Introducción:
Desde la caída de la Primera Republica en 1874, y tras la sanción de la Constitución de 1876, durante el reinado de Alfonso XII, se produjo el fenómeno conocido como la Restauración borbónica, en la cual, se estableció un sistema de turnos que beneficiaría el bipartidismo bajo una aparente democracia dominada por el fraude electoral.
«El sistema político de la Restauración resolvió uno de los principales lastres del discurrir político español durante todo el siglo XIX: la incapacidad de los partidos de la monarquía constitucional para convivir de forma pacífica y estable bajo un mismo sistema político». (Martorell & Juliá, 2014, pág. 63)
Tras la muerte de Alfonso XII se produjo el periodo de la regencia de María Cristina, durante el cual comenzaban a evidenciarse signos de inestabilidad social y la aparición de nuevos actores políticos como los partidos regionalistas y las organizaciones obreras y anarquistas, si bien, en 1890 se establece el sufragio universal masculino, el atraso en materia de derechos laborales y la misma industrialización generaron la organización del proletariado para exigir ampliación de derechos. Es durante la regencia cuando ocurre “El Desastre de 1898”, donde España pierde sus últimas colonias americanas frente a los Estados Unidos. Era el fin de la maltrecha visión imperial española que propició a conflictos sociales y políticos, pero el sistema de la Restauración permaneció firme. Fue un duro golpe a la mentalidad de los españoles, pero no significó que fuera del todo negativo, ya que propició el despertar cultural de la grandiosa generación del 98 (Unamuno, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Guillen y Picasso en la pintura), tras el desastre en Cuba, esta generación de intelectuales y artistas propició la renovación espiritual y nacional de España. Estos intelectuales y una generación más madura, la del 14, serán de vital importancia en los círculos de la opinión pública al inicio de la Gran Guerra.
El Desastre del 98 también tuvo repercusiones en el orden material y económico. Si bien propició a la devaluación de la peseta no conllevó a un bajón en el leve, pero continuo, crecimiento que se evidenciaba desde La Restauración. La perdida de los territorios coloniales tuvo un efecto liberador de la economía ya que culminaba con la sangría desproporcionada de gastos militares y porque gran parte de esos afluentes de inversiones se redireccionaron hacia la Península, sobre todo hacia el sistema financiero. Además, por esta imagen internacional de una España humillada y desolada por la pérdida de sus colonias se generó un fuerte nacionalismo que se tradujo en un sesgo económico proteccionista y de intervención estatal, principalmente desde el gobierno de Maura durante el reinado de Alfonso XIII.
La situación socioeconómica española previa a la Gran Guerra:
En cuanto a la situación estructural del Reino, nos encontramos con que la gran mayoría del territorio español continua siendo dominado por el latifundio y por trabajadores rurales, aproximadamente en las localidades que superaban los diez mil habitantes vivía solamente un veinte por ciento de la población entrando el siglo XIX. Existían altas tasas de analfabetismo, un 50 por ciento hasta 1910. Si bien se había generado un alza demográfica está era más bien limitada en comparación con el crecimiento de países del norte europeo.
Este aumento poblacional reducido responde a que, para ese entonces, no se habían generado las condiciones para sobrellevar las crisis agrarias y de auto subsistencia, mientras que Inglaterra, ya en el siglo XVII había desarrollado mecanismos para proporcionar auto subsistencia alimenticia y no caer en la retracción demográfica de dicho siglo y poder cumplir sus funciones para el desarrollo industrializador: alimentar a una población ya no agraria en crecimiento, generar mano de obra tras el aumento demográfico propiciado por las mejores condiciones alimenticias y suministrar un mecanismo para la acumulación de capital. Mientras tanto, España continuaba con epidemias y crisis de subsistencia. Por otra parte, no se había generado, por el fuerte subdesarrollo, condiciones para la industrialización, no solo materiales, sino también mentales y por este motivo existían muy pocos movimientos migratorios desde el campo hacia las ciudades como se evidenciaba en el norte de Europa en estos tiempos. Se sumaba, además, la pérdida de población que ante las malas condiciones de vida buscaba mediante la inmigración a América una vida mejor.
Otra realidad era la de Cataluña y los Países vascos. El desplazamiento como centro económico desde Castilla hacia la periferia fue un suceso que ya se evidenciaba desde la Crisis del siglo XVII y conllevó al reacomodamiento y traslación del dinamismo económico hacia Cataluña, las vascongadas y Valencia. Este proceso continuó y para el siglo XIX nos encontrábamos con sociedades que avanzaban hacia la industrialización. Cataluña “la fábrica de España” que tenía como eje el desarrollo textil; los Países Vascos eran la “capital del acero peninsular” y Asturias con un gran desarrollo minero. Se sumaba el desarrollo de la capital del Reino como centro de grandes empresas industriales y del sector terciario de la economía. Por otra parte, Valencia desarrollaba las industrias químicas, mecánicas y maderera. Se presenta entonces a la economía española con una imagen dicotómica entremezclada entre la pervivencia de estructuras atrasadas y arcaicas, y otras nuevas donde se evidenciaba una similitud al contexto de la segunda revolución industrial europea.
En el caso de Cataluña el fenómeno no era nuevo, la Renaixença (movimiento romántico de recuperación de la cultura, historia y lengua catalana) había comenzado a mediados del siglo XIX y para 1880-1890 se había extendido hacia la política que será el antecedente de las ideas nacionalistas y de una patria para los catalanes que se plasmarán en el libro de Enric Prat de la Riba en 1906 y la formación de agrupaciones políticas como la Lliga de Cataluña y la Unió Catalanista que presionaran al gobierno de Madrid para lograr sus objetivos . Se sumaron a los sentimientos políticos los artísticos que tendrán su vigencia en el modernisme (1890-1910) y el neucentisme (1905-20) que ponían en evidencia la catalanización de la vida civil. Con la llegada de Prat de la Riba a la Diputación Provincial de Barcelona en 1907 y luego con la formación de la Mancomunidad catalana de 1913 se propició a la creación de un mini estado cultural, que sumado a los progresos industrializadores de la región llevaban a plantear una ruptura con la España castellana.
“La Unió Catalanista, impressionada fondament per la gravetat de les circumstàncies actuals, crida al poble català á la reflexió; (…) Lo mal d’avui es ja vell a la historia d’Espanya. (…)Des que‘l centre del Govern s’estableix a Madrid, la desmembració dels dominis d’Espanya no ha parat mai. (…)Fa sigles que’l poble català viu tancat dins de sa casa, concentrant la seva energía en lo comerç, en la indústria i en lo treball. (…) Mes, que en treurem de que’ls productors catalans creïn una indústria poderosa, orgull de la nostra rassa, (…)nosaltres que no tenim cap solidaritat ni responsabilitat amb los abusos del règim actual perquè’ls hem combatut sempre amb tota la energia de la nostra ànima, ben alt declarem que mai, per fonda que sigui la crisis, estarem al costat de cap injustícia; que lo mateix reprovem als governants ineptes (…) la Unió Catalanista, reivindicant los drets de Catalunya, defensarà amb totes ses forces los interessos de la societat” . (Unió catalanista . «Manifest als catalans», 1898)
En el fragmento anterior de la Unio Catalanista del 12 de Junio de 1989 en Barcelona, se protestaba contra las condiciones de la caída comercial y económica provocada por la Guerra de Cuba y la mala administración centralista del gobierno de Madrid. Hablan de que creen en el triunfo de su causa, la independencia, no por medios violentos, sino mediante una progresiva evolución social.
En el caso de los Países Vascos, la industrialización y el desarrollo social y educativo propició a que a inicios del siglo se comenzara a desarrollar una generación de intelectuales, pensadores y artistas, pero a diferencia del caso catalán, la intelectualidad estaba dividida en cuanto a las ideas nacionalistas que se empezaron a formular en diferentes diarios de la época. En los años 90, un joven, Sabino Arana Goiri publicó “Bizkaya por su independencia”, donde se comienzan a impulsar las ideas independentista-nacionalistas y representa la creación del independentismo. Por su parte, diarios como el Euzkadi del creado partido de Arana el PNV (Partido nacionalista vasco) fundado el 31 de Julio de 1895 que difundieron sus ideas profundamente inspiradas por los ideales románticos de la época pero con componentes basados en la raza mucho más fuertemente que el catalanismo.
“La fisonomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar (ejemplo, los quintos) o si es apuesto, es de tipo femenil (ejemplo, el torero). El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos”. (Sabino Arana, en Bizkaitarra, Bilbao, 7 de julio de 1895.)
En otras regiones como antes mencionaba también se iban a propagar los sentimientos regionalistas y nacionalistas, pero las de mayor importancia fueron la vasca y catalana, sobre todo la segunda en un término inmediato, ya que fue la que mayores presiones políticas provocó a los gobiernos durante la Primera Guerra Mundial y tras su finalización hasta la Dictadura de Primo de Rivera; el nacionalismo vasco retomará su lucha con mayor impulso tras la “ocupación franquista”.
Es interesante contrastar estos dos casos con el gallego, ya que no era una región industrializada, pero que despertó sentimientos nacionalistas que no tuvieron el eco de las anteriores, ya que en una Galicia dominada por la vida de aldea se carecía de proyección social y se circunscribía el nacionalismo a círculos minoritarios de intelectuales, aunque retomará con fuerza tras las consecuencias económicas del fin de la Gran Guerra con la creación del movimiento de las Irmandades de Fala y la publicación de Vicente Risco, “Teoria do nacionalismo galego” en 1920.
Para concluir con la España de pre guerra debemos mencionar que en cuanto al comercio exterior se evidenciaba la gran dependencia extranjera en cuanto a determinadas materias primas, tecnología y manufacturas, principalmente francesas e inglesas.
Por lo tanto, nos encontramos con una España que si bien tenía planes, desde su gobierno, de modernización pero que no poseía las condiciones materiales para dicho fin y se evidenciaba que la base de la mayoritaria parte del país seguía siendo agraria donde para 1914 de la renta nacional que se estimaba en 10.745 millones de pesetas unas 4126 millones correspondían a la agricultura, unas 3825 millones a las profesiones liberales de capital no invertido en industria y solo unas 2783 millones a la industria. De trabajadores activos para 1910 había 4.220.326 empleados en el sector primario frente a 1.034.885 trabajadores fabriles, mineros y de la construcción.
Conclusión:
Como antes mencionaba, los polos industriales estaban en la periferia del territorio español y estaba marcado por una creciente conflictividad y sentimientos de no pertenencia al Estado español y su cultura, pero la modernización de esas ciudades industriales no representaba que sus pobladores tuvieran buenas condiciones de vida, sino mas bien que los obreros vivían en condiciones paupérrimas en los barrios periféricos con indignas condiciones de higiene y con el aumento demográfico de las ciudades industriales, para maximizar sus ganancias, prosperó la subdivisión de las viviendas para alquilarlas a mas cantidad de trabajadores pero con espacios tan reducidos que apenas tenían sitio como para dormir y en algunos casos las habitaciones obreras se alquilaban por turnos solo para descansar de las larguísimas jornadas laborales. Estos fenómenos fueron los que propiciaron la organización obrera, dominada por el socialismo y anarquismo, por la mejora de condiciones laborales y de vida.
Bibliografía
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Unió catalanista . «Manifest als catalans», d. 1. (16 de 6 de 1898). Obtenido de educaciodigital.cat: https://educaciodigital.cat/ioc-batx/moodle/mod/book/view.php?id=11492&chapterid=7802
Yun Casalilla, B. (s.f.). Del centro a la periferia: La economía española bajo Carlos II. Ed. Universidad de Salamanca.
SOBRE EL AUTOR:
Matías Sebastián Blasco es Profesor en Historia en Universidad de Morón (UM) – contacto: blascomatias89@gmail.com