La leyenda de Juan Filloy

Se dice Fiyoy, ¿eh?… no Filoy.

Mi apellido es gallego

Juan Filloy nació en la ciudad de Córdoba y fue socio fundador del club Talleres, que luego llegó a presidir, aunque nunca jugó al fútbol. Fue miembro de la Federación Argentina de Box, bibliotecario, caricaturista, miembro del Museo de Bellas Artes de Río Cuarto. Fue columnista ad honorem del diario El Pueblo de Río Cuarto durante sesenta años. Sin haber jugado nunca al golf, fue el más entusiasta socio fundador del Río Cuarto Golf Club en 1932. Abogado, juez de cámara, traductor, lector… y escritor desaforado.

Filloy estudió abogacía en la Universidad de Córdoba. Su egreso como abogado coincidió con la Reforma Universitaria de 1918, en la que tuvo una activa participación. Compartió su profesión de abogado y magistrado con la escritura de novelas y poesías.

Publicó, entre muchas otras, las siguientes obras: Periplo (1931), Balumba (1933), Aquende (1936), Caterva (1937), Finesse (1939), Vil & Vil (1975, novela prohibida por la junta militar, lo que le valió un interrogatorio que duró horas, durante las cuales no habló de otra cosa que no fuera literatura). Todos los títulos de sus obras constan de sólo siete letras, otra de sus humoradas, esta vez para intentar diferenciarse de la fauna literaria que lo rodeaba.

Integró a partir de 1936 el grupo editor de la revista Fábula cuadernos de literatura y arte surgida en La Plata, acompañado de Emilio Pettoruti, María Adela Domínguez, Emilia A. Pereyra, Miguel Angel Gomez, Tobías Bonesatti, Ricardo E. Posse, Adolfo Bioy Casares y otros.

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Durante sus años de magistrado, escribió la provocativa novela ¡Estafen!, con la que atacó de forma directa el orden social, subvirtiendo la noción de justicia. Sorprende corroborar que la mayoría de sus escritos aparecen en los años 30s, época en que la literatura argentina no ofrece muchos ejemplos ni remotamente similares.

Julio Cortázar se decía uno de sus alumnos. Adolfo Bioy Casares y Camilo José Cela lo definieron como “uno de los mayores escritores de habla hispana”. Algunos estudiosos lo consideran un precursor de Leopoldo Marechal, un socio a la distancia de Roberto Arlt. Se carteó con Sigmund Freud, que le escribió felicitándolo por su novela Op Oloop, de 1934, acusada de pornográfica por el intendente porteño de ese entonces. El crítico holandés Peter Venmans escribió, a propósito de la traducción de Op Oloop aparecida en Holanda en 1997, que el estilo de Filloy es “de una ironía superior, precioso, pedante, lleno de palabras alambicadas y hallazgos literarios que parecían imposibles”.

Su afición a los palíndromos, lo llevó a proclamar que era el “recordman mundial de palindromía”. “Los argentinos somos campeones de fútbol, pero muy pocos saben que tengo el récord mundial de palindromía”, afirmaba Filloy. “En ninguna lengua ni en ningún lugar existe alguien que haya escrito tantos palíndromos como yo. (…) Miro las palabras y enseguida sé si son palindrómicas o no; tengo la visión retrospectiva… ¿No ha visto a los linotipistas, que leen los lingotes de atrás para adelante con total facilidad?” Según sus propios cálculos, Filloy llegó a plasmar unos 8.000 palíndromos.

Juan Filloy murió un sábado de julio del año dos mil. Tenía 106 años y una vida que parecieron miles.

 

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