El primer ataque de Fidel Castro (joven abogado convertido en revolucionario) contra el dictador de Cuba Fulgencio Batista, el 26 de julio de 1953, terminó en fracaso. El asalto al cuartel de Moncada (uno de los tres objetivos básicos planeados por los revolucionarios), en el que Fidel en persona estaba al frente, fue desbaratado por imprevistos, por impericias propias y por una severísima represión cuya consigna, arengada por Batista y acatada por el ejército, era “matar a diez rebeldes por cada soldado caído en combate”. Detenido y juzgado, Castro pronunció las famosas palabras “la historia me absolverá”.
Con Batista (gobernante desde 1933, dictador declarado desde 1952), Cuba, el mayor productor de caña de azúcar del mundo, sufrió una represión brutal. Batista encarceló y mató a sus oponentes, robó unos cuarenta millones de dólares del Tesoro Público y “vendió” el país a capitalistas extranjeros de variada catadura. Los estadounidenses, por ejemplo, tenían intereses en el azúcar (40% de los capitales invertidos en el sector eran norteamericanos), en la minería, controlaban más de la mitad de empresas de servicios públicos, las industrias petroleras, el turismo y los bancos. Tal influencia generó un gran enriquecimiento de los inversores pero dejó muy poco (tanto en dinero como en obras, servicios o mejoras en la calidad de vida) para los seis millones de habitantes de la isla.
Al igual que sus compañeros, Fidel permaneció en la cárcel hasta el 15 de mayo de 1955, momento en que él y su gente fueron liberados por una amnistía dispuesta por Batista. Una vez en libertad se trasladó a México y comenzó a planear el derrocamiento de Batista. Cuando regresó a Cuba, en total clandestinidad, creó la organización político-militar “Movimiento 26 de Julio” con Haydée Santamaría, Antonio López, Melba Hernández y varios más; a ellos se unió posteriormente Ernesto “Che” Guevara. Así las cosas, se dispuso a organizar una guerra de guerrillas; “Cuba para los cubanos” se convirtió en el lema de su revolución.
En diciembre de 1956 un grupo de 82 guerrilleros, con Fidel al frente, se embarcaron en México en el yate Granma para desembarcar en la Playa de las Coloradas, en el oriente cubano. Tras un mal comienzo con numerosas bajas, un grupo de 20 personas, el Ejército Rebelde, consiguió instalarse en una base guerrillera en la Sierra Maestra. Esta fue su base de operaciones, y desde allí fue el comienzo de la lucha y revolución que derrocó a la dictadura cubana.
A bordo de un tanque, Fidel y el Che llegaron a la capital cubana acompañados por 1.000 luchadores y miembros de la Columna Uno José Martí de la Sierra Maestra, para encabezar la Marcha de la Victoria, también llamada Caravana de la Libertad (¡decídanse por un nombre solamente!), que fue celebrada por el pueblo cubano en una gesta tan inolvidable como histórica. “Este es un momento decisivo de nuestra historia. La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en adelante todo será fácil, quizás, por el contrario, en adelante todo sea más difícil”, dijo el comandante Castro en aquel momento, al dirigirse al pueblo. Mientras emitía su discurso, un grupo de mujeres liberó algunas palomas blancas. Una de ellas se posó en el hombro del revolucionario, hecho que llenó de misticismo el momento, tanto para los presentes como para la posteridad histórica (detalles menores que quedan en la memoria, como tantas cuestiones menores).
Algunos días después, ya en el poder, Castro tomó promulgó medidas drásticas para las reformas agraria e industrial, expropiando alrededor de mil millones de dólares en bienes estadounidenses en la isla. Sus oponentes murmuraban que la revolución ya no era “verde” (el color del nacionalismo) sino color sandía (“roja por dentro”, decían).
En 1960, Castro firmó una transacción de cinco millones de toneladas de azúcar con la URSS. Y como frutilla del postre, cuando las refinerías norteamericanas situadas en Cuba rechazaron el petróleo soviético negociado por Fidel, Castro se apoderó de ellas. Eisenhower respondió con un embargo, y un año después cortó las relaciones diplomáticas. Castro redobló la apuesta, se acercó aún más a la URSS y declaró que su revolución era comunista, y el 26 de julio fue declarado “Día de la Rebeldía Nacional”, fecha partria que se conmemora aún hoy.
La primera revolución comunista de Latinoamérica.