La muerte de un sabio

Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) es el modelo eximio del “polígrafo”, esto es, un hombre que escribe acerca de los temas más diversos, siempre con solvencia y tras cuidadosas investigaciones. Sus campos de actividad van desde la historia de las ideas (a la que aportó una obra fundamental que conserva todo su valor, la Historia de los heterodoxos españoles) hasta la crítica literaria, de la que legó una obra cumbre, la Antología de poetas hispano-americanos (1893-1895) en cuatro volúmenes, que en su reedición tituló Historia de la poesía hispanoamericana. Lo mismo sucedió con su Antología de poetas líricos castellanos (1890-1908), en trece tomos reimpresa en 1911 con el título de Historia de la poesía castellana en la Edad Media. Asombra la extensión de la labor de Menéndez Pelayo en sus cincuenta y seis años de existencia. Hizo el bachillerato en Santander y los estudios universitarios en Barcelona y Madrid. Liberal en sus primeros años, terminó enfrentado con los krausistas y los hegelianos —con los que polemizó en La ciencia española (1876)—. En Madrid, además de obtener su cátedra, frecuentó la tertulia de Juan Valera. Fue miembro de la Real Academia Española (1880), diputado (1884-1892), director de la Biblioteca Nacional de España (1898 y 1912) y director de la Real Academia de la Historia (1909). En su madurez reasumió algunos aspectos de su liberalismo de juventud, aunque desde un punto de vista esencialmente católico. Es célebre su enfrentamiento de años con Benito Pérez Galdós, de quien, sin embargo, terminó siendo amigo tras rectificar algunas duras críticas a su obra. Es también autor de una Historia de las ideas estéticas en España (1883-1891) en cinco tomos, en la que, al igual que en La ciencia española, reivindica una tradición nacional distinta del resto de las europeas. Cinco volúmenes ocupan susEstudios de crítica literaria y cuatro los Orígenes de la novela. La edición de sus Obras completas, en 1940, a las que posteriormente se añadirían el Epistolario y la Bibliografía, llevó 65 tomos. La obra de Menéndez Pelayo fue continuada por su sobrino, Ramón Menéndez Pidal, y su discípulo, Adolfo Bonilla y San Martín.

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