Era un gran cómico, un fantástico actor, pero no pudo terminar la obra de su vida y se la quitó en forma solitaria el 11 de agosto de 2014, en su casa de Marina County, California.
Su comportamiento de esa noche no había llamado la atención a las personas que lo rodeaban hecha la excepción que horas antes les había entregado su colección de relojes exclusivos a un amigo. Le dijo que temía que se los robaran. A nadie le llamó la atención porque solía tener conductas paranoicas.
A las 10.30 se despidió de su esposa, Susan Schneider (este era su tercer matrimonio, se había divorciado anteriormente de Valerie Velardi y Marsha G. Williams, decía, medio en chiste lo que equivale a una media verdad, que las mujeres fabricarían una bomba nuclear, no para desintegrar al mundo conocido sino una para hacerlo sentir mal a su marido). Aunque dormían en piezas separadas, esa noche Robin se acercó varias veces al dormitorio de Susan pero no se atrevió a golpear la puerta.
Su esposa se despertó temprano pero la puerta de Robin estaba cerrada. Pensó que dormía, pero con el paso de las horas se preocupó y después de golpear varias veces decidió irrumpir en el cuarto donde encontró que el hombre que había hecho reír (y llorar) a generaciones se había suicidado colgándose de un cinturón.
La autopsia confirmó que no había ingerido narcóticos y que antes de colgarse había intentado cortase las venas de la muñeca, pero no pudo concretarlo y optó por ahorcarse.
La autopsia reveló lo que ya Robin Williams sabía, padecía una forma de demencia con una afección tipo párkinson llamada enfermedad de los cuerpos de Lewy.
Desde hacía tiempo este comediante de palabras vertiginosas, de bromas chispeantes que se reproducían a la velocidad del sonido, había notado que cada vez le costaba más encontrar las frases adecuadas, las expresiones felices. El cuadro se había hecho más notable después de un reemplazo valvular a corazón abierto al que debió ser sometido.
Durante la autopsia se habían buscado narcóticos o sustancias ilícitas de las que Williams había abusado en algún momento de su vida, pero que había abandonado después de la muerte por sobredosis por cocaína de su amigo John Belushi (1949-1982), el célebre comediante, actor de varios éxitos como K-9, The blues brothers y Animal house.
En un reportaje de la revista People, Robin declaró: “A diferencia de otras personas, la cocaína me tranquiliza”, aunque también confesara que la cocaína “era un buen lugar para esconderse”.
Su vida había sido exitosa. A diferencia de la mayor parte de los comediantes que vienen de familias pobres, su padre era un gerente de una automotora y su madre había sido modelo. Robin decía que de ella había heredado este hábito de comediante. Después de estudiar ciencias políticas (los políticos tienen su parte de comediante, Robin solía decir que la comedia vivía en la Casa Blanca), fue al célebre Juilliard School of Performance por tres años, hasta que uno de sus profesores le dijo que esa escuela no tenía nada más para enseñarle.
Después de un tiempo haciendo stand up en distintos clubs de California, fue elegido para encarar el papel de Mork, un extraterrestre enviado del planeta Ork para estudiar a los terrícolas. Fue el inicio de una serie de éxitos que lo llevaron a tres nominaciones al Oscar como mejor actor, hasta que ganó la estatuilla por Good Will Hunting (1997).
Después del 2009 su salud empezó a declinar, tenía temblores, periodos de confusión, olvidos, signos de depresión y paranoia. Los médicos le sugirieron tomar antiparkinsonianos para el temblor, pero estos no le impedirían el deterioro cognitivo. Lo que inclinó a los médicos hacia el diagnóstico de Demencia de los cuerpos de Lewy (depósitos de proteínas dentro de las células nerviosas) fueron las alucinaciones visuales, cambios repentinos en la presión arterial, mareos, problemas intestinales y, obviamente, trastornos de la memoria y el sueño.
Cabe destacar que esta enfermedad de Lewy es la causa de demencia más frecuente después del Alzheimer. Este deterioro llevó al suicidio al hombre que hizo célebre el carpe diem (aprovecha el día), al que creía que la risa era esencial para vivir plenamente, al que sabía que siempre podrías aprender de tus errores, al que sostenía que el hombre solo puede ser libre en sus sueños, y al que estaba convencido que las palabras pueden cambiar al mundo.
“A uno se le otorga solo una pequeña chispa de locura y si la pierdes, no eres nada”. Y cuando Robin Williams percibió que perdía esa chispa, eligió ser nada.