Ante la muerte de Mercedes, princesa de Asturias, en 1904, la cuestión del matrimonio real se convierte en una cuestión de Estado. Con el doble fin de elegir esposa entre las princesas casaderas europeas y afianzar las relaciones internacionales, el joven rey, Alfonso XIII, 18 años, visitará en 1905 Francia y el Reino Unido.
En el palacio de Buckingham y en el trascurso de una cena conocerá a una nieta de la reina Victoria, la princesa Victoria Eugenia (Ena) de Battenberg, una belleza rubia y de ojos azules de la que Alfonso XIII quedará plenamente enamorado. Ena le corresponde y a lo largo de los meses siguientes se establecerá entre ambos jóvenes una intensa relación epistolar que augura la idea de un próximo matrimonio.
En 1906 se celebran dos bodas: el 12 de enero la de la infanta María Teresa con su primo Fernando de Baviera (Nando, para la familia) en la Capilla de Palacio y el 31 de mayo la de Alfonso XIII con Victoria Eugenia en la iglesia de los Jerónimos en una ceremonia mal organizada por el Gobierno Moret y en la que la infanta Isabel se verá precisada a utilizar todos sus conocimientos de protocolo para reparar los desajustes y descoordinación en la colocación de los invitados “príncipes y princesas, embajadores, grandes de España, miembros del Gobierno y autoridades, con toda la pompa de sus uniformes, medallas, vestidos y joyas“.
El trágico punto final a la ceremonia lo pondrá la bomba arrojada desde un balcón de la calle Mayor por mano del anarquista Mateo Morral al paso de la comitiva de carruajes hacia el Palacio Real y que ocasionará veintiún muertos y más de un centenar de heridos, si bien los reyes salieron ilesos. A pesar del atentado, el programa de fiestas no sufrirá ninguna alteración y el terrorista, acorralado por la policía, se suicidará días más tarde.
La llegada radiante de Victoria Eugenia a la Corte española va a suponer un gran cambio para la familia real. La reina, que no habla castellano y tardará en aprenderlo es “elegante sofisticada, moderna y joven“. La alta sociedad española queda deslumbrada por las nuevas costumbres qu ella encarna: “se viste de forma actual, se maquilla, fuma en público, le gustan las fiestas, los deportes y trasmite nueva alegría al adusto ambiente de palacio” donde pronto se rodeará de nuevas damas elegidas entre la jóvenes de la nobleza por su elegancia y belleza.
María Cristina, la reina madre y Victoria Eugenia representan, en sentido simbólico, las viejas y las nuevas costumbres. Las relaciones entre ellas serán siempre respetuosas y discretamente afectuosas, pero nunca serán confidentes ni amigas. En cambio, Isabel se mostrará con la nueva reina tan abierta y acogedora que desde el principio se establecerá entre ellas un gran cariño. Ambas comparten la misma pasión por los deportes. La reina aficiona a la infanta al moderno deporte del golf que Isabel practica desde 1907 en La Granja, un lugar que apenas pisa María Cristina y que en cambio encandila a Victoria Eugenia desde que lo conoció durante su luna de miel.
Esta predilección afecta al tradicional veraneo de Isabel en La Granja, su pequeña corte de verano. Los reyes gustan de pasar allí el mes de julio, antes de trasladarse en agosto al norte, primero a San Sebastián y luego a Santander-. Por ello, Isabel deberá atrasar un mes el comienzo de su veraneo y hasta que llegue el mes de agosto suele recorrer las provincias de España palmo a palmo en ferrocarril o en automóvil lo que contribuye a aumentar la popularidad de la monarquía y la suya propia.
En 1907 vuelve Maura a la presidencia del consejo de ministros decidido a poner en marcha un proyecto político regeneracionista, desde una óptica conservadora. El político y la infanta siempre han mantenido un buen entendimiento y Maura pone todo su empeño en que los viajes de Isabel por España, ahora planificados y organizados desde el gobierno, cumplan todas las expectativas como así sucede.
Durante el Gobierno Largo de Maura (1907-1909) nacen en La Granja los primeros hijos de los reyes con la lógica alegría de la Corte, aunque las circunstancias de sus nacimientos provoquen una grave crisis personal en el matrimonio real que se irá agudizando con los años. El 10 de mayo de 1907 nace Alfonso, príncipe de Asturias al que martiriza una extraña enfermedad y el 22 de junio de 1908 el infante Jaime que también da muestras de ser un niño delicado y enfermizo. El rey reacciona ante la mala salud de sus hijos con un notable desánimo y poco a poco manifiesta un ostensible alejamiento de la reina, cayendo en momentos de abatimiento moral.
Durante los años siguientes, la infanta Isabel sigue viajando sin parar. Estos viajes tienen para ella como principal objetivo servir a los intereses de la monarquía. “Es necesario darse a conocer y que la familia real trabaje por el bien común“, es su lema.
En 1909, año del nacimiento en La Granja de la infanta Beatriz, primera de los hijos de los reyes en venir al mundo con buena salud, se produce la caída de Antonio Maura, falto del apoyo real, tras los graves sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, severamente reprimidos por el Gobierno. Tras un corto gobierno de transición de Moret, llega la presidencia del Consejo de ministros, en febrero de 1910, José Canalejas, uno de los hombres más valiosos del reinado de Alfonso XIII. Canalejas es un gran estadista de izquierdas, culto, regeneracionista y con una amplia experiencia política que reabre las esperanzas de un periodo de paz para el país.
Al principio de su mandato, Canalejas gestiona una interesante cuestión internacional que afecta de forma directa a la infanta Isabel. En mayo de 1910, la República Argentina celebra el I Centenario de su independencia de España y su gobierno ha cursado con mucha antelación una invitación al gobierno español, entonces presidido por Maura, para que el rey Alfonso XIII asista a las conmemoraciones, invitación que es aceptada oficialmente.
Canalejas ratifica este acuerdo pero, por distintas razones, no cree conveniente que el rey represente a España en esta ceremonia y piensa en una sustitución dentro de la familia real. Primero se piensa en el infante Carlos, viudo de Mercedes, princesa de Asturias y casado en segundas nupcias con Luisa de Orleans[1] pero este pone pegas e impedimentos suficientes para no aceptar. Surge luego la iniciativa, propiciada por el Conde de Romanones, ministro de Instrucción Pública, de que sea la infanta Isabel la que asuma tal comprometida responsabilidad diplomática. La infanta solicita tiempo para pensarlo y sopesar las circunstancias pero finalmente acepta quizás de no muy buen grado, sin sospechar que será este uno de los acontecimientos más importantes de su vida.
El viaje a la Argentina
Por expreso deseo de Romanones se quiere dar a este viaje, en el que la infanta irá acompañada de un largo séquito, una gran difusión periodística, uniéndose a la comitiva los directores de los periódicos de mayor circulación del país, y como cronista oficial del viaje el marqués de Valdeiglesias “prestigioso periodista y viejo conocido de la infanta por sus veraneos en La Granja“.
La expedición partió de Madrid el 1 de mayo de 1910 con todo el aura de una gran misión diplomática. De Madrid a Cádiz, en tren, fue la primera etapa de ese gran viaje narrado con todo lujo de detalles y multitud de anécdotas por el marqués de Valdeiglesias[2].
Durante los quinces días largos que duró la navegación, los pasajeros debieron pasarlo bomba. Comidas y cenas exquisitas, juegos, deportes, diversiones, música, bailes… La infanta quiso imponer un ambiente relajado y cómodo dentro del barco para que todos se sintieran a gusto. Cuando el mar arreció, la infanta y su fiel acompañante la marquesa de Nájera, fueron las únicas que no se marearon, dando todo un ejemplo de fortaleza a los más jóvenes.
El 18 de mayo llegó el barco al puerto de Buenos Aires. Unos días antes había habido una gran agitación anarquista en la ciudad, con amenazas de huelga general y el gobierno argentino había decretado el estado de sitio. Por suerte la colonia española al completo parecía haberse puesto de acuerdo para ofrecer a la infanta un gran recibimiento.
A su llegada la Infanta es recibida con toda la solemnidad protocolaria que la ocasión y el motivo requieren. Acompañada del presidente de la República, José Figueroa Alcorta, recorre en carruaje descubierto el camino hasta la Casa Rosada. A pesar de la huelga general declarada y del miedo a los anarquistas, miles de personas se agolpan en el trayecto para aclamar a la infanta. “Hace mucho tiempo que no se veía en Buenos Aires un recibimiento similar e Isabel, que no esperaba nada semejante, está profundamente impresionada“. La comitiva tarda más de una hora en llegar a la Casa Rosada a cuyo balcón principal sale Isabel para escuchar los vivas a España y a la Argentina que atruenan la plaza y que volverán a reproducirse muchas veces durante toda su estancia.
Durante las dos semanas siguientes, la Infanta cumplió en la Argentina un programa de actividades intenso y agotador: visitas a instituciones, banquetes, recepciones, funciones de teatro y ceremonias de todo tipo, amenazadas de continuo por sospechas de altercados y atentados. El 20 de mayo la Infanta visita una de la mejores haciendas del país y al día siguiente asiste a una impresionante revista naval que Isabel presencia a bordo de la fragata argentina “Sarmiento”, junto a los presidentes de las Repúblicas de Argentina y de Chile.
El momento más emotivo del viaje se produce el día 22, cuando Isabel, que está alojada en el palacio de Bary, recibe a la colonia española. A las diez de la mañana ya se han reunido en la plaza de la Recoleta más de cincuenta mil personas. Luego se organiza un desfile de todas las sociedades, clubes, institutos regionales, orfeones, etc. que pasan ante la infanta quien estrecha las manos de los presidentes de sus respectivas comitivas. El desfile dura varias horas en pasar ante Isabel que permanece emocionada y agradecida todo el tiempo. En los días siguientes, el sentimiento desbordado de empatía hacia la infanta continúa en el ambiente de Buenos Aires. Como homenaje a su persona, el Ayuntamiento bonaerense acuerda poner el nombre de Infanta Isabel a una calle del elegante barrio de Palermo.
El 2 de junio zarpa del puerto de Buenos Aires el buque Alfonso XII siendo despedido en el muelle por una gran multitud. El viaje ha sido todo un éxito, tanto emocionalmente para la infanta como políticamente para España cuya monarquía ha salido reforzada en su prestigio y amistad con la gran nación sudamericana.
Al desembarcar en Cádiz, previa escala de varios días en Tenerife, el capitán Deschamps intercambia fotos con la Infanta Isabel. En una de ellas escribe “la infanta ha vivido en el barco como grumete, se ha hecho querer de todos como madre y ha recibido honores de reina“.
1- De este matrimonio nacerán en pocos años cuatro hijos: Carlos (1908-1936) María de los Dolores (1909-1996), María de las Mercedes (1910-2000) -madre del anterior rey de España, Juan Carlos I- y María Esperanza (1914-2005).
2- Marqués de Valdeiglesias. “Viaje de S.A.R. la infanta Isabel a Buenos Aires”, mayo de 1910. Madrid, s. f. Del mismo autor “Viaje a la Argentina” en “70 años de periodismo. Memorias III”. Biblioteca Nueva. Madrid, 1952.
texto tomado del sitio: http://manuelblascinco.blogspot.com/