Hijo de un farmacéutico, en 1913 huyó de su casa para alistarse en la Legión extranjera, y al año siguiente se presentó como voluntario de guerra en Hannover, siendo admitido en un regimiento de fusileros. Al término de la Primera Guerra Mundial, en la que resultó herido siete veces, recibió la orden “Pour le mérite” y continuó trabajando en el ejército hasta 1923, año en que inició estudios de filosofía y ciencias naturales -especialidad de zoología- en Leipzig.
De aquel período datan sus primeros trabajos literarios: Tempestades de acero (1920), diario escrito en el frente francés que constituye un documento de estremecedora lucidez sobre la gran conflagración europea, La lucha como vivencia interior (1922), fervorosa glorificación de la guerra, y El bosquecillo 125 (1925), crónica del combate en las trincheras centrada en un solo mes de 1918.
Tras la aparición de El corazón aventurero (1929), colección de viñetas en prosa que recogen impresiones y reflexiones diversas, publicó en 1932 su polémico libro El trabajador. Dominio y figura, estudio programático en el que presenta la figura del trabajador como una nueva magnitud social surgida de la «Gran Guerra» y determinada por los medios de producción de la era técnica surgida del triunfo de la Revolución Industrial.
En 1933 rechazó la admisión en la Academia Prusiana de las Artes que le ofrecía el nuevo régimen nacionalsocialista, frente al cual mantuvo una prudente y no siempre bien interpretada distancia que no le impidió, sin embargo, ocupar un puesto de oficial del ejército alemán en París, donde pasó casi toda la Segunda Guerra Mundial. Su controvertida postura de “anarca aristocratizante” unida a cierto dandismo esteticista y visceralmente antiliberal y antidemocrático le convirtieron, sobre todo después de 1945, en blanco permanente de ataques y críticas que alcanzaron particular relevancia al serle concedido, en 1982, el premio Goethe de la ciudad de Frankfurt.
De los títulos que publicó entre 1933 y 1945 conviene destacar Juegos africanos (1936), recreación de su fugaz experiencia adolescente en la legión, la novela Los acantilados de mármol (Auf den Marmor-Klippen, 1939), sin duda su obra más difundida, tras cuya textura simbólico-alegórica se advierten claras alusiones al régimen de terror imperante en Alemania, y Jardines y calles (1942), primera parte de sus voluminosos diarios de guerra y ocupación, escritos entre 1939-1948, que fueron reunidos bajo el título general de Radiaciones (Strahlungen, 1949).
Desde su instalación en la mansión forestal de Wilflingen, que le fue cedida por un amigo en 1950, la actividad creativa de Ernst Jünger siguió desarrollándose en tres vertientes principales: la obra narrativa, la prosa ensayística y los diarios y escritos autobiográficos. A la primera pertenecen tres importantes novelas utópicas: Heliópolis (Heliopolis. Rückblick auf eine Stadt, 1949) considerada por algunos como su obra maestra dentro del género, Las abejas de cristal (1957) y Eumeswil, de 1977, a las que habría que añadir Visita a Godenholm (1952), El tirachinas (1973), El problema de Aladino (1983) y Un encuentro peligroso (1985).
Entre su prolífica producción ensayística sobresalen Más allá de la línea (1950), dedicado a Martin Heidegger, La emboscadura (1951), en que resume algunas ideas centrales de su concepción del mundo, El libro del reloj de arena (1954), Junto al muro del tiempo (1959), Ad hoc (1970) y Aproximaciones (1970). Sobre su vida y actividades entre 1965 y 1980 dan testimonio los dos tomos del diario Los setenta se desvanecen, publicados en 1980 y 1981, respectivamente. Sus últimas publicaciones fueron Zwei Mal Halley (El cometa Halley por segunda vez), de 1987, y La tijera (Die Schere, 1995). En los últimos años de su centenaria existencia, Ernst Jünger se dedicó con afán a la entomología, su gran afición.
Autores: Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004).