Martín Coronado nació en Buenos Aires, el 4 de julio de 1850. Era hijo de don Juan Coronado y de doña Carolina Rubira. En su ciudad natal realizó los primeros estudios en la escuela de don Juan Sustaita, para continuarlos luego en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, que dirigía aquel notable maestro llamado don Alberto Larroque. En 1867, ingresó a la Universidad de Buenos Aires donde cursó estudios de derecho, pero los abandonó en 187 cuando se hallaba en segundo año para consagrarse a las letras, y colaborar en el diario La Prensa. Alternó con Adolfo Lamarque y Rafael Obligado en asociaciones literarias de aquel tiempo, y escribió en otros diarios bonaerenses. Sin embargo, obtuvo el título de escribano público, y se desempeñó como jefe del Registro Civil en la ciudad de Buenos Aires durante once años. Desde temprana edad reveló condiciones nada comunes para la poesía, y ya en 1870, dio a la estampa su poema Siempreviva, que tuvo honda repercusión, al que le siguieron Canto a Jesús, Bajo los Sauces y El Roto. Se dice que no había descubierto su vocación teatral hasta recitar en Mercedes (Provincia de Bs. As.) en la Sociedad Porvenir Literario, el 24 de setiembre de 1870, el poema Una historia. Tres años más tarde, publicó su primer libro titulado Poesías. La edición se agotó rápidamente, y en 1904, reeditó el libro, aumentada la colección con nuevas piezas. Sus más conocidos poemas, son aquellos en los que, como Visión de ensueño, Carapachay, Soledad, La tarde, Renacimiento, El último sueño, El Voto ó En la playa, pone de manifiesto su lírico amor por los paisajes de la patria, siendo su mayor éxito la oda La Cautiva, sobre el rescate de las Islas Malvinas, escrito en 1879, al retornar las cenizas de San Martín a su patria. Pero su fama se debe especialmente a su feliz carrera teatral, que le deparó la mayor popularidad. Sus primeras obras no fueron sino imitaciones del teatro español y aunque en algunas de ellas haya desarrollado temas argentinos, las características de la versificación y las evidentes reminiscencias de Zorrilla impiden tomar en consideración estos meros ensayos de su talento. Su primera obra teatral fue La rosa blanca, poema dramático estrenado en el Teatro de la Ópera, el 16 de junio de 1877, por la compañía española de Hernán Cortés. En ella, no logró destacar su vena, al extremo de que no se la considera como pieza de teatro, sino como poema dialogado, siendo incluida en la segunda edición de sus Poesías. A éstas seguirán los éxitos renovados de Luz de luna y luz de incendio, episodio de la época de Rosas, que no tuvo mayor resonancia antes de 1880, y reapareció años más tarde con el título de Bajo la tiranía. En 1883 escribió Salvador, que no fue estrenado hasta 1885. Llevó a las tablas, en 1893, Cortar por lo más delgado, drama en tres actos y en prosa, dado a conocer por la compañía española de Mariano Galé, que también estrenó más tarde Un soñador (prosa) y Justicia de antaño (verso), esta última, en el Teatro Mayo, el 2 de agosto de 1897. Una obra importante dentro de su dramática, que gozó de éxito popular, fue La piedra del escándalo, drama en tres actos y en verso, representada por la compañía criolla de los hermanos Podestá, escrita algunos años atrás. Se estrenó el 16 de junio de 1902 en el Teatro Apolo, y la pieza fue representada quinientas veces consecutivas, caso sin precedentes en la historia del teatro argentino. Con esta obra Martín Coronado inició una nueva época de genuino ambiente nacional que, acreditada por el éxito, le hizo producir Culpas ajenas (1903), Flor del aire (1904), Parásitos (1904), Tormenta de verano (1905), El sargento Palma ( 1906), La vanguardia (1907), Parientes pobres (1907), Sebastián (1908), Vía libre (1909), Mil ochocientos diez (1910), Los curiales (1910), El hombre de la casa (1911), escritas casi todas en verso , románticas y de buena factura literaria. Siendo ya muy anciano, reapareció en el tablado con La chacra de don Lorenzo, dada por primera vez en el Teatro Politeama, el 30 de marzo de 1918, drama en tres actos y en verso, al igual que su mayor éxito. El auditorio y la crítica aplaudieron con benevolencia al venerable patriarca de la escena, fundador del teatro argentino. A su brillante carrera teatral, se agrega una novela, La bandera, y su compilación Colección de trozos selectos, en prosa y verso, de autores americanos. Fundó en 1879 el periódico literario El Correo Americano, y colaboró en el Álbum poético argentino, y en otras revistas. Fue presidente de la Academia Argentina de Letras, cargo que ejerció desde 1877 hasta 1879. En el seno de esta corporación planteó el problema del teatro nacional. Ricardo Rojas lo sitúa entre los escritores de la “generación de los ochenta“, que más tarde conquistó su consagración en las letras. Falleció en su quinta de Caseros (Prov. de Bs. As.), el 20 de febrero de 1919, cuando todavía el aplauso no se había extinguido en sus oídos. Se había casado con doña Julia Chaves. Al ser inhumados sus restos, don Enrique García Velloso pronunció un discurso en nombre de la Sociedad Argentina de Autores.