Se quiera o no, todos los entrenadores (en el fútbol les llaman, en forma porfiada e incorrecta, directores técnicos), en mayor medida, tienen sus caprichos. Eso los lleva en ocasiones a elegir jugadores con cualidades que sólo ellos parecen ver o, lo que es peor, a dejar de lado jugadores por cuestiones que van más allá de sus características futbolísticas.
Si bien es cierto que en un seleccionado nacional (a diferencia de lo que ocurre en un equipo de club) el entrenador tiene a su disposición a los jugadores que quiera para diseñar el planteo táctico y estratégico que él desee, hay jugadores de una calidad indiscutible que hacen difícil justificar su exclusión; tan difícil como explicar la presencia de jugadores cuyos méritos técnicos o tácticos no parecen ser, ni de cerca, suficientes para ser incluidos en el equipo de fútbol más importante de un país que, encima, es futbolero hasta el paroxismo.
Teniendo claro que todo es opinable, hagamos un breve repaso histórico de aquellos jugadores que casi todos consideraban justo que estuvieran en la lista de elegidos pero se quedaron afuera del Mundial, y de aquellos jugadores que no convencieron a nadie (salvo al entrenador, claro está) pero fueron parte del plantel.
El repaso se hará sobre el seleccionado nacional de los últimos 50 años, ya que el fútbol televisado en directo en Argentina comenzó a fines de los ’60 y el primer Mundial transmitido en directo vía satélite fue el de México 1970, Mundial en el que Argentina no clasificó. El asunto de la televisión tiene su trascendencia, porque las transmisiones televisivas permiten que muchísima gente vea fútbol sin ir a la cancha y que se puedan ver muchos partidos y no sólo los del propio equipo, y así ver y conocer muchos jugadores de distintos equipos en forma frecuente.
Como pequeño bonus, toquemos apenas el plantel del Mundial ’66. Sólo Toto Lorenzo (el DT), creía en el Loco Gatti, a quien llevó como tercer arquero cuando ni jugaba en primera, ya que era suplente de Amadeo Carrizo en River. También llevó a Mario Chaldú, un veloz wing derecho de no tantas luces que no jugó un sólo partido del Mundial, y dejó afuera de la lista a Raúl Bernao, un crack. Eligió a un picapiedra cumplidor como Carmelo Simeone y llevó como segundo nueve detrás de Artime al Tanque Rojas, dejando afuera a Rojitas, talento puro.
Ya metidos en los últmos cincuenta años, veamos quiénes “se quedaron afuera” y quiénes “entraron por la ventana” en el plantel del seleccionado en cada Copa del Mundo.
En el Mundial ’74, el trío de entrenadores (Cap-Varacka-Rodríguez) dejó inicialmente afuera al Inglés Babington, pero 10 días antes de comenzar el torneo se arrepintieron, lo llamaron, llegó sobre el pucho y terminó jugando como tirular 5 de los 6 partidos. Coherencia pura. No fue convocado Enzo Ferrero, a pesar de que Argentina no llevó ningún wing izquierdo; pero sí llevó dos wingers derechos (Balbuena y Houseman) y cuatro centrodelanteros: Yazalde, Ayala, Poy y Kempes, que por entonces jugaba de nueve y no era el todoterreno que sería cuatro años después. No pareció muy feliz la convocatoria de Carlos Squeo, un rústico pero voluntarioso defensor, y de Néstor Togneri, defensor de Estudiantes que no jugó ni un minuto en el torneo.
En el Mundial ’78, el Flaco Menotti no incluyó a Diego Maradona, que a sus 18 años ya era un genio del fútbol. Llevó tres números diez: el Beto Alonso –posiblemente el mejor, pero impuesto por las autoridades del fútbol y del país–, José Valencia –el que más le gustaba a Menotti– y Ricardo Villa. Y terminó jugando con tres delanteros y con un cuarto delantero-diez-juegodetodo: Kempes, que se superpuso con los diez, por lo cual ninguno de los tres originales se destacó. Pero como el Mundial se ganó y Kempes tuvo grandes actuaciones en partidos decisivos (Polonia, Perú y Holanda), no se habló mucho de eso; menos aún se dijo que quedó afuera otro genio del fútbol, Ricardo Bochini, el Bocha. Se quedó afuera el Loco Gatti, que se autoexcluyó aduciendo problemas de rodilla, lo que dio paso a la convocatoria tardía del Pato Fillol, un arquerazo que llegó en lugar de Gatti pero que se transformó en titular y atajó en todos los partidos. También se autoexcluyó el capitán original del equipo, Jorge Carrascosa, por causas no muy claras, que el mismo jugador trató de explicar (no logró aclarar mucho) ya siendo ex-jugador muchos años después. Quedó afuera el Tano Pernía, un vehemente marcador de punta que tuvo una floja actuación en los partidos internacionales de preparación, y su lugar lo ocupó Jorge Olguín, su antítesis como jugador, que no era cuatro (y se notó), mientras Rubén Pagnanini, que sí era cuatro, fue convocado pero nunca fue ni al banco. Oviedo era el reemplazante natural del Tolo Gallego pero Ardiles no tenía reemplazo, mientras Trobbiani lo miraba por TV, pero Argentina fue campeón y nada más importó.
En el Mundial ’82, también con Menotti, se mantuvo la ausencia del Bocha, pero ahora sí estaba Maradona y no había mucho para discutir. Patricio Hernández ocupó un lugar en el grupo (se ve que el Flaco necesitaba siempre muchos diez, porque también estaba Valencia) y el Vasco Olarticoechea comenzaba su camino con la celeste y blanca, por ahora sin jugar, en medio de un grupo de jugadores muy diferentes a él.
En el Mundial ’86, el inefable Narigón Bilardo dejó a varios pesos pesados afuera. El más notable, Daniel Passarella, capitán del seleccionado campeón del ’78. Sí, sí, se sabe que Passarella formó parte del plantel, pero en un grupo de más de 30 personas que llegó a México un mes antes del Mundial (fue el primero), en un grupo en el que todos vivían en el mismo lugar y hacían y comían lo mismo, fue el único que tuvo la malísima suerte de pescarse la “gastro-entero-colitis-lo que fuera” más prolongada que se recuerde en un deportista de alto rendimiento. Qué mala suerte, pobre. Resultado: el Kaiser afuera, Diego capitán. El pulgar también bajó para Ramón Díaz, goleador y ex compañero de Diegote en el Mundial juvenil del ’79; en su lugar viajó Pedro Pasculli. Pero seguía habiendo lugar, y lo ocupó Sergio Almirón, que nunca jugó. También quedaron afuera Fillol (el otro campeón del mundo que quedaba), que fue el arquero en todos los partidos de la clasificación, dejándole el lugar a Héctor Zelada, una especie de arquero-anfirtrión, ya que jugaba en México y sólo se acordaban de él los hinchas de Rosario Central. También quedó out el Flaco Gareca (que hizo el gol agónico de la clasificación contra Perú), Enzo Trossero (también pilar en la clasificación) y, ya cerca del Mundial, Miguel Russo, hasta ahí el cinco de confianza de Bilardo, el que hacía siempre los deberes. Y fueron el Tata Brown (que era jugador libre, no tenía club), el polifuncional Negro Enrique y un maduro Trobbiani lejos de su esplendor. También fue el Chino Tapia, que jugó más minutos en el torneo que el Bocha, por fin (tardíamente) convocado, como para lustrarle el bronce. Y sorprendió Cucciufo, un cordobés sobre quien la revista Humor insistía en su convocatoria desde hacía años. En fin. Como también se ganó… todo bien, nada que decir, eh. El equipo del doctor.
En el Mundial ’90, la bolilla negra para Ramón Díaz se mantuvo. Faltando poco para el torneo, lo bajaron a Jorge Valdano. Bilardo, siempre con la tendencia a sorprender, llevó al Mundial sólo tres delanteros, y sólo puso uno (Balbo) en el partido debut frente al temible Camerún. Y estaba la nueva ola de “tapados” de Bilardo: el Moncho Monzón, Serrizuela, Fabbri, (sí, sí, jugaron un Mundial), el Galgo Dezotti (mientras Valdano lo veía por TV), Troglio. Argentina llegó a la final ganando dos partidos de seis, hizo cinco goles en todo el torneo y tuvo a los palos, el travesaño, el bidón, san Goyco y la mano de dios (esta vez rechazando alevossmente sobre la línea un gol seguro de la URSS) a los mejores aliados del Inmortal de Fiorito y el Cani. Pero Codesal y la mano negra de siempre nos sacaron la Copa, eso sí.
En el Mundial ’94, con El Coco Basile (la antítesis futbolística de Bilardo, en otra muestra de coherencia de la AFA) había llamado a Su Majestad Diego como salvador para el repechaje con el casi invencible Australia, y ya que estamos, cómo no se iba a quedar. Argentina llegó al Mundial con un grupo de buenos jugadores; el equipo… “y, vamos viendo”. Y equipo no había, porque ya sin Diego quedó afuera contra la máquina rumana. Con Scoponi como tercer arquero, las perlas fueron Perico Pérez y el querible Mencho Medina Bello.
Llega el Mundial ’98, con el Kaiser Passarella al mando. Afuera Redondo y Caniggia, dos rebeldones de pelo largo, y adentro los prolijos Pineda, Chelo Delgado y el bueno de Nelson Vivas. Otro Mundial sin pena ni gloria.
Y llegó el gran equipo del Mundial 2002, el del Loco Bielsa, que ganó caminando la clasificación y jugaba muy buen fútbol. Riquelme se quedó afuera, los diez del equipo eran el Muñeco Gallardo y Pablito Aimar. Saviola tampoco fue elegido, volvió Caniggia. Era difícil discutir al resto, más allá del eternamente reprobado Piojo López, pero es opinable y alguien siempre la liga.
En el Mundial ’06 el Pato Abbondanzieri fue el arquero. Ups. En el banco, Franco y Ustari. Ok, que ataje el Pato. Afuera Walter Samuel y el Pupi Zanetti, adentro Scaloni y Cufré, que jugaron un partido cada uno. El resto de los partidos, Argentina los jugó sin cuatro. Pekerman sabría por qué.
El Mundial ’10, llegó con Diego El Supremo dirigiendo el plantel con sus acólitos Mancuso y Enrique. Ya de entrada Riquelme se bajó del bondi, por diferencias con Maradona o porque no se sentía cómodo en la posición que lo querían hacer jugar, o por la cama que le habían hecho al Coc… bueh, por lo que fuera, Román dijo “hasta la vista” casi antes de arrancar. Siguiendo una curiosa estrategia-corazonada, Maradona llevó al Mundial seis nueves o casi-nueves: Higuaín, Agüero, Palermo, Milito (nueves), Messi y Tévez (casi-nueves). Ningún wing, ningún extremo. Habría que averiguar quién desbordaría o quién utilizaría las bandas. Al no haber wingers, veamos los marcadores de punta, que podrían ser lanzados al ataque: por empezar, no había cuatro; Zanetti, otra vez, no fue elegido (ya tenía 36, pero Verón, con 35, sí fue convocado, aunque no jugó). Como marcador derecho jugaron Otamendi y Jonás Gutiérrez, ambos sin la menor noción del puesto (se notó). Sobre la izquierda, en cambio, había tres: Heinze (nadie lo veía desbordando), Clemente Rodríguez (podría, pero casi no jugó) y el Chino Garcé (sí, sí, Garcé), a quien los carteles en la despedida le decían “traé alfajores”. Con el agregado del sorprendente Pozo como tercer arquero, he aquí un equipo equilibradísimo, como se ve. Alemania se apiadó después del cuarto gol, por suerte.
En el Mundial ’14, Alejandro Sabella prefirió no convocar a Tévez, y eso fue lo más discutible. Sabella era muy respetado y quizá por eso casi nadie señaló con dedo acusatorio las convocatorias de Basanta y Campagnaro, a los que el futbolero argento casi (y sin el casi) no conocía, y a Orión como tercer arquero.
Y en el Mundial ’18, Sampaoli y su pandilla hicieron todos los desarreglos estratégicos posibles, intentando jugar un fútbol diferente al que le permitían las características de los jugadores que tenía. No estuvo tanto tiempo al frente del equipo, pero le alcanzó para comerse seis con España, cambiar de arquero (usó dos en el Mundial: Caballero regaló el primer y decisivo gol contra Croacia y Armani no atajó ningún tiro al arco contra Francia), citar a Pavón, Meza y Ansaldi y dejar afuera a Lautaro Martínez. Y pudo ser peor, pero no le dieron tiempo: agarró al equipo ya armado (es un decir) un año antes del Mundial y no hizo tantos cambios. Su impronta la dejó de otra manera. Cómo olvidarlo.
Veremos qué pasa en el Mundial 2022…