El Evangelio de Lucas (2:21) comenta que el niño fue llevado al templo ocho días después de Navidad y allí fue circuncidado por un “moschel”.
Para el mundo cristiano esta fiesta se celebra el 1 de enero. Los jesuitas tomaron esta fecha con especial devoción. La circuncisión es considerada la primera efusión de sangre en la vida de Jesús. En el evangelio armenio, Jesús es circuncidado en la misma gruta donde nació, por un hombre llamado Joel. A pesar de derramar sangre “no resultó de ello corte alguno”, un signo elocuente contra la costumbre de circuncidar.
Este fue un hecho debatido entre los primeros cristianos durante el concilio de Jerusalén: ¿Debía abandonarse la circuncisión además de todos los ritos alimentarios de los judíos? (I Corintos 10:25-33). A instancias de Pablo de Tarso se rechazaron estos preceptos, los seguidores de Cristo dejaron de ser una secta judía y así nació el cristianismo. Este cisma fue profundizado por la fundación de la primera Iglesia en Jerusalén por Santiago. ¿Fue ésta la intención de Cristo? Él se comportó toda su vida como un judío, cumplió los ritos de su religión y jamás predicó a quienes no fuesen judíos. ¿Quería crear una nueva religión y cumplir con las profecías del antiguo testamento?
Desde el comienzo de la Iglesia como institución primó un sentimiento anti-judío. En el siglo II, Marción, un rico obispo de origen griego, confeccionó la lista más antigua conocida de textos cristianos. El obispo predicaba un cristianismo desprovisto de todo nexo entre Jesús y el Viejo Testamento o cualquier tradición hebrea. Sostenía que Jesús (al igual que Zeus) había “brotado”de Dios y que toda relación con los hebreos era simplemente obra del Maligno.
En su lista se incluían solamente las cartas de Pablo y el Evangelio de Lucas, excluyendo cuidadosamente toda mención a los judíos. Esta obra de Marción, hoy extraviada, fue considerada la primera herejía dentro de la iglesia cristiana.