A pesar de que la figura del británico Sam Bellamy (más conocido por su nombre de pirata, «Black Sam») no ha sido utilizada en ninguna superproducción de Hollywood, su historia poco tiene que envidiar a la de personajes más populares como Edward Teach («Barbanegra») o Henry Morgan. No en vano logró ser reconocido como el filibustero más rico de los siete mares al amasar un tesoro de cientos de millones de dólares a base de robos y saqueos. Y todo ello, sin perder la fama de justo que le granjeó el sobrenombre del «Robin Hood de los mares».
Sin embargo, la vida de este bucanero acabó en tragedia allá por 1717, cuando una tormenta hizo naufragar su gigantesco buque a la altura de Nueva Inglaterra.
El día de su muerte, el navío de Bellamy (el otrora barco de esclavos «Whydah Gally») se fue al fondo del mar acabando con la vida del mismo capitán, 140 tripulantes (solo sobrevivieron dos) y cuatro toneladas en oro y plata. A partir de entonces, el lugar exacto en el que las tempestades dieron buena cuenta de este bajel permaneció en secreto, oculto por la negrura del fondo marino. Así, hasta 1984, año en que un grupo de arqueólogos liderados por Barry Clifford halló los restos frente a las costas de Cape Cod (Massachusetts, Estados Unidos). Con su descubrimiento, parte del misterio quedó resuelto. No obstante, siempre quedó un cabo suelo en esta historia: ¿Qué sucedió con «Black Sam»?
La incógnita se mantuvo hasta hace dos semanas, momento en el que el Whydah Pirate Museum de Yarmouth (en Massachusetts) informó de que habían sido hallados en el pecio unos restos humanos y una pistola que, hasta ahora, habían permanecido ocultos bajo una masa endurecida de arena y piedra.
Estos huesos podrían pertenecer a cualquier miembros de la tripulación de «Black Sam». Con todo, y según ha desvelado el diario « Daily Telegraph», expertos como el forense Timothy Palmbach creen que todo apunta a que son del propio Bellamy. «La posibilidad de que sea el fémur de Bellamy es muy convincente. La pistola que fue hallada al lado del hueso era de Bellamy sin ninguna duda. Tiene características, símbolos únicos y estaba envuelta con una cinta de seda decorativa muy cara», ha desvelado el profesor en declaraciones al mencionado periódico.
Romper el misterio
Ahora, para corroborar que Bellamy ha sido por fin encontrado, el Whydah Pirate Museum ha encargado una serie de pruebas forenses que determinarán si el ADN de los huesos hallados se corresponde con el de los descendientes de este famoso pirata.
«Tenemos conexión con los descendientes directos de Sam Bellamy. Hace dos años se presentaron en el museo y mostraron varios documentos que demostraban que son de la misma sangre. Entre ellos, su partida de bautismo», ha señalado al «Daily Telegraph» Christopher Macort, arqueólogo y director de una de las exhibiciones del centro. En sus palabras, todo encaja, pues el bucanero se mudó de Inglaterra a Massachusetts en 1715.
En este caso la suerte ha estado del lado de los científicos, pues la ingente cantidad de restos que había alrededor del cuerpo han permitido que se hallen a día de hoy en buen estado. «Los huesos estaban rodeados por una especie de sarcófago de herramientas y armas. Una cápsula del tiempo. Es algo muy emocionante», ha añadido Macort.
No le falta razón, pues el fémur que desvelará al fin uno de los grandes misterios de la historia estaba protegido por trozos de hierro, piedra, plata y oro. «Todo lo que hemos encontrado está en muy buenas condiciones, incluidos los tejidos blandos, el cuero y muchas piezas textiles. Algunos de los restos están dañados, por lo que está claro que su dueño murió de forma violenta», completa el experto.
Riqueza y tragedia
Como la de la mayoría de los piratas de la época, la historia de Sam Bellamy se encuentra a caballo entre la leyenda y la realidad. Según la mayoría de expertos, este pirata nació el 23 de febrero de 1689 en Devonshire (Inglaterra). Posteriormente viajó hasta el Nuevo Mundo (por entonces no tan nuevo, la verdad) y, según afirma Gail Selinger en «Pirates of New England: Ruthless Raiders and Rotten Renegades», conoció a una mujer que le cambió la vida: María Hallet. Una joven de apenas 16 años de la que se enamoró en una taberna y con la que tuvo un hijo de forma secreta. Ávido de conseguir dinero, nuestro protagonista se dedicó entonces a rescatar las riquezas de los buques hundidos junto a su colega, un tal Paul Williams.
Para su desgracia, su nuevo trabajo como buscador de tesoros no le granjeó grandes riquezas y, poco después, acabó dándose a la piratería. Más concretamente, se enroló junto a Williams en el buque «Marianne», del famoso bucanero Benjamín Hornigold. Este dato lo corrobora Colin Woodard en su libro «La república de los piratas», donde explica que «Black Sam» llegó a conocer al mismísmo «Barbanegra»: «Bellamy y “Barbanegra” fueron amigos tras servir juntos a las órdenes de su mentor, Benjamín Hornigold, fundador de la república pirta de Nassau, en la isla de Nueva Providencia». El autor, a su vez, señala que nuestro protagonista fue muy cauto en el uso de la crueldad y que se limitó a emplear el terror para forzar la rendición de sus víctimas. «En las prolijas descripciones conservadas de sus ataques […] no se documenta ni una sola vez que matara a un prisionero», añade.
En 1716, un motín acabó con el mando de Hornigold. El poder le fue entregado a Bellamy, quien se ganó pronto la fama de ser justo con aquellas presas a las que atacaba y acudir a la batalla siempre limpio y vestido con ropa a la moda. «Black Sam» dio su mayor golpe en 1717, año en que capturó el buque de esclavos «Whydah Gally» (una gigantesca mole de 300 toneladas y 18 cañones que estaba cargada con cuatro toneladas y media de oro y plata). En solo un año, el capitán usó este bajel para recorrer el Caribe y la costa este de los Estados Unidos atacando a 54 enemigos y reuniendo un tesoro que, a día de hoy, equivaldría a 120 millones de dólares (según la revista Forbes).
En 1717, sin embargo, le llegó el final cuando se metió de bruces con el «Whydah Gally» en una terrible tormenta. El bajel no pudo resistir los envites del agua y, finalmente, se fue a pique dejando en el fondo del mar cuatro toneladas y media de oro y plata. De los 142 tripulantes solo sobrevivieron dos. Aunque 102 cuerpos fueron arrastrados hasta la playa al día siguientes. Estos fueron enterrados en una fosa común, pero Bellamy y 40 marineros más no tuvieron esa suerte.