonomía del sultanato de Zanzíbar duró poco: luego de la mencionada Conferencia de Berlín, en 1890 Zanzíbar pasó a ser un protectorado británico (otro de tantos); el resto del territorio continental de Tanzania (Tanganica) se transformó en colonia del imperio alemán y pasó a llamarse “África Oriental alemana”.

     La gobernación del Reino Unido en Zanzíbar tuvo mucha oposición de la élite política local, debido a que la política británica era por entonces abolicionista de la esclavitud. Por entonces Zanzíbar era un punto estratégicamente importantísimo en el comercio de esclavos desde y hacia el Índico. La política abolicionista británica era rechazada también por los comerciantes de Zanzíbar, que habían hecho del tráfico de esclavos un gran negocio que además les proporcionaba mano de obra barata para sus  plantaciones.

    La mecha que encendió el conflicto bélico se prendió el 25 de agosto de 1896 con la muerte del sultán Hamad bin Thuwaini, que había gobernado alineado con los intereses británicos. Su muerte fue repentina e inesperada, sospechándose que fue envenenado por su primo Khalid bin Barghash (o Khalid ibn Barghash), quien tomó el poder luego de la muerte del sultán. Desafiando al poder colonial, Khalid bin Barghash ocupó el palacio real y asumió el cargo de sultán sin la aprobación británica. Los británicos preferían como gobernante a Hamoud bin Muhammed, mucho más dispuesto a colaborar con sus intereses que Khalid bin Barghash, así que el cuerpo diplomático británico pidió la retirada inmediata de Khalid, pero este se negó.   

Hamad bin Thuwaini

    El cónsul británico Basil Cave insistió en su pedido (bah, su orden) a Khalid bin Barghash para que abdicara, pero el nuevo sultán no lo hizo y llamó a las fuerzas partidarias y a los askaris (soldados indígenas africanos que sirvieron en ejércitos coloniales europeos) a defender el palacio de gobierno, lo que inmediatamente hicieron. Ante un más que previsible enfrentamiento, Khalid logró reunir unos tres mil hombres, varias piezas de artillería y el yate real armado Glasgow, anclado en el puerto. Sin embargo, su armamento era insuficiente y obsoleto.

     Por su parte, el cónsul Cave reunió un grupo de marines británicos, un contingente de hombres leales al gobierno anterior de Zanzíbar, otros askaris que se unieron a las fuerzas británicas y cinco buques de guerra (HMS Sparrow, HMS Racoon, HMS Thrush, HMS Philomei, HMS St.George) que fondearon en el puerto o apenas alejados en la costa. Cave había enviado un telegrama al Ministerio de Relaciones Exteriores británico solicitando autorización para atacar al sultán rebelde, a esta altura totalmente rodeado, y estaba a la espera de la respuesta.

     Antes de las 8 hs del 27 de agosto llega la autorización desde Londres para que el cónsul Cave decida el inicio del ataque para deponer a Khalid bin Barghash: “está autorizado a adoptar las medidas que considere necesarias y contará con el apoyo del Gobierno de Su Majestad en su acción. Sin embargo, no intente realizar ninguna acción que no esté seguro de poder llevar a cabo con éxito” (o sea: apostamos a ganador o estás al horno, Basil).

     Así que, ya muy seguro con el respaldo de Londres, Basil Cave le envía su ultimatum a Khalid: “No queremos abrir fuego, pero a menos que haga lo que le ordenamos, ciertamente lo haremos”. Khalid se niega nuevamente: “no tenemos ninguna intención de arriar nuestra bandera y no creemos que se atrevan a abrir fuego”, dice. Mala lectura de situación, Khalid. Mala lectura.

   Okey, como quieras, piensa Cave, y hace las cosas ordenadamente: primero ordena a todos los barcos mercantes amarrados en el puerto que leven anclas y luego le ordena a la población civil británica que abandone la ciudad.

     Llegados a ese punto, el pequeño archipiélago de Zanzíbar se convierte durante 38 minutos (minutos más, minutos menos) en el escenario de la así llamada “guerra anglo-zanzibariana”, una contienda tan desigual que ha sido definida como la “guerra más corta de la historia”.

  A las 9 hs, el contraalmirante Harry Rawson, a bordo del HMS St.George, ordena al HMS Racoon, al HSM Thrush y al HSM Sparrow abrir fuego contra el palacio, que es bombardeado y rápidamente queda envuelto en llamas. La diferencia de armamento es notable y la contienda (bah, ni contienda, casi) muy desigual. Rawson hunde el yate Glasgow del sultán fácilmente, y a las 9.40 hs la resistencia (por llamarla de alguna manera) ya ha sufrido quinientos muertos (incluidos civiles), una batería de tierra destruida, cuatro piezas de artillería destruidas y dos botes hundidos. Entre las fuerzas británicas, tan solo un marinero británico resulta gravemente herido. La gran desproporción de fuerzas le otorga a las fuerzas británicas una victoria perfecta.

HMS St George y HMS Philomel en el puerto.

     Apenas empezó el fuego, Khalid bin Barghash ofreció la rendición. Y sin esperar respuesta, escapó (un clásico en estos casos), se refugió en la embajada alemana y luego fue trasladado a Tanganica. Luego de la contundente victoria, el cónsul Cave solicitó a la embajada alemana que le entregara a Khalid bin Barghash, pero su petición fue rechazada por los alemanes, quienes le dieron asilo político al sultán derrocado.

    En este asunto, los ingleses no quedaron satisfechos. Memoriosos, en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, cuando los británicos tomaron Tanganica, capturaron a Khalid y lo mandaron al exilio en la isla de Santa Elena. Khalid bin Barghash finalmente murió en Mombasa, en la costa de la actual Kenya, en 1927.

     En Zanzíbar, luego de la cortísima guerra, los británicos ubicaron en el poder a su candidato, el amigazo Hamoud bin Muhammed (alias “el títere”), con quien, ya en el poder, se completa la abolición de la esclavitud en el país. Luego de la cortísima guerra Zanzíbar pierde por completo la brevísima autonomía que Había decretado el derrotado/derrocado/escapado Khalid. Zanzíbar conseguiría su independencia en 1963 y en diciembre de ese año pasaría a ser miembro de la ONU como República popular de Zanzíbar; pero esto duraría apenas unos meses, ya que en 1964, en el marco del plan unionista del líder de Tanzania, Julius Nyerere, se fusiona con la república de Tanganica, para formar la República Unida de Tanzania, cuya bandera es la fusión de los estados extintos de Zanzíbar y Tanganica. El legado árabe y musulmán de Zanzíbar permanece vigente en Tanzania.

      Tanzania es hoy una república presidencialista en la que se habla suajili e inglés, tiene sesenta millones de habitantes y sus religiones predominantes son la cristiana, la musulmana y otras religiones tribales tradicionales en proporciones similares. Su capital oficial es Dodoma pero su ciudad más poblada y sede del gobierno es Dar es-Salam (que era la capital anterior), que tiene casi cinco millones de habitantes.

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