La casa que guarda la historia de San Martín

“Paso en mi pequeña casa de campo ocho o nueve meses del año. Toda mi distracción está reducida a mi pequeña familia, la que con sus esmeros por mí y por su buena conducta hace mi vejez muy feliz”, escribió José de San Martín en una carta a Pedro Molina, en 1837. Sus años de serenidad, en efecto, transcurrieron en una petite maison , a unos 25 kilómetros de París, no lejos de Fontainebleau, el Sena de por medio con el castillo denominado Petit-Bourg. Ese edificio había sido adquirido por su amigo Alejandro Aguado, quien también se desempeñó desde 1831 como intendente de Evry, en cuya jurisdicción estaba ubicado el pueblo de Grand-Bourg.

En Buenos Aires, una réplica de esa casa con sus proporciones aumentadas en una tercera parte, se construyó en Palermo Chico, en un marco de armonía edilicia y paisajística que parece revivir el espíritu austero, señorial y acogedor del retiro francés.

Esta casa, sede del Instituto Nacional Sanmartiniano, también tiene una historia. En cierto modo, una historia de amor. El General José de San Martín había zarpado de Buenos Aires el 21 de febrero de 1824 con su hija de siete años, con el propósito de ocuparse de su educación. Después de inscribirla en un colegio en Londres y dejarla a cargo de una familia, se instaló con su hermano Justo en las afueras de Bruselas. Al año siguiente, se les unía la niña. Tres años después viajó a Montevideo y a Buenos Aires, pero no desembarcó como planeaba, por la situación política, y regresó a Europa. Como escribió después, “no tomaría parte jamás en ningún género de disensiones”.

Los acontecimientos revolucionarios en Bélgica lo llevaron, en 1830, a trasladarse con su hija a París, donde se reencontró con Alejandro Aguado -que había sido su compañero de armas en el Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor, en España-, autoexpatriado, hombre de fortuna y de cultura.

Además de otros problemas de salud que lo aquejaban, padre e hija contrajeron en 1832 el cólera. El 13 de diciembre de ese año Mercedes de San Martín y Mariano Balcarce, diplomático argentino, se casaron en París.

San Martín adquirió el 23 de abril de 1834 la casa, construida sobre un terreno de poco más de 68 áreas que limitaba al norte con la Rue du Grand-Bourg . Con más de cien años, contaba con sala comedor y cocina en la planta baja; cinco habitaciones en el primer piso, otras tres en el segundo, y dependencias. La rodeaba un jardín que incluía un pozo con brocal. Pagó por la propiedad a François Berlier 13.500 francos.

Entre los muchos que visitaban la casa, algunos dejaron sus testimonios:

Juan B. Alberdi (en 1837): “Una hermosa acacia blanca da sombra al patio de la habitación. El terreno que forma el resto de la posesión está cultivado con esmero y gusto exquisito: no hay un punto en que no se alce una planta estimable o un árbol frutal. Todo el interior de la casa respira orden, conveniencia y buen tono. La digna hija del General San Martín es la que ha sabido dar la distinción doméstica de aquella casa. El General ocupa las habitaciones que miran al norte. He visitado su gabinete, lleno de sencillez y método de un filósofo. Allí, en un ángulo de la habitación, descansa impasible, colgada de un muro, la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América Occidental.”

Florencio Varela: “San Martín vive con su hija única, madre de dos preciosas niñitas. Toda esa familia ama y venera al viejo campeón de la Independencia y aquella casa es un modelo de felicidad y moral doméstica.”

Domingo F. Sarmiento (1845): “Jardines cultivados con toda la gracia del arte europeo rodean una sencilla habitación, y entre las veredas flanqueadas de rosas y dalias preséntanse aquí y allá plantas americanas que el viajero saluda complacido La Residencia del General San Martín en Grand-Bourg es un acto solemne en la América del Sur, la continuación de un sacrificio que principió en 1822 y que continúa aún.”

En París fue testigo del motín revolucionario que se desató en febrero de 1848 y que arrasó la monarquía de Luis Felipe. La violencia de esas jornadas fue motivo suficiente para que decidiera alejarse, con su familia: en marzo se instalaron en Boulogne-sur-Mer, con posibilidad de embarcar hacia Inglaterra si fuera necesario. En 1849 el Mariscal Ramón Castilla, presidente de Perú, dispuso que se le pagaran los haberes que ese país le debía. La casa de Grand-Bourg fue vendida el 14 de agosto de ese año. Hoy es sede de la congregación religiosa Nuestra Señora de Sión.

Cuando Manuela Stegmann, viuda de Otero, buscaba un terreno para construir la réplica de la casa de Grand-Bourg, en homenaje a la memoria sanmartiniana, la Municipalidad le ofreció tres posibilidades y ella eligió este lugar, en el corazón de Palermo Chico. Había conocido a José Pacífico Otero -investigador historiador, biógrafo de San Martín- durante un viaje a Tierra Santa. Se casaron. Su marido fundó el Instituto Nacional Sanmartiniano el 5 de abril de 1933 y, después de su muerte, en 1937, ella se propuso construir y donar su sede definitiva, con biblioteca y museo, que encargó al arquitecto Julio Salas. La casa fue inaugurada el 11 de agosto de 1946, en Aguado y Castilla.

En el plano presentado por Carlos Thays -Director de Paseos- a la Municipalidad y aprobado en 1912, diseñando un barrio-parque acorde con las características que imponía una ordenanza de 1911, ese lugar estaba destinado a un jardín rodeado de plazas y loteos. La Comuna estaba autorizada para comprar terrenos a los propietarios de lo que se conocía desde 1848 como “Palermo Chico” o “Quinta Mariño”. Fue un regalo de Rosas, que había comprado fracciones del bañado que bordeaba la costa y mejorado 500 hect. en la vecina Palermo -donde construyó su casa- a su colaborador Nicolás Mariño. La delimitaban las calles hoy Ocampo y Ramón Castilla, el camino de Palermo (hoy Libertador) hasta el río.

Desde 1944, la plaza en que está ubicada la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano se denomina Grand-Bourg. Ante el frente del edificio están ubicados los bustos que representan al General José de San Martín y a Mercedes de San Martín de Balcarce. Ante una fachada lateral, el que corresponde al doctor José Pacífico Otero. Detrás de la casa, un retoño del pino del convento de San Carlos, en San Lorenzo, “a cuya sombra el General San Martín redactó el parte del glorioso combate”. Entre los plátanos, figuras que representan un granadero, un aviador, un marino, un soldado de infantería.

Cruzando la calle se alza el monumento “El abuelo inmortal”, que lo muestra sentado, con sus dos nietas, grupo realizado en bronce por el escultor Angel Ibarra García. A sus espaldas, en un semicírculo cerrado por jacarandás y palos borrachos, están ubicados la estatua de “Nuestra Señora del Carmen de Cuyo patrona y guardiana del Ejército de los Andes”, el Mariscal Ramón Castilla, Alejandro Aguado, el General Juan M. de Pueyrredón, el General Las Heras, el General Arenales y Martín Miguel de Güemes. Cerca, la figura ecuestre de Bernardo O´Higgins.

Además de la tarea de investigación, docencia y difusión que lleva a cabo el Instituto Nacional Sanmartiniano, este marco de evocación militar, arte, arquitectura y jardines urbanísticamente armonizados humaniza y enaltece su memoria.

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