Fue en esos mismos apartamentos reales en los que tres años antes había esperado para que la llevaran a su coronación como reina de Inglaterra.
Su esposo, Enrique VIII, había arriesgado guerras y había roto con la Iglesia católica en Roma para ganar su mano.
Ahora, se había vuelto en su contra.
“El golpe en su contra fue tan veloz: 17 días de arresto a ejecución“, subraya la historiadora Alison Weir, quien escribió un libro sobre la dramática caída de Ana Bolena.
“Fue todo un escándalo en Europa, del que se comentaba en todas las cortes, debido a los cargos en su contra: adulterio con cinco hombres, uno de ellos su hermano”.
“Pero en su juicio Ana Bolena habló tan elocuentemente que la gente había empezado a pensar que era un invento para librarse de ella”, señala Weir.
De la histeria a la serenidad
Se dice que Ana Bolena estaba histérica cuando se la llevaron a prisión en la Torre de Londres.
“Parece que pasaba de la risa a las lágrimas. Debía saber lo que le esperaba pues poca gente acusada de traición se había escapado de la muerte”.
¿Habrá pensado Ana Bolena que ella podría ser la excepción y que su esposo el rey iba a indultarla en el último minuto?
No lo sabemos.
Sin embargo, el día fijado para su ejecución -apenas tres días después de que terminó su juicio-, parecía resignada a su suerte.
“¡Adiós, adiós, mis placeres del pasado! ¡Bienvenido mi dolor presente! Siento que mi tormento ha crecido tanto que la vida no puede seguir”, se lee en un fragmento de un poema de Ana Bolena escrito en la prisión.
Distinta a los demás
Esa mañana del 18 de mayo, la monarca condenada mandó a llamar al encargado de organizar la primera ejecución pública de una reina de Inglaterra, el alguacil de la Torre, Sir William Kingston.
“Y cuando llegué me dijo: ‘Señor Kingston, me enteré de que no moriré antes del mediodía, lo que me ensombrece pues esperaba estar muerta para entonces y el dolor sería algo del pasado’.
“Le respondí que no sentiría mucho dolor, sino muy poco, y entonces me dijo: ‘Oí que el verdugo es muy bueno, y yo tengo un cuello fino“, dijo poniendo sus manos alrededor del cuello y riendo a carcajadas”.
“He visto a muchos hombres y mujeres ejecutados, y todos han sentido un profundo dolor, pero hasta donde yo sé, esta dama siente alegría y placer ante la muerte”.
Con Sir William frente a ella, Ana Bolena juró en el santo sacramento que era inocente de todos los cargos de los que la habían juzgado culpable.
Camino a la muerte
Cuando Ana Bolena finalmente salió de los aposentos reales en la Torre por última vez, el 19 de mayo, para enfrentar a su verdugo, muchos de los que acudieron a verla se impresionaron por su serenidad y aplomo.
“Cruzó el patio y el enorme portón detrás del cual la esperaba una multitud, pues su muerte causaba sensación”, dice Weir.