El cineasta francés Claude Chabrol estaba convencido de ser un genio. Aunque la historia lo distingue como creador de la “Nouvelle Vague”, ese reconocimiento nunca estuvo a la altura del otorgado a otros maestros como Truffaut y Godard.
“Le Beau Serge” (“El bello Sergio”) inauguró en 1959 ese movimiento de ruptura técnica y artística con el cine de la época y supuso el inicio de una fructífera carrera que compaginó con la producción, la edición o la escritura de guiones y dejó 54 películas y una veintena de telefilmes.
“Nunca había sido asistente de dirección ni ido a la escuela de cine, solo ejercido de periodista, pero cuando llegó el primer día de rodaje, estaba tranquilo: ‘Vamos a hacer este plano’. Y todo fue sobre ruedas”, dijo de él uno de sus protagonistas, Jean-Claude Brialy.
Financió esa primera cinta de fuerte contenido autobiográfico gracias a una herencia familiar y consiguió con ella el primer gran éxito de público de ese grupo de cineastas hasta entonces marginales.
ESTRELLA DE LA ‘NOUVELLE VAGUE’
“El fenómeno de la ‘Nouvelle Vague’ se construyó en torno a él. En la primavera del 59, cuando Godard aún no había rodado y Truffaut no había estrenado, Chabrol estaba por todas partes en los periódicos. Era realmente una ‘vedette’ en el sentido mediático del término”, explica a Efe el historiador cinematográfico Antoine de Baecque.
Ese mismo éxito puso el listón alto tanto para el cineasta, nacido en París en 1930, como para el movimiento.
Aunque su segundo filme, “Les cousins”, también gozó en 1959 del beneplácito de la audiencia, en otros como “Les bonnes femmes” se adelantó a su tiempo y su humor negro sorprendió al público y le valió acusaciones de misoginia.
“Después de los fracasos aceptaba películas por encargo y volvía a empezar. No dejó de rodar nunca”, afirma a Efe el también historiador cinematográfico Michel Marie, que destaca que aunque Chabrol fue conocido como maestro del género negro y policial, también se distinguió por largometrajes “de crítica social muy virulenta”.
DEMONIOS INTERNOS
La burguesía de la época acaparó sus dardos y para cuando él mismo estuvo en el punto de mira se construyó un personaje público, aficionado a la buena mesa, ‘bon vivant’ y risueño, que le ayudó a guardar distancias y a esconder sus propios demonios.
“Le permitía no hablar de las cosas que le preocupaban. Era alguien mucho más sombrío, torturado por la muerte. Perdió a su primer hijo y eso es algo que no deja de trabajar en su cine. La muerte de un niño es uno de sus grandes temas”, señala De Baecque, que en septiembre de 2021 publicará una biografía sobre el artista.
Fue un cineasta popular, con títulos destacables como “Betty” (1992), “Une affaire de femmes” (“Asunto de mujeres”, 1988) o “Merci pour le chocolat” (“Gracias por el chocolate”, 2000), pero, diez años después de su muerte, su arte sigue subestimado.
“Se le reconoció talento y saber hacer, pero nunca tanto como a Godard, y eso es algo que le apesadumbraba. Tenía una gran idea de sí mismo y lo demostró haciendo multitud de películas y reflejando que podía hacerlo todo en el cine”, añade De Baecque.
La fama de Jean-Luc Godard fue mundial y François Truffaut ha sido más estudiado, pero Chabrol, con un cine más clásico, narrativo y anclado en su presente de forma polémica, ha conseguido pese a todo pasar la criba del tiempo.
“Su lado panfletario y virulento hace que siga siendo muy actual. No tenía ningún compromiso con los poderes del momento. Era muy libre, y esa mirada a la vez chispeante y sarcástica es algo que no envejece”, concluye su biógrafo.