Simone Signoret, una de las más grandes actrices del cine europeo, murió el 30 de septiembre de 1985, en su casa de campo de Autheil-Authouillet (Francia), víctima de un cáncer. Tenía 64 años. “Luchó hasta el final y murió como siempre vivió, con coraje”, explicó su hija, Catherine Allegret. Su marido, Yves Montand, no estuvo al lado de la actriz en sus últimos momentos: se encontraba en el sur de Francia rodando una nueva película. La noticia de su muerte causó un profundo choque en todo el país. Simone Signoret era una de las personalidades más queridas y admiradas del cine y el teatro francés.
Simone Signoret padecía cáncer pero continuó trabajando hasta el último momento. Hace escasas semanas terminó el rodaje de una serie de cuatro episodios para la televisión, París 38, en la que interpretaba el personaje de una directora de una sala de fiestas en la época de la preguerra.Su figura está asociada en la mente de la mayoría de los franceses con dos películas, que marcaron dos etapas de su carrera: Casque d’or, de Jacques Becker, en la que exhibía toda la belleza de sus 31 años, y La Vie Devant Soi (traducida en español como Madame Rosa), en la que encarnaba a una vieja ex prostituta convertida en guardiana de niños.
La forma magistral en que asumió su nuevo aspecto físico, el de una mujer de mediana edad gruesa y estropeada, le granjeó la admiración del mismo público que la había querido en su agradecido papel de amante apasionada del filme de Becker. Signoret, aun destruida físicamente de forma prematura por una vida agitada en la que el alcohol jugó un papel importante, guardó siempre una belleza intensa, subrayada por sus hermosos ojos verdes y por una voz ‘ inimitable, capaz de todos los matices.
Simone Signoret representaba también para los franceses el, símbolo de la generosidad de su país. El cine la hizo famosa, pero fue su actitud personal, de lucha permanente en defensa de los derechos humanos, la que le convirtió en un auténtico personaje popular.
“Simone Signoret, estuvo siempre en la vanguardia de todos los combates, como militante incansable de los derechos del hombre, no importa bajo qué régimen ni en qué circunstancias”, dijo el entonces ministro de Cultura francés, Jack Lang, durante su entierro. “Fue una mujer excepcional”, explicó el entonces primer secretario del Partido Socialista, Lionel Jospin, “una mujer libre, apasionada, fuerte, exigente con la verdad y la autenticidad”.
Una actriz comprometida
La actriz no militó nunca en un partido político, pero, al lado de Montand, defendió hasta los años sesenta a la Unión Soviética. A raíz de la invasión de Checoslovaquia, Simone Signoret cambió radicalmente y se convirtió en una crítica combativa, encabezando escritos y manifestaciones en favor de la liberación de disidentes soviéticos y de respeto al Acta de Helsinki.Su denuncia de la violación de los derechos humanos en la URSS fue siempre paralela a la denuncia de otros regímenes totalitarios. Los antiguos exiliados españoles la recuerdan siempre dispuesta a participar en manifestaciones antifranquistas -la última con ocasión de los fusilamientos de 1975- o a prestar su apoyo al retorno de la democracia en España.
“Simone fue la primera gran actriz que se comprometió públicamente en la batalla de los derechos humanos”, explica el escritor Marek Halter, “estuvo a mi lado cuando lancé la campaña a favor de las locas de la plaza de Mayo, y todos los jueves, bajo la lluvia, con frío o con sol, se manifestaba delante de la Embajada argentina. Para Simone Signoret no bastaba para poner su firma, en un pliego: su compromiso era personal, directo y activo”.
Simone Signoret sorprendió a todo el mundo en 1976 al publicar su autobiografía, La nostalgia ya no es lo que era. Sorpresa, no por que revelara aspectos inquietantes de su vida o la de sus amigos, sino porque el libro estaba soberbia mente escrito. A los críticos les costó creer que una simple actriz poseyera tal dominio del idioma, tal capacidad de reflexión.
El comentarista de France Inter creyó resolvió el misterio al asegurar que Simone Signoret había utilizado a otra persona. La actriz reaccionó con furia, lo demandó ante los tribunales y ganó. Sin embargo, su triunfo judicial no la satisfizo y para demostrar que era ella quien realmente escribía publicó un segundo tomo de memorias, Al día siguiente, ella sonreía, que tuvo éxito pero que no alcanzó las cotas de venta del primero. Simone se lanzó entonces a lo que ella consideraba la prueba de fuego, el reto definitivo: una novela, una obra de ficción completa. El Ebro, Adiós, Volódia, apareció a primeros de este año y supuso su consagración fulgurante (en España se publicará en noviembre, en Seix Barral). Los críticos cayeron rendidos a sus pies: “Simone Signoret”, escribía uno de ellos, “es mejor escritora que muchos autores consagrados”.
La misma generosidad que la llevó en su vida personal a combatir por lo que estimaba justo la llevó también, en su vida profesional, a aceptar papeles con directores noveles. El famoso cineasta Costa Gravas recordó en su entierro la ayuda que encontró siempre en el matrimonio Montand-Signoret.
Sus últimas apariciones públicas la mostraban todavía como una mujer llena de fuerza y vitalidad, pese a que había perdido prácticamente la visión.