Edie Sedgwick: 50 años sin la ‘poor little it-girl’

En el cementerio de Stockbridge, Massachusetts, se encuentra la conocida como “tarta Sedgwick”, un conjunto de tumbas en forma de círculos concéntricos, colocadas alrededor de dos túmulos principales: los de Theodore Sedgwick y su esposa, Pamela Dwight Sedgwick. Este peculiar enterramiento responde al deseo del patriarca de esa adinerada familia de Nueva Inglaterra de que lo primero que viera el día del Juicio Final fuera a sus familiares.

A pesar de ello, cuando llegue el momento, los Segdwick se encontrarán con alguna que otra ausencia. Por ejemplo, la de Edith Minturn Sedgwick, más conocida como Edie, miembro del entorno de Andy Warhol, que más que una estrella fue una supernova: si bien su paso por la Factory fue efímero y su estrella se apagó muy pronto, su atractivo y talento siguen brillando hasta el día de hoy.

Nueva en la ciudad

Edie había llegado a Nueva York en septiembre de 1964 con intención de ser actriz y modelo. Alta, esbelta y espigada, la joven no solo no tardó en encontrar trabajo, sino que desbancó de su puesto como it-girl a la modelo Baby Jane Holzer. Según relataba The New York Times: “el otoño pasado, después de haber aparecido en las páginas de Vogue, se erigió a una nueva diosa que fue bautizada con el nombre de Baby Jane. Antes de que pasasen seis meses, ya se rumoreaba que Baby Jane Holzer estaba obsoleta. Ahora, en la página 91 del número del 1 de agosto de Vogue, se puede encontrar su sucesora. La revista […] tiene una fotografía de página completa de la señorita Edith Minturn Sedgwick, de 21 años, haciendo un arabesco en su sala de estar”.

Más allá de esas apariciones en diferentes revistas, la presentación de Edie en sociedad se produjo en la primavera de 1965, cuando la modelo acudió a una inauguración en el Metropolitan Museum of Art acompañando a Andy Warhol, al que la prensa había comenzado a presentar como “artista pop que produce películas underground”. La razón para ese cambio de denominación se remontaba a unos meses atrás, cuando el galerista Leo Castelli le había aconsejado que abandonase por un tiempo la pintura y se dedicase a otra actividad. La serigrafía, técnica utilizada por Warhol para hacer sus cuadros, permitía la producción industrial de la obra de arte, lo que, sumado a la hiperactividad del pintor, amenazaba con saturar el mercado y rebajar la cotización de sus piezas. Para evitarlo, el cine, con sus largos procesos de preproducción, rodaje, y postproducción, parecía una buena actividad para mantener a Warhol entretenido durante una temporada.

Fruto de esa nueva faceta artística de Warhol fueron cintas como Andy Warhol’s Soap Opera, Couch o Camp, protagonizadas por Jane Holzer, a la que Edie también apartó de su puesto en la Factory, no solo por su fotogenia, simpatía y belleza, sino por su abultada cuenta corriente y su tendencia natural al lujo, que generaba una enorme atracción en Warhol. “Tenía tres abrigos de visón, uno de leopardo, otro de astracán y otro de piel de mono, pero los perdí, como todas mis joyas, incluida una star sapphire valorada en 20.000 dólares”, declaraba con toda naturalidad Edie, que también disponía de una limusina a su disposición a cualquier hora del día.

La buena relación entre Warhol y Sedgwick hizo que, a lo largo de 1965, Edie participase en todas las películas del artista. Entre ellas, Vinyl, Beauty, Restaurant, Kitchen, Horse y la que tal vez mejor defina a la actriz: Poor Little Rich Girl, un título inspirado por el clásico de Shirley Temple que documentaba la vida cotidiana de Edie, marcada por la abundancia de bienes materiales y las grandes carencias emocionales.

Educada en la casa familiar por institutrices, Edie y sus siete hermanos habían sido víctimas de un padre autoritario y maltratador. Durante su adolescencia, la actriz sufrió trastornos alimentarios y llegó a estar recluida en diferentes instituciones psiquiátricas debido a cuadros de anorexia y problemas mentales, los cuales se verían agravados por hechos tan dramáticos como la muerte de dos de sus hermanos por accidente automovilístico y por suicidio.

Ciao, Edie!

“Saltaba a la vista que tenía más problemas que la gente a la que conocía o iba a conocer jamás”, afirmaba Andy Warhol, que pasó de la fascinación por Edie al hartazgo en muy poco tiempo. Bastó un año y pocos meses para que el artista se cansase de su estrella y la cambiase por Ingrid Superstar y Nico. Las razones para ese desencanto estaban, además de en sus cambios de humor y su abuso de las drogas, en la relación que Sedgwick había comenzado con Bob Dylan, personaje con el que Warhol no se llevaba bien y del que no se fiaba.

A pesar de haber compuesto varias canciones dedicadas a Edie, como Just Like a Woman, Leopard-Skin Pill-Box Hat y, según se cree, Like a Rolling Stone, el músico de Minnesota habría mantenido con la actriz una relación bastante tóxica. Además de haber sido Dylan el que la habría iniciado en la heroína, el músico habría malmetido entre ella y Warhol para enrarecer su amistad. “Había gente que le decía que podría ser una gran estrella y que ese tal Andy Warhol estaba desperdiciando su talento”, comentaba Paul Morrisey, que continuaba: “Una vez fui a cenar con Edie y Andy a The Ginger Man y siempre recordaré lo que dijo: ‘Me ha ocurrido algo maravilloso. Albert Grossman va a ser mi representante. Y Bobby dice que voy a ser la estrella de una película que está a punto de rodar. Pero el señor Grossman me ha dicho… ¿sabes todas esas películas que hice contigo? Pues que no las enseñe nunca. Nunca firmé para que se exhibieran y creo que serían perjudiciales para mi carrera”.

Lo que firmó Edie con esas palabras fue el destierro de la Factory. A partir de entonces, Warhol la apartó de su grupo de confianza y dejó de trabajar con ella. Por si no fuera suficiente decepción para la actriz, la prometida película de Dylan nunca llegó y la relación con el cantante, que había contraído matrimonio en secreto con Sara Lownds, se rompió definitivamente.

Ante semejante escenario, Edie intentó regresar al mundo de la moda y seguir probando suerte en la interpretación convencional, pero ambos caminos se le cerraron, en buena parte por sus entradas y salidas de los psiquiátricos y sus problemas con las drogas. Según los que la conocieron, desde esa época y hasta su muerte, Sedgwick acostumbraba a vestir prendas de manga larga para ocultar las marcas de los pinchazos de heroína.

Por todo ello, y aunque no era lo que estaba buscando, en 1967 Edie aceptó participar en Ciao Manhattan!, una producción independiente cuyos principales atractivos eran estar protagonizada por ella y narrar aspectos de su vida. Sin embargo, el rodaje resultó muy accidentado y se vio interrumpido en varias ocasiones por los problemas emocionales de Edie y las quemaduras sufridas tras incendiarse accidentalmente el apartamento que ocupaba en el Chelsea Hotel.

Aunque las heridas no fueron graves, Edie decidió regresar a la casa familiar para recuperarse física y emocionalmente, sin demasiado éxito. Poco después de llegar al rancho que su familia tenía en California, la actriz volvió a ser internada en un hospital psiquiátrico. Allí coincidió con Michael Post, un paciente veinteañero con el que se casaría el 24 de julio 1971 y que enviudaría apenas unos meses después. El 15 de noviembre de ese año, después de haber acudido a un desfile de modas, Edie regresó a su casa, tomó su medicación y se durmió. A la mañana siguiente, Post descubrió su cadáver, en el que se encontraron restos de alcohol y barbitúricos. No obstante, y en un alarde de ambigüedad, el forense señaló en su informe que la causa de la muerte fue “indeterminada / accidente / suicidio”, sin decantarse por ninguna.

Edie fue enterrada en el cementerio de Oak Hill, en la pequeña localidad californiana de Ballard, a miles de kilómetros de Stockbridge, Massachusetts. En 1982, después de alguna que otra proyección informal en Estados Unidos y la premiere mundial en Alemania de 1974, Ciao Manhattan! se estrenó en Nueva York. Los estadounidenses pudieron por fin ver a Edie compartiendo reflexiones y recuerdos que, aunque estaban puestos en boca de un personaje de ficción llamado Susan Superstar, daban pistas sobre su vida. Por ejemplo: “la primera vez que tuve contacto con las drogas duras fue en la Factory”, o la que tal vez sea la confesión más demoledora de la cinta y que explicaría muchas cosas de la vida de la actriz: “¿Dónde coño está mi encendedor? Debo encontrarlo. Me lo dio mi hermano Wesley justo antes de suicidarse. Es curioso. Él era el único que no tenía ningún interés sexual en mí. Todos mis… todos mis otros hermanos lo hicieron. Y los peones del rancho, el mayordomo, los capataces… y papá”.

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