Raoul Dufy, el enfermo saludable: La historia del artista y su lucha contra la artritis

No fue el primero, ni el último, en sufrir una artritis invalidante, pero sí el primero en beneficiarse con un tratamiento que alivió los síntomas y signos de la enfermedad y le permitió continuar con su carrera. Otros artistas debieron moderar su ritmo de trabajo al padecer los dolores y limitaciones de movimientos por la inflamación que caracteriza esta afección, fruto de la autoagresión inmunológica.

Miguel Ángel, Sandro Botticelli, Pedro Pablo Rubens y Auguste Renoir fueron algunos de los artistas condicionados por esta limitación, para solo hacer mención de los más destacados.

Hasta 1885 lo único que podían hacer para mejorar la sintomatología era reposo, evitar los climas fríos y húmedos, asistir a balnearios, tomar sol (por si era una artritis asociada a psoriasis) y aplicar frío o calor a la articulación en cuestión. También podían usar algún derivado de la morfina como analgésico, pero en pacientes crónicos esto lleva a la dependencia. Justamente en 1885, apareció el primer analgésico y antiinflamatorio que aliviaba las molestias de esta enfermedad autoinmune, el salicilato.

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Para cuando Dufy se vio limitado por la artritis, ya era un artista dueño de un particular estilo, donde los colores se independizaban de las formas. Los colores, para el artista, tenían vida propia y desbordaban los límites del dibujo. Esta forma de pintar con una explosión cromática , era llamada Fauvismo (del francés fauve, fiera).

En 1935 la deformación de las extremidades de Dufy era tal, que aprendió a pintar con las dos manos y se volcó a la acuarela que requería menos esfuerzos. Para huir del frío clima parisino, se instaló primero en Niza y una vez iniciada la guerra buscó refugio cerca de la frontera española, en un pueblo llamado Céret. Esta villa pronto se convirtió en una colonia de artistas e intelectuales que huían de la guerra, como Picasso, Braque, Picabia, Juan Gris, el poeta Max Jacob, el compositor Déodat de Séverac y el pianista Ricardo Viñes Roda.

Cerca de Céret, en Perpignan, tenía su clínica el Dr. Nicolau, quien acogió al artista en su hogar mientras lo trataba con sales de oro asociadas a azufre, productos del laboratorio Lumiere, que pertenecía a los hermanos que habían desarrollado al cinematógrafo.

El Dr. Nicolau seguía las indicaciones del Dr. Jacques Forestier (1890-1978), un entusiasta de las sales de oro, que aplicó en sus pacientes mientras fue director del sanatorio en Aix-les-Bains.

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La mejoría fue notable y Dufy volvió a su trabajo con renovado entusiasmo, pero casi cinco años más tarde, sufrió una recaída y el Dr. Nicolau desaconsejó continuar con las sales de oro, porque estas tienen efectos acumulativos. Su administración en exceso, aumentala la toxicidad y, por lo tanto, los efectos colaterales. El artista estaba desesperado y se prestaba a cualquier tratamiento con tal de no sufrir ni verse obligado a dejar su actividad artística. En 1945 intentó la piretoterapia, un tratamiento que consistía en inducir fiebres altas inyectando leche o material con bacterias atenuadas. La fiebre alta podía eliminar a la espiroqueta pálida que producía la temible sífilis (esta espiroqueta es sensible a la temperatura). Este es un buen ejemplo de como, cada vez que aparece un nuevo tratamiento beneficioso para cualquier enfermedad, se populariza siendo utilizado en otras afecciones con indicaciones más discutibles. El promotor de este método era el psiquiatra austríaco Julius Wagner-Jauregg (1857-1940) a quien le fue concedido el Premio Nobel por esta aplicación.

Como la piretoterapia no funcionó en el caso de Dufy, intentó con el suero de Bogomoletz, también llamado suero antirreticular citotóxic que, según lo que decía el médico ucraniano Bogomoletz, aseguraba la longevidad en sus pacientes. Este suero era un material orgánico obtenido de varios animales (conejos o carneros), previamente inoculados con bazo y médula de personas jóvenes.

Un médico ruso, llamado Alexandre Salmanoff (1875-1964), recomendaba a los pacientes años, una cura a base de zanahorias, friegas y baños térmicos con trementina que debía realizarse en balnearios. Este método “anti-age” mejoraba la circulación periférica y en algo benefició la sintomatología de Dufy.

Mientras realizaba este tratamiento en Caldas, conoció a dos médicos norteamericanos admiradores de sus obras, Freddy Homburger y Charles Bonner, quienes estaban valorando el efecto de los extractos de glándula suprarrenal en el tratamiento de la artritis. Estos resultados se habían difundido en el Congreso Internacional de Enfermedades Reumáticas, producido en New York en 1949. Cuando se enteraron que Dufy padecía una artritis generalizada por un reportaje en la revista “Life”, le propusieron a Dufy trasladarse a Boston para seguir este tratamiento.

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Desesperado por el dolor, Dufy se prestó a la terapia y a tal fin, viajó a USA, donde fue tratado con acetato de cortisol de la firma Merck. Dufy quedó encantado con la acción beneficiosa de la corticoterapia, que le permitió volver a trabajar. Incluso pintó una acuarela que los laboratorios Roussel usaron como publicidad. La obra se llamaba “La Cortisone“.

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Sin embargo (siempre hay un pero) los efectos colaterales del cortisol, y de otro corticoide llamado prednisona, fueron minando la salud del artista, que paliaba con otros remedios sus consecuencias nocivas. Al final de sus días Dufy tomaba cuatro aspirinas, sales de calcio y un estrógeno (Premarin) para combatir la osteoporosis que producía la cortisona. También tomaba anfetaminas porque así combatía el apetito feroz que le ocasionaban los corticoides.

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A Francia volvió un Raoul Dufy de aspecto más saludable del que había partido a USA. Antes de viajar era un hombre consumido por la artritis y volvió un hombre robusto que podía moverse mejor y que había vuelto a pintar, pero que llevaba en sus entrañas el inicio de un luctuoso final. Era, lo que podíamos llamar con algo de cinismo, un enfermo saludable.

En 1953, a consecuencia del uso de corticoides y aspirinas sufrió una hemorragia intestinal incontrolable. Este artista, pintor de flores exuberantes y paisajes bucólicos, fue enterrado en Niza.

Dufy es el placer“, decía Gertrude Stein de la obra de este artista, aunque este placer osciló entre el goce y el dolor y fue de la alegría a la angustia de verse de verse limitado para expresarse con su arte.

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