Duchamp, la música y el azar como espectáculo cotidiano

Marcel Duchamp, ese tipo que enaltecía a la rueda de bicicleta como a la paleta de óleo, también fue compositor. Sí, música. Entre Satie y Russolo, Duchamp se atrevió a hacer ruido y silencio, partituras que se leen como cuadros y cuadros que suenan como partituras. Nada de melodías complacientes: aquí manda el azar, el juego, la irreverencia y la ironía.

Erratum musical (1913, Rouen)
Primera versión: un trío vocal para Duchamp y sus hermanas. Las notas salen de un sombrero y las palabras… del diccionario (“imprimir”). Belleza de la indiferencia, opuesta a la precisión pictórica. Tres voces, tres partituras, tres repeticiones. La cifra tres como religión privada: orden divino sin solemnidad.

La novia puesta al desnudo por sus solteros / Segundo Erratum
Ahora el azar es mecánico: piano mecánico, órgano, 89 bolitas en un florero determinando la música. Duchamp inventa un “nuevo alfabeto musical”, un lenguaje de ondas y vibraciones que no respeta la jerarquía de las notas tradicionales. Lo visual y lo sonoro se entrelazan, la partitura deja de ser cárcel para ser campo de juego.

Entre ruido, silencio y ready-mades sonoros
Desde los dibujos de 1900 hasta la Boîte verte (1934), Duchamp mezcla sonido, objeto y concepto. Latas con “ruido secreto”, partituras gráficas, enarmonías liberadas: do♭ suena como si, mi como fa♭. Nada es fijo, todo es posible, cada nota tiene el mismo derecho a existir… o a desaparecer. Su música es un juego de azar elevado a la categoría de filosofía, que anticipa a Cage y a todos los que quieran jugar con la música sin reglas.

El azar como arquitectura, la cifra tres como guía
Todo se organiza en tríadas: tres intérpretes, tres repeticiones, tres partituras. Duchamp toma la terceridad de Peirce y la convierte en un manifiesto creativo: racionalidad lúdica, humor conceptual, ironía musical. Nada de esoterismo místico: aquí la magia es práctica, estructural, matemática y escandalosamente juguetona.

Música como liberación y sátira
La obra de Duchamp no busca emocionar: busca liberar, abrir, provocar, cuestionar. Las notas pueden repetirse o no sonar nunca, la duración y el timbre son libres. Sus partituras funcionan como ready-mades: objetos de arte, juegos de azar, pequeñas fábulas absurdas. Inspiraron a Ives, Cowell, Satie y, mucho después, a Cage.

Ready-mades sonoros y ruidismo
À bruit secret: una lata, un misterio sonoro. No hay compositor omnipotente, no hay melodía perfecta, hay azar, ruidismo, improvisación. Lo sonoro se vuelve introspectivo, meditativo, visual y auditivo a la vez. Duchamp inventa la antimusicalidad: todos los sonidos son permitidos, incluso los feos, los incómodos, los que cuestionan al oyente.

Conclusión
Duchamp nos enseña que la música puede ser juego, travesura, ensayo conceptual. La meta-música, la meta-ironía, la mofa y el escarnio conviven con la libertad absoluta de creación. Nada más peligroso que un creador que se divierte y hace que uno también tenga que jugar.

Links:

Marcel Duchamp – La Marièe mise à nu par ses cèlibataires même. Erratum musical

Marcel Duchamp –Musical Erratum In Conversation 1967 full album

CAGE, John. Music for Marcel Duchamp (1947). Juan Carlos Segura

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