Los jugadores profesionales comenzaron a cambiar de club en busca de mejores contratos. En los primeros años del profesionalismo eso no era tan frecuente: los jugadores renovaban contrato con sus clubes, por los que terminaban teniendo cierto aprecio; los jugadores “sentían la camiseta” y se identificaban con sus colores.
Pero eso fue cambiando. A mediados de los ’60 los pases entre clubes empezaron a ser más frecuentes; aún así, los jugadores permanecían varios/muchos años en un mismo club. Las ventas y traspasos de jugadores se realizaban entre clubes y no existían intermediarios. A partir de 1995 se promulgó la Ley Bosman, que inicialmente modificó la estructura de traspasos en la Unión Europea y que luego generó muchas derivaciones y consecuencias en todo el mundo.
Los intermediarios “bajo la mesa” salieron a la superficie y obtuvieron licencias; los representantes y managers de jugadores, que actuaban en forma informal y con arreglos de palabra con los jugadores a quienes representaban), también se blanquearon, pasaron a ser “oficiales”, también obtuvieron licencias para su actividad y comenzaron a necesitar una habilitación para participar del negocio. Aparecieron (bah, ya estaban, pero también se blanquearon) los “grupos empresarios” y los inversionistas particulares que empezaron a comprar jugadores en forma oculta (ya que sólo está permitido que sean los clubes los “propietarios” de los jugadores), cediendo los “derechos federativos” a los clubes.
Cada operación de traspaso de futbolistas genera (más bien salpica) dinero para todos lados: para el jugador, su representante, el intermediario, su “propietario”, la asociación local, la federación internacional, el Estado (que percibe impuestos). Por lo tanto, mientras más pases se concreten, mejor; al menos eso piensan los que participan del negocio. Más aún: ahora hay operaciones más complejas, ya que “el 100%” de un jugador puede estar dividido en varios porcentajes con distintos propietarios. Todo muy limpito.
Así las cosas, hace más de un par de décadas que los clubes ya no son los que dirigen el negocio. Los contratos son más breves, los jugadores juegan muy poco tiempo en cada club, quedan “libres” (sin “propietario”, dueños de su propio pase) a cada rato, y los traspasos de jugadores son muchísimo (pero muchísimo) más frecuentes. Hoy en día, que un jugador de treinta y pico de años haya jugado para diez clubes diferentes no resulta nada extraño; hace cincuenta años, sí lo hubiera sido.
En relación a esto, jugadores como en su momento fueron Antonio Rattin o Roberto Mouzo (que sólo jugaron en Boca), Amadeo Carrizo o Mostaza Merlo (sólo en River), el Bocha Bochini o Pepé Santoro (sólo en Independiente) y tantos otros… ya no se encuentran.
Hoy los futbolistas profesiuonales pasan por un club tras otro, estrictos (ellos y sus representantes) en la exigencia de sus derechos, laxos en el cumplimiento de sus deberes profesionales, flexibles en su mirada sobre clubes antes rivales que se transforman de un plumazo en su nueva casa, en su nueva camiseta a defender.
Es imposible describir la cantidad de jugadores que, dado este circo de compra-ventas sin límite, han pasado por muchos clubes; la lista no sólo es interminable sino que se renueva día a día y al momento de leer estas líneas ya estaría desactualizada. En este contexto, sí parece interesante (o al menos curioso) destacar a aquellos jugadores que han “cambiado de vereda” entre los clubes más populares de Argentina, los llamados “clubes grandes”. Hay cientos (por no decir miles) de jugadores que han jugado en dos de los clubes grandes, así que esa sería otra lista interminable, y al presente no hay ningún jugador en el fútbol argentino que haya jugado en los cinco clubes grandes.
Así que echemos un vistazo a los que han jugado en tres o cuatro grandes.
Sólo cuatro jugadores han jugado en cuatro equipos grandes:
El primero en alcanzar esa marca fue Osvaldo “Japonés” Pérez, un marcador de punta correcto (y punto) que se inició en River en la década de los ’70, luego pasó a Independiente, a principios de los ’80 fue a Racing y en el ’84 se retiró en Boca. Jugó además en otros dos clubes (Platense y All Boys).
El segundo fue Esteban Pogany, arquero (correcto y punto, también), que comenzó en Independiente en los ’70, pasó por Racing en el ’86-’87, por San Lorenzo en ’88-’89 y recaló en Boca a mitad del ’89. Ah, y jugó en nueve clubes más. Un hombre de trasero inquieto.
El tercero fue José “Pepe” Albornoz, un mediocampista de buen pie pero inconstante que tuvo su mejor momento en Deportivo Español y en Gimnasia y Esgrima La Plata, pero que pasó (vaya a saber por qué) a fines de los ’80 y comienzos de los ’90 por San Lorenzo, River, Racing e Independiente. Y por seis clubes más, después. Otro sujeto movedizo.
El cuarto fue Luis Alberto “Betito” Carranza. Un wing ligerito y housemaniano (en todas las características, aunque sin la genialidad de René, que no fue crack porque la simbiosis crack-Houseman es una excepción maravillosa que se da una sola vez en cada siglo) que se inició en Racing, pasó a Boca (fue campeón en el ’92), luego un paso breve por Independiente y luego un año en San Lorenzo en el ’96. Luego, en diez clubes más; en todos encandiló al principio, en ninguno se consolidó.
Hay además varios casos, algo más frecuentes pero aún así no tan comunes, de jugadores que han jugado en tres de los clubes grandes.
Jugaron en Boca, River e Independiente (no necesariamente en ese orden): Francisco “Pancho” Sá (ganó la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental con Independiente y con Boca), Carlos “Puma” Morete (goleador de River campeón 1975, después de 18 años sin campeonar, campeón con el Boca ’81 con Maradona y campeón con el Rojo), Julio César “Huevo” Toresani (que además jugó en los archirrivales Colón y Unión), Fernando “Negro” Cáceres, Jesús Méndez, Ricardo Gareca, Gabriel Amato, Jorge “Negro” Martínez, Sebastián “Pascualito” Rambert.
Jugaron en Boca, River y San Lorenzo: Oscar Ruggeri (campeón en los tres clubes), Jorge “Pipa” Higuaín, Pablo Comelles, Victorio Cocco (gran cabeceador y no mucho más).
Jugó en Boca, River y Racing: Julio “Vasco” Olarticoechea.
Jugaron en Boca, Racing y San Lorenzo: Agustín Orión, Raúl “Pipa” Estévez, Pablo Migliore.
Jugaron en Boca, Independiente y San Lorenzo: Claudio Marangoni, Claudio Morel Rodríguez.
Jugaron en River, Independiente y Racing: Esteban “Bichi” Fuertes y Bernardo Leyenda.
Jugaron en River, Independiente y San Lorenzo: Lucas Pusineri, Osmar “Malevo” Ferreyra, Cristian Tula, Eduardo Tuzzio, Oscar “Flaco” Passet, Jonathan Santana, Walter Acevedo.
Jugaron en River, Racing y San Lorenzo: Gastón “La Gata” Fernández, Cristian “Lobo” Ledesma, Guillermo Rivarola.
Jugó en Independiente, Racing y San Lorenzo: Hilario Navarro.
Esta lista puede incrementarse en cualquier momento, como puede suponerse.
Cabe agregar un detalle más: es de alguna manera aceptado que la máxima rivalidad del fútbol argentino es la de Boca-River (al menos al partido entre ellos es el único al que se lo denomina “superclásico). Sin embargo, si entendemos por “rivalidad” el hecho de que ambos generan una identidad especial en sus jugadores y que eso puede hacer que los mismos prefieran evitar ponerse la camiseta de su clásico rival, debe decirse que eso no se corrobora al comprobar la cantidad de jugadores que han vestido ambas camisetas, ya que son más de 100 los jugadores que han vestido las camisetas de Boca y River. En cambio, entre todos los demás “archi-rivales”, la cantidad de jugadores que han vestido ambas camisetas es menor. Veamos:
Más de 70 jugadores han vestido las camisetas de Independiente y Racing. Algo menos de 70 jugadores han jugado para Colón de Santa Fe y Unión de Santa Fe. Algo más de 40 jugadores jugaron en San Lorenzo y Huracán. Algo menos de 40 jugadores han vestido las camisetas de Estudiantes de La Plata y Gimnasia y Esgrima de La Plata. Más de 30 jugadores han vestido las camisetas de Banfield y Lanús.
Rosario Central – Newell’s Old Boys de Rosario y Talleres – Belgrano de Córdoba parecen ser los rivales que menos jugadores han compartido, ya que algo menos de 20 jugadores han vestido las camisetas de ambos clubes.
Hasta hoy, al menos.