Proveniente de una familia de clase baja, Macario Sakay trabajó en su juventud de aprendiz de varios oficios: montador de coches, sastre y barbero. Después se enroló como actor en una compañía teatral, en la que al parecer comenzó a adquirir conciencia de los problemas del pueblo filipino. Puesto en contacto con algunos miembros del Katipunan, Sakay decidió unirse a esta sociedad secreta independentista en 1894, participando activamente en la preparación del alzamiento armado de agosto de 1896 junto a Emilio Jacinto y Andrés Bonifacio, y a continuación en la guerra desencadenada contra las fuerzas españolas. Tras estallar la contienda con los Estados Unidos en febrero de 1899, Sakay fue detenido y condenado a prisión por actividades subversivas, no obteniendo la libertad hasta después de la rendición oficial de las fuerzas filipinas comandadas por el presidente Emilio Aguinaldo y la concesión de un amnistía general (1902).
Decidido a no aceptar el dominio extranjero y continuar la lucha por la independencia, Sakay se reunió junto a otros ex-katipuneros -Francisco Carreón, Cornelio Felizardo o León Villafuerte, entre otros- en las montañas del suroeste de Luzón para fundar la República Tagala (República de Katagalugan), de la que él mismo fue designado presidente o generalísimo. Esta república se organizó según los parámetros del antiguo Katipunan con el objetivo de evitar ser capturados por las autoridades, y aprovechando la experiencia de combate de sus miembros lograron importantes éxitos contra las tropas norteamericanas mediante el empleo de hábiles tácticas de guerrilla y de espionaje; contaron además con el apoyo de los campesinos locales, que les suministraban víveres e información sobre los movimientos del enemigo.
A finales de 1904 Sakay y sus hombres, vestidos con uniformes gubernamentales, atacaron por sorpresa la guarnición estadounidense de Parañaque y lograron apoderarse de gran número de armas y municiones. No obstante, la estrategia de Sakay comenzó a perder eficacia cuando las autoridades, ante la dificultad de poner fin a la rebelión por medios convencionales, tomaron medidas más drásticas: destrucción de cosechas y aldeas, concentración de la población en unos pocos pueblos vigilados o utilización de perros adiestrados en la persecución.
Viéndose acorralado y con sus fuerzas muy reducidas, Macario Sakay decidió aceptar las ofertas de paz del nuevo gobernador estadounidense Henry Clay Ide (1844-1921), quien a cambio de la rendición prometía dejarles en libertad y acceder a algunas de las peticiones de los rebeldes tagalos. Sin embargo, todo ello respondía a una maniobra de engaño con el fin de apresarle: cuando Sakay y sus seguidores llegaron a la reunión con los representantes del gobierno, los soldados procedieron a desarmarles y encerrarles en prisión (julio de 1906). Juzgado por bandidaje, Macario Sakay fue condenado a muerte y ahorcado un año más tarde.
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