El almirante Daniel Solier murió repentinamente el 17 de junio de 1903, a los 58 años de edad; mientras navegaba a bordo del yate “Varuna” en compañía de los hermanos Mulhall, propietarios de la nave; en viaje a Montevideo.
Señala la crónica que “Serían como las 5 de la tarde cuando el Sr. Solier, que se hallaba sobre cubierta observando la costa con un catalejo se desplomó de pronto, víctima de un accidente cardíaco que le ocasionó la muerte instantánea.”
De pronto, se desató un feroz temporal que impidió al yate la aproximación a Maldonado Mientras se aguardaba el rescate, su cuerpo debió ser trasladado a cubierta con tan mala fortuna que mientras se lo sujetaba para no ser arrastrado por las olas, una “bandada de agua arrasó la cubierta del pequeño buque arrojando al mar al vicealmirante y al joven marino”, siendo los restos de Solier y del marino, el cabo Luis Trelaun rescatados con un bote.
Finalmente se arribó a Montevideo, donde se le rindieron honores y se dispusieron los preparativos para el regreso a Buenos Aires.
Solier había abandonado las aulas para alistarse en el ejército al estallar la guerra de la Triple Alianza.
Tras distinguirse heroicamente en varias batallas; en la de Curupaytí, fue gravemente herido y rescatado a la grupa de su caballo por su amigo el entonces capitán Julio Argentino Roca. En 1874 luchó con el grado de teniente coronel de Guardias Nacionales en la Batalla de La Verde. Ese año donó las tierras para la creación del pueblo de Valentín Alsina (Buenos Aires), convirtiéndose en su virtual fundador.
Prosiguiendo su brillante carrera en la Armada. Asistió a la Campaña del Río Negro y formó parte de la Expedición Py a las márgenes del río Santa Cruz.
En 1882 fue elegido diputado nacional en representación de la provincia de Buenos Aires.En 1902 integró la delegación enviada a Chile en cumplimiento de los pactos y a los efectos de tratar cuestiones de límites y de la reducción mutua de armamentos navales. Partió al mando del crucero acorazado San Martín acompañado por el teniente general Luis María Campos; siendo condecorado por los gobiernos argentino, uruguayo, brasileño, español, italiano y por el Instituto de Ciencias de París por sus observaciones astronómicas del tránsito del planeta Venus, realizadas en 1882.
Pero Solier no solo era el sufrido y curtido militar de las batallas, sino también un hombre de mundo; que había viajado a Europa y descollaba en la vida social del Buenos Aires de principios de siglo.
Amaba navegar por el estuario del Plata y así, puede decirse de Solier, como marino, se despidió del mundo terrenal como hubiera querido, en su elemento, en su espacio.
La llegada de sus restos a Buenos Aires fue un acontecimiento apoteósico y conmocionante que convocó a multitudes, además del mismo presidente, Julio A. Roca, quien seguramente recordó el dramático suceso de 37 años atrás cuando había rescatado a su amigo subiéndolo a la grupa de su caballo en medio del fragor y sangriento campo de batalla.
Junto al presidente, familiares, funcionarios, pares y miembros de la familia militar, el cuerpo diplomático y público en general acompañaron el solemne cortejo fúnebre que recorrió las calles de Buenos Aires rumbo al cementerio de la Recoleta.
La crónica nos recuerda que “Después, colocado el féretro en la gran carroza de estilo gótico, que adornaban dorados cortinados, y en la cúpula trofeos y coronas junto a la bandera nacional, la columna se puso en movimiento, guiados los corceles por palafreneros de galoneados uniformes, a quienes acompañaban ocho lacayos.
Al frente del largo cortejo marchaba el regimiento de lanceros batidores, cuya banda lisa hacía oír tristes fanfarrias, siguiendo después dos imperiales cargados de coronas, la escuela de mecánicos de la armada, tres batallones de desembarco, y, por último, una parte del escuadrón de seguridad…”
Edward Thomas Mulhall Flood, nacido en Dublin, Irlanda en 1832 y fallecido en Buenos Aires, en 1899 y Sarah Eliza Eborall Redding, nacida en 1841, en Lichfield, Inglaterra ; fallecida en Buenos Aires, Argentina el 29 de junio de 1927; habían casado en el año 1856.
De este matrimonio nacerían Guillermo, Eduardo, Thomas, Jaime, Julio y Samuel
Protagonistas de esta tragedia fueron tres de ellos: Julio, Eduardo y Jaime, a quienes vemos en las imágenes.
Julio, nacido en 1880 y fallecido en 1960; contraería matrimonio el 5 de junio de 1920 con Dora Enriqueta Huergo Rocha, nacida en 1896, naciendo dos hijos: Eric y Gladys.
Eduardo había nacido en 1867 y moriría en 1923. En 1856 había contraído enlace con Celia Bernardeau teniendo una hija: Eloísa.
En tanto, Jaime Estanislao había nacido en 1875, casó con Laura Girondo Uriburu en 1902 teniendo tres hijos: Josefina, Guillermo, fallecido en 1958, a los 53 años de edad y Laura, que moriría en 1975.