Leonard Cohen nació en una familia judía de Montreal. Su nombre hebreo es Eliezer. Su padre, dueño de una sastrería, falleció cuando Leonard tenía nueve años; su madre había huido del comunismo de Rusia. Sus dos abuelos, que eran rabinos inmigrantes, eran intelectuales y personalidades referentes de la comunidad judía. Leonard estudió en su infancia la Torá y el Talmud. “No tengo idea de si el hecho de ser judío influyó en lo que escribo; nunca he sido otra cosa.” También estudió la Biblia le atraía el mensaje del Nuevo Testamento. “Siempre me costó comprender intelectualmente los conceptos religiosos; es muy difícil para mí seguir un modelo filosófico.”
Estudió letras en la universidad de McGill y abogacía en la universidad de Columbia, pero no terminó esa carrera. En su juventud vivió durante años en la isla griega Hydra, alejado de cualquier comodidad; allí escribió su primer libro de poemas (“Let us compare mythologies”). “Todavía tengo allí la casa que compré por mil quinientos dólares. Cuando llegué ahí, no tenía ni electricidad ni agua corriente.” Después de dejar Hydra se fue a EEUU y se instaló en New York, donde vivió durante un buen tiempo en el hotel Chelsea –un reducto de bohemios, poetas y artistas en búsqueda–; vivió también en Nashville, Montreal y Los Angeles, y tuvo una casa en cada una de estas dos últimas ciudades, en las que terminó afincándose. En Montreal vivía en el mismo barrio de su infancia y en Los Angeles en un barrio periférico y más bien peligroso, en una casa cómoda pero sencilla y austera, cerca del templo al cual iba a meditar cada mañana a las 4.30hs. “Siempre me atrajo la voluptuosidad de la austeridad. La única extravagancia que me permito es el caviar.”
Su primera novela, “Favourite game”, tuvo relativo éxito; la segunda, “Beautiful losers”, una extraña historia que mezcla filosofía con una historia de amor y sexo con una virgen mohawk como protagonista, tuvo una gran acogida en los ámbitos intelectuales y artísticos. Lou Reed lo felicitó y le expresó su admiración por su novela; lo mismo ocurrió con Bob Dylan. Sin embargo, “todos elogiaban mi novela y se vendía bastante bien, pero el dinero no me alcanzaba para pagar las cuentas”.
Así fue como ya con seis libros escritos (entre poemas y novelas) comenzó a escribir canciones. En su primera juventud ya había tocado la guitarra en un grupo llamado “The Bucksing Boys”, en Montreal, pero ahora la cosa iba en serio. Entró de lleno en el mundo de la música después de sus treinta años; conoció a un importante productor musical (John Hammond) que lo escuchó, le dijo “lo tienes”, y lo llevó a Columbia Records, donde le dijeron “sabemos que eres genial, nos falta saber si eres bueno”. Su primer disco “Songs of Leonard Cohen” fue muy bien recibido. Cada uno de sus discos desde entonces tuvo un éxito similar; sin embargo, entre 1967 y 1992 sacó sólo nueve discos, ya que cada uno era el resultado de una enorme y exigente elaboración. “No tengo la capacidad de escribir una canción en quince minutos como Bob Dylan. Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, iría allí más seguido”. “Me lleva meses de trabajo a tiempo completo descifrar el código de una canción”. De hecho, Cohen podía trabajar más de un año en una canción y varios años en un libro de poemas.
Cohen solía contar que, siendo un mal guitarrista principiante, se conoció en forma casual en Montreal a un joven guitarrista flamenco que aceptó darle clases particulares diariamente. Leonard aprendía con él un par de acordes cada día y se esforzaba mucho. Luego de apenas un par de semanas, el joven guitarrista dejó de ir a su casa. Leonard no sabía nada sobre él, ni siquiera dónde vivía. Lo averiguó y se dirigió allí, donde le dijeron que aquel muchacho se había quitado la vida. Eso marcó profundamente a Leonard, que siempre decía que trabajaba sus canciones con los acordes que aquel joven maestro le había enseñado.
Leonard Cohen ha escrito una cantidad de canciones extraordinarias. “Bird on a wire”, “So long, Marianne”, “Suzanne”, “Dance me to the end of love”, “Tower of song”, “I’m your man”, “Anthem”, “Sisters of mercy”, “The future”, “Democracy”, “First take Manhattan”, “Everybody knows” y muchas más. La archifamosa “Hallelujah” (1984), una canción inigualable versionada por más de cien músicos (Lou Reed, Nick Cave, R.E.M., Bon Jovi, Jeff Buckley, Bob Dylan, etcetc), tardó más de dos años en componerla; la versión original tenía ochenta estrofas (sí, ochenta) que se redujeron a cuatro en la versión conocida por todos, que relata un episodio de la historia bíblica del rey David con Betsabé y lo relaciona con la problemática hombre-mujer y un mensaje metafórico de interminables capas. La canción tiene un relator diferente para cada estrofa y es una genialidad a la que cada vez que se la escucha se le encuentra una nueva metáfora que puede ser interpretada de diferente manera.
Las canciones de Leonard Cohen son únicas. Parecidas, monocordes, minimalistas, sin grandes saltos, con pocos acordes pero con una poesía incomparable. Alguien dijo una vez que las canciones de Cohen “producen la sensación de que la vida no merece ser vivida”. “Que suenen las campanas que aún pueden sonar, olvida tu ofrenda perfecta; hay una grieta en todo, así penetra la luz” (de la hermosa canción “Anthem”), es una mínima muestra de algunos de los pasajes cantados más bellos que se han escuchado. Leonard Cohen no evita ningún tema y sus letras son duras, apocalípticas, tristes, pesimistas (él dice que son de un realismo inevitable), con la muerte rondando cerca o elípticamente. “Sobre ese asunto de que la vida es una obra de tres actos (frase de Tennessee Williams)… bueno, quizá haya un cuarto acto, pero se lo dejaremos a los teólogos.” “No me importa morir; son los preliminares los que me preocupan.” “Estás adelgazando demasiado, Leonard. Estás muriendo, pero no tienes por qué cooperar con entusiasmo en el proceso.”
Leonard Cohen es considerado un profeta de la cultura occidental por la inclusión en su obra de temas como la desesperación, el apocalipsis, la desintegración, el fracaso. Trata con maestría temas como la culpa, el arrepentimiento, el pánico, la angustia, el sufrimiento, la desazón, la tristeza, lo inevitable, la ironía y el sexo sin eufemismos.
Su voz al cantar es apenas más melodiosa que el bajo murmullo de su voz al hablar. Su voz de bajo, de registro corto y caudal acotado, transforma cada canción en una letanía. “Uno está atrapado en su voz.”
Elegante, solía vestir con traje (habitualmente oscuro) y usaba sombrero o boina con frecuencia. Era educado, cortés, interesado en el prójimo; evitaba internarse en las ideas políticas o en ideologías pero era profundo en cada tema cotidiano. La crítica siempre respetó a Leonard Cohen, a quien consideraba el compositor más literario de la música popular, pero la necesidad de generar títulos de impacto de esos que definen a los artistas en dos palabras con letras de molde hizo que Cohen fuera retratado con calificativos fuertes: “el poeta del pesimismo”, “el depresivo no-químico más poderoso del mundo” y otros apodos similares. Incluso llegaron a decir en su momento que las canciones de Leonard Cohen eran “la banda de sonido de los deprimidos y los suicidas”.
Siendo ya un artista consagrado, en 1993, una época de su vida en la que su angustia existencial, su depresión y su constante inconformismo lo llevaron a excederse en la bebida y a probar todas y cada una de las drogas (“me salvó mi organismo; simplemente esas cosas no me dañaron”,“es imposible estar siempre borracho, aunque lo intenté”) ingresó a un monasterio zen en el monte Baldy, al norte de Los Angeles, donde permaneció más de cinco años. “Fue como limpiar la casa. De vez en cuando la suciedad se acumula por los rincones y hay que limpiarla; tenía la misma enfermedad que tiene todo el mundo: que crees que no recibes lo que deseas, y si lo recibes, pues no era lo que querías. Y no importa cuánto tengas, mucho o poco, el asunto es que uno desea siempre algo diferente y se apega a ello.” En el monasteriotrabajó en la cocina y siguió una vida muy rigurosa, sin comodidad alguna; dormía en un pequeño cuarto con una cama de piedra, una mesita de madera y una alfombra raída, pero en el que tenía su computadora y su sintetizador para seguir componiendo. Su maestro, Joshu Sasaki, a quien llamaban Roshi, que apenas hablaba inglés, bautizó a Leonard con el nombre “Jikan” (algo así como “silencio”). “No hay nadie aquí –en el monasterio– que no esté, de algún modo, hecho trizas. Nadie se instala aquí a no ser que su nivel personal de aflicción llegue a un punto insoportable.” Cohen sintió siempre veneración por Roshi, con quien continuó su amistad luego de dejar del monasterio. “Roshi resultó un gran compañero de tragos; me enseñó a distinguir entre los diferentes tipos de cognac, lo que aprendí rápidamente; nunca logré lo mismo con el malbec.”“No tengo talento para la vida espiritual.”
El primer álbum luego de su exilio en el monasterio (“New songs”, 2001) fue un éxito arrasador; Cohen no había sido olvidado a pesar de que había pasado nueve años sin sacar un disco. Cohen volvió a hacer giras y cosechaba ovaciones y pleitesía en cada lugar del mundo en el que diera un concierto. Siempre eligió su banda y sus coristas cuidadosamente (“sin ellos no sería tan interesante mi material en vivo; después de todo, soy prisionero de mi voz y de mis habilidades, que no son tantas”). Sin embargo, sólo uno de sus últimos álbumes alcanzó el número uno en ventas en el Reino Unido, aunque todos sus discos se ubicaron habitualmente entre los veinte primeros. Siempre tuvo más éxito en Europa que en Estados Unidos, siendo especialmente idolatrado en Noruega y en Polonia, por razones que ni él mismo se explicaba. Adoraba Montreal y vivía mucho tiempo allí, aunque reconocía su dificultad para entrar en aquel mercado francófono ya que él componía y cantaba en inglés. “Mi compañía discográfica y yo tenemos una relación grata; vendo bastantes discos como para dejarlos contentos, pero pocos como para que no se preocupen por el disco siguiente.”
Su relación con las mujeres (y su fama de mujeriego) fue uno de los aspectos salientes de su personalidad. “Bueno, conocí a muchas mujeres que rehusaron acercarse a mí a causa de esa reputación.” Nunca se casó, aunque convivió con muchísimas parejas. Su primera mujer, Marianne Ihlen, una noruega bellísima con quien convivió en Hydra, tuvo gran influencia en su obra poética inicial. Con la segunda pareja estable, Suzanne Elrod (que no es la “Suzanne” de su famosa canción), tuvo sus dos hijos: Lorca (su hija, cuyo nombre hace honor a su admiración por Federico García Lorca –“en él encontré la voz”–), artista, especialista en antigüedades y chef, y Adam, su hijo músico, con quienes tenía una muy buena relación y convivió muchos años; ya crecidos, mantenían contacto cercano con él ya que vivían en el mismo barrio. Muchísimas parejas compartieron su vida en diferentes relaciones, desde Janis Joplin y Joni Mitchell hasta Rebeca DeMornay, Sharon Robinson, la artista hawaiana Anjani Thomas y varias más. “Cuando estás en una relación, debes honrar los términos de esa relación. Siempre creí en eso. Nunca pude cumplirlo, pero siempre lo creí. No soy lo bastante bueno para eso, pero es una gran idea.” La reconocida sensualidad de Cohen radicaba posiblemente en su poderosa calma; en esa atmósfera de accesibilidad y hospitalidad que lo rodeaba, en su interés por la gente, en sus modales no invasivos, casi paternales. Sin perder la oportunidad, la prensa no perdió la oportunidad de añadir otro título a los ya conocidos: mencionaban a Leonard Cohen como “el príncipe de la lascivia y la derrota”.
Su representante Kelley Lynch lo estafó, malversó sus fondos y lo dejó casi en la ruina. Cohen la demandó y ganó el juicio, pero no pudo recuperar casi nada de su dinero. Eso hizo que, pasados su setenta años, Leonard tuviera que volver a hacer giras y sacar un disco en vivo para recuperarse económicamente.
En 2015 se editó un documental sobre Leonard Cohen, “I’m your man”, que tuvo un enorme éxito. La productora de Mel Gibson, Icon Productions, fue una de las realizadoras del documental, que fue financiado con parte de las ganancias de su polémica película “La pasión de Cristo”.
Leonard Cohen nunca necesitó preocuparse por los rankings comerciales; era una especie de ciudadano superior que tenía el visto bueno para grabar sólo lo que él quería y entregárselo a los numerosos fieles que lo veneraban (y aún hoy lo veneran) en todo el mundo. Los poemas, los escritos y las canciones de Leonard Cohen son puntos de referencia de los artistas actuales.
Leonard Cohen ingresó al Hall of Fame en 2008 (fue presentado por Lou Reed) y recibió el premio Príncipe de Asturias en 2011. En ambos eventos dio un discurso de agradecimiento humilde y conmovedor, y fue ovacionado de pie.
“Parecemos estar en proceso de evaporar nuestra cultura, y a conciencia. Pero algo más sucederá.”
“Todos los viejos libros sagrados dicen que es importante estar a gusto con la suerte que te toca.”
“Caemos desde el nacimiento hacia la muerte, del sueño al fracaso, de la salud a la enfermedad.”
“La vida es rigurosa, y las invitaciones a echarla a perder son numerosas y frecuentes.”
“El libre albedrío está sobrevalorado.”
“Que pudieras tenerlo todo, ¿no le quita valor? Nadie tiene suficiente, ya sea que tengas demasiado o muy poco. Nadie recibe la cantidad adecuada en términos de lo que piensas que merecen tus deseos.
“Es mejor para mí no acercarme al concepto de ‘felicidad’, prefiero una ‘dedicada indiferencia’; en definitiva, el desapego.”
Leonard Cohen murió en Los Angeles en noviembre de 2016.