Pocos individuos fueron tan célebres en su tiempo como lo fue Charles Sherwood Stratton, que el ingenio de Phyneas Barnum bautizó como general Tom Thumb, en franca alusión al “Pulgarcito” de los hermanos Grim, libro que recientemente se había publicado en los Estados Unidos y, que a su vez, se refiere al caballero enano que sirvió en la corte del rey Arturo. Stratton había nacido en Connecticut hacia 1838, pero curiosamente no llegó a este mundo tan diminuto como otros de su talla. Mientras que Nicholas Ferry, el célebre Bebé, recibió un zueco por cuna y Carolina Crachami llamada el Hada Italiana dormía en una caja de zapatos, el general nació del tamaño de un niño normal, pesando algo más de 3 kilos. Nada hacía suponer su diminuto porvenir, hasta que a los seis meses de vida su crecimiento se detuvo y para cuando Barnum lo conoció a los 4 años, sólo medía 50cm. Sus padres, avergonzados por el tamaño de su hijo, solían ocultarlo, dado que en esa época toda malformación era interpretada como un castigo divino o una “impresión materna”. Una de las historias que circulaban en la época decía que la madre de Charles había presenciado durante su embarazo la muerte de unos perritos y que por esta razón su hijo había sido condenando a permanecer de por vida con el tamaño de un cachorro.
A pesar de que pocos habitantes habían conocido a Charles, un secreto tan reducido no podía ocultarse en un pueblo tan diminuto, y durante una visita Barnum se enteró de la pequeña maravilla. No le costó mucho al empresario llegar a un arreglo con la familia, dispuestos a deshacerse de esta embarazosa miniatura.
Para el niño seguramente fue el fin de una infancia cruel, llena de vergüenzas y ocultamientos, y a la vez el comienzo de una brillante carrera que le daría fama y fortuna. Barnum se esforzó por hacer del enanito un ídolo. Le enseñó a cantar, a bailar y contar chistes. Las personas que asistían al teatro para ver a esta curiosidad, se encontraban con un espectáculo elaborado donde el General Thumb hacía las delicias del público. Tom se convirtió en una celebridad a la que New York pronto le quedó chica. Más de treinta mil personas fueron a ver su número sólo durante la primera semana de presentación. Barnum, para sumar interés al show, decidió crear alrededor de su reciente descubrimiento una historia fantasiosa por la cual Tom Thumb pasó a tener 11 años en lugar de los seis reales y a ser originario de Inglaterra. Lo vistió con los trajes más elegantes que pudo comprar, obviamente hechos a medida, y lo llevó de viaje por el mundo entero para dar a conocer a la pequeña gran maravilla. Diez mil personas se agolparon en los muelles de New York para despedir al general el día que comenzó su gira triunfal.
Tom llegó a Europa precedido por una campaña publicitaria al estilo Barnum. Tantos dislates, exageraciones y afirmaciones temerarias habían creado un clima de gran expectativa alrededor del enanito. Fue tal el revuelo creado, que la reina Victoria y el príncipe Alberto pidieran conocer a Tom. La reina quedó prendada del pequeño caballero e inició una costumbre, que si bien al principio le resultó algo chocante, con los años fue para Tom una graciosa condena: la reina lo besó en la frente y desde entonces todas las damas se pelearon por besar la cabeza del pequeño general. A lo largo de su vida no menos de un millón de mujeres estamparon sus labios sobre la testa de el general, circunstancia que convirtió al enano en un especialista en ósculos. Tom podía hacer largas disquisiciones sobre las características de los besos de las mujeres, clasificándolas según sus nacionalidades. Le resultaban especialmente molestas las francesas, que insistían en dejar las marcas de lápiz labial sobre su frente, pero le encantaba la efervescencia de las italianas, y la parsimonia de las inglesas.
Su vida transcurría comodamente entre espectáculos y exhibiciones en las que se lucía con su verba graciosa. Pero a pesar de ser ídolo de monarcas, amado por el público, favorecido por la diosa fortuna y buscado por miles de mujeres para darle besos inocentes, Tom suspiraba por la única mujer que podía estar a la altura de este singular galán, la hermosa Lavinia Warren, damita de diminuta altura, de notable belleza y gran corazón ¡Qué mejor partido que Tom, hombre de mundo y de fortuna para una mujer como Lavinia!
Pero el corazón de Lavinia no era tan fácil de conquistar, porque Tom Thumb tenía un contrincante en los escenarios y en el afecto de su amada, el diminuto George Washington Morris Nutt, a quien Phyneas Barnum había elevado el grado de Comodoro, sin que Nutt se hubiese acercado a un barco en su vida, de la misma forma que el general Thumb jamás había comandado ni un pelotón.
Nutt era 6 años menor a Tom y tenía la discutible ventaja de ser unas pulgadas más bajo que el general, como puede verse en las fotos, aunque se desconozca a ciencia cierta su tamaño. Las alturas eran mantenidas en un estricto secreto para que cada uno pudiese autoproclamarse como el más pequeño sin cargo de conciencia. La única medición veraz que se ha registrado fue con la que ingresaron al más alla, momento en que todas estas comparaciones resultan superfluas. De todas maneras, en el ataud Nutt demostró ser más bajo que Tom. En fin todavía no hemos llegado a este triste momento. Resultó ser que Barnum después de que Tom decidiese retirarse del show bussiness para gozar de su fortuna, necesitaba urgentemente un reemplazo. Tom había vendido, a lo largo de sus años de exposición, 20 millones de entradas. Encontrar alguien que sólo vendiese una fracción de esta suma era a todas miras un gran negocio. Al conocerlo a Nutt, Barnum le hizo una interesante (valdría decir interesantísima) oferta para integrar el American Theater. Nutt le dio largas al asunto consciente de su valor, mínimo en altura, aunque rico en rareza. Al final la perseverancia del enano triunfó y Barnum firmó con él el contrato más caro que haya suscrito en su larga carrera de empresario. Además de ser el enano más pequeño que trabajó para Barnum, Nutt podía vanagloriarse de ser el personaje que más plata había podido sacarle al empresario.
Su exposición le permitió ganar fama y naturalmente fortunas, además de ser el candidato de la dama más espléndida a la que podía aspirar, la misma Lavinia Warren que arrancaba suspiros a Tom Thumb.
Mercy Lavinia Warren Bump era oriunda de Massachussets, aunque gustaba darse aires diciendo que descendía del mismísimo Guillermo, el Conquistador, y que su familia había arribado a estas costas en el MayFlour de los Padres Fundadores. Sus progenitores eran de altura normal al igual que cuatro de sus hermanos. Sólo su hermana menor, bien llamada Minie, lucía una talla aun más escasa que Lavinia. Era esta joven una mujer de grandes aspiraciones y pocas cosas podían doblegarla. Lavinia quería ser maestra a pesar de su altura y encontra de todas las opiniones y pronósticos, ejerció la docencia con éxito en su ciudad natal.
Cuando Barnum la conoció acababa de contratar a Nutt y ya veía el viejo zorro, la posibilidad de lucrar a expensas de la pareja de enanitos, justo cuando aparece Tom con la intención de reiniciar su carrera después de su precoz retiro. Era la oportunidad perfecta para Barnum, el trío de sus sueños, dos galanes compitiendo por el amor de una damita y millones de personas dispuestas a pagar por saber quién se quedaba con el corazón de la pequeña belleza. Duro dilema para Lavinia ¿Quién sería el dueño de su amor? ¿El gentil Tom o el astuto Comodoro? Por meses el romance fue la comidilla de los periódicos que destinaban largos artículos a los devaneos amorosos de estos corazones liliputiences. Uno era educado y genitl, el otro amable y simpático ¿a quién elegiría Lavinia?
Al final la caballerosidad de Tom venció y Lavinia entregó sus encantos al diminuto galán con la condición de que éste se quitara el bigote que se había dejado crecer y que tanto le disgustaba a la madre de la novia. “Me cortaría las orejas con tal de obtener un sí” contestó el mirmidón enamorado.
La fecha de la boda se fijó para el día de San Valentín. ¡Qué otra fecha hubiese elegido Barnum! Ese día los diarios del país, enfrascados en los relatos de las crueles batallas de la guerra civil, hicieron una tregua para contar los entretelones del enlace. El Comodoro aceptó como un gentleman la decisión de Lavinia y a instancias de Barnum pidió ser el padrino de la boda, cosa a la que la pareja accedió, no sólo por condescendencia, sino por un astuto sentido de autopromoción. Como madrina de casamiento fue elegida la hermana de la novia, la más pequeña Minie. Al conocer Nutt a Minie quedó encantado con la jovencita a punto tal de que durante la ceremonia se dispersó entre los 2000 invitados el rumor de que el Comodoro pediría la mano de Minie. Barnum estaba fascinado por este nuevo menáge a quatre. Es de suponer, que detrás de este rumor se escondía la mano ejecutiva del astuto empresario, o al menos su deseo de repetir tan singular evento que tan buenos dividendos le atraía, ya que vendió las entraads para asistir a la boda a 75 U$S. Pero entre el Comodoro y Minie lamentablemente no hubo química a pesar de compartir el viaje de bodas de la novel pareja, que aprovechó su himeneo para exhibirse en Europa, y especialmente en Inglaterra, donde la reina Victoria se reencontró con su viejo amigo y su singular esposa. Por años los Stratton viajaron, se exhibieron en distinos paises y continuaron facturando y llevando la vida de pequeños dignatarios. Existe una foto del matrimonio con un bebé de brazos, que evidentemente no podía ser propio porque Lavinia, dado su tamaño, no hubiese podido sobrevivir a un parto. Justamente, en esas condiciones murió su hermana Minie, cuando despechada por el desinterés del Comodoro, se enamoró de un caballero del tamaño equivocado y terminó falleciendo durante el alumbramiento.
Tomb Thumb murió sorpresivamente en 1884, y para consternación de la Sra. Stratton nada quedaba de la supuesta fortuna del falso general ¿Qué fue de todo el dinero que habían amasado a lo largo de esos años? Nadie lo sabe, quizás fueron algunas inversiones desafortunadas las culpables del naufragio financiero o acaso los gastos impresionantes en los que incurría el Sr. Stratton para mantener el ajetreado ritmo de vida de la Sra Stratton. Lo cierto es que el patrimonio de la pareja se había evaporado. Lavinia se mostró consternada por la noticia y hubiese caído en un estado depresivo si no fuera por el consejo de Barnum “Siga avanzando Sra Stratton, siga avanzando”. El viejo zorro sabía que ella podría rehacer su vida y su fortuna con sólo continuar su exposición. Algunos creyeron que Lavinia habría de reiniciar la truncada relación con el Comodoro, pero Nutt estaba tan enfermo (padecía una insuficiencia renal) que poco despuésdejaba para siempre este mundo que le había negado la dicha del amor, por más pequeño que fuera.
Apenas había transcurrido un año de la muerte del general Thumb, cuando Lavinia encontró consuelo a sus penas en los brazos del diminuto conde italiano, Primo Magri, otro liliputiense, que en este caso no usurpaba títulos ni honores. Magri sí era conde, y con sus modales principescos conquistó el corazón de la damita. Se casaron en 1885 y al igual que con su anterior marido pasaron varios años viajando y exhibiéndose a lo largo y ancho de este mundo al que deleitaron con arias de ópera en un delicioso espectáculo. Lavinia escribió sus memorias, que fueron publicadas en 1906. En ellas contaba las vicisitudes de su larga vida, los singulares momentos que le tocó vivir, especialmente cuando debió elegir entre estos dos inusuales contrincantes cual sería el hombrecito de su vida. Lavinia Warren Stratton Magri murió en 1919 a los 78 años.
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Texto extraído del libro Criaturas del Señor (Olmo Ediciones)