La Cruz no aparece en la simbología cristiana hasta después del emperador Constantino y la consagración del cristianismo como religión oficial.
El dibujo más antiguo que se conserva de una cruz no es una obra de arte ni era para ser venerada sino un dibujo para burlarse de los cristianos. Se lo encontró en Roma cerca de Palatino en 1857. Probablemente fue realizado durante el siglo II y muestra la figura de un crucificado con orejas de burro.

Abajo dice: Alexamenos sebete theon (Alexamenos adora a su Dios). Muy probablemente fuese una broma entre compañeros de armas que no entendían como Alexamenos adoraba a un dios que había sufrido una muerte tan deleznable como la crucifixióm impropia para un romano y reservada para traidores y extranjeros.
Si esto hubiera ocurrido cien años más tarde, Alexamenos habría terminado comido por las fieras en el Coliseo pero para la fecha de la gráfica aún no se había iniciado el martirio de los cristianos.
Esta pintura es la única representación que se conserva de una crucificación hecha por romanos. Muestra los clavos en las manos y los pies separados, a diferencia de las frecuentes representaciones de arte cristianas. Nótese que la cruz es en T, llamada Tau.

La Crucifixión
No siempre se usaba la misma forma de crucifixión, cada centurión actuaba de acuerdo a lo que había aprendido asistiendo al suplicio. Por ejemplo, el único esqueleto de un crucificado del siglo I recuperado hasta el momento, es el de un tal Yehohanan, hijo de Hagakol, que medía un metro y sesenta y siete centímetros. (aproximadamente lo que se cree que era la altura medía de los judíos en el siglo I) y tenía unos venticinco años. En este caso ataron los antebrazos a la cruz y clavaron el tarso al lateral de la madera vertical. De hecho, para bajar el cadáver de la cruz, debieron romper la madera.
Los soldados romanos no eran verdugos profesionales y solían cambiar las posiciones de los reos con variables grotescas como una burla final. La intención no era sólo castigar al condenado sino que el suplicio sirviese de escarmiento y muestra de la inmisericordia de los romanos.
En la iconografía cristiana
A través de los tiempos, Cristo en la cruz fue representado de distintas formas con sus implicancias. Durante la Edad Media, era representado con los ojos abiertos y la cabeza erguida, el rostro relajado. Su cuerpo no denota sufrimiento. Es el Cristo Triunfante, el que vence la muerte. Los pies están clavados por separado y las manos por las palmas, tal como se vio en los primero casos de estigmatizados (aquellos que por su fe recibieron las mismas cicatrices del Señor).

María suele ser representada a la diestra de su hijo, y él la señala con la mano. Es la Virgen Odigitria, es decir la que indica el camino de la Salvación.
En la alta Edad Media y durante el Renacimiento, Cristo aparece con los ojos cerrados y con una expresión de sufrimiento, El Mesías es vencido por el dolor. Su cabeza siempre se inclinará hacia su derecha. El cuerpo arqueado muestra las dolorosas contracciones del Cristo clavado en la cruz.

El cuadro de Pordenone muestra claramente el momento en que se le rompen las piernas a los ladrones, procedimiento común para acortar la vida de los condenados. Al llegar a Cristo, los soldados no tuvieron necesidad de hacerlo porque para entonces ya había expirado. De esa forma se cumple la predicción de las Escrituras: “No le quebraron ninguno de sus huesos”, como a los corderos pascuales.
Al verlo ya fallecido, uno de los soldados le atraviesa el costado con la lanza. De allí brota agua y sangre. La presencia de líquido en el espacio pleural demuestra un derrame que podría estar relacionado con alguna afección respiratoria ¿acaso tuberculosis?

El cuadro de Mathias Grünewald es el que muestra con mayor crudeza el sufrimiento de Cristo, las secuelas de la flagelación y los tormentos que sufrió antes y durante la crucifixión. Sus manos están crispadas. A diferencia de los Cristos medievales, un solo clavo atraviesa sus pies.
Los artistas protestantes se empeñaron en mostrar el sufrimiento de Cristo con el más duro verismo para exaltar el dolor del Redentor. En el caso de Grünewald tiene además otra finalidad, ya que se exhibió en un hospicio de sifilíticos y leprosos. De esta manera el Cristo doliente se hermana con la humanidad sufriente.

El Cristo de Velázquez no trasunta ni desesperación ni dolor. Cristo ha muerto, su costado ha sido atravesado, ya no sufre más pero ha quedado solo; el fondo oscuro, a pesar de morir a plena luz del día, es un símbolo que resalta esta soledad en el momento final. El cuerpo del Salvador no muestra heridas ni signos de flagelación, luce su hermosa armonía y así trasciende las miserias humanas. Obsérvese el detalle: los pies fueron clavados en forma separada, cosa que no todos los artistas representan igual, algunos solo usan tres clavos.
Vale destacar que Santa Elena, la madre de Constantino que viajo a Jerusalén a buscar las santa reliquias ,recuperó cuatro clavos de la Cruz.
Los pintores, especialmente en España, debían cuidar las formas ya que la Inquisición estaba atenta a estas pequeñas sutilezas. El maestro de Velázquez, su suegro Francisco Pacheco, era veedor de arte sacro, señalando estos detalles sobre los que la Inquisición solía ser muy meticuloso.
Ramos no sólo le enseñaba a pintar a Velázquez sino a resguardarse de estos problemas religiosos. Por tal razón, en su pintura puede verse el Titulus, la Cruz latina, los cuatro clavos y todos los detalles que le garantizaban la corrección teológica.

Museo del Prado, Madrid, España
Dalí y el Cristo de San Juan de la Cruz
Para esta crucifixion, Dalí se basó en un dibujo conservado en Ávila, España, atribuido al carmelita y místico San Juan de la Cruz (1542-1591).
Según Dalí, este dibujo lo impresionó tanto que en un sueño vio la imagen de Cristo suspendida sobre Port Lligat, lugar donde el artista tenía su estudio.
“Mi ambición estética” –dijo Dalí– “era completamente distinta a la de los demás Cristos pintados por artistas modernos, quienes lo han interpretado en un sentido expresionista obteniendo emoción a través de la fealdad. Mi principal preocupación era que Cristo fuese tan hermoso como lo es Dios… Quería pintar un Cristo absolutamente opuesto al de Grunewald , salvajemente materialista y antimistico”.
La figura sobre el barco y entre las nubes, proviene del trabajo del pintor francés del siglo XVII Louis Le Nain. La silueta a la izquierda del barco la tomó prestada de Velázquez.
Esta obra de Dalí pertenece a una serie de pinturas religiosas surgidas después de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Entonces parecía que el fin de los tiempos se aproximaba, tanto como lo vivimos hoy en la presente crisis.
Cada época tuvo su cruz y enfatizó un aspecto del sufrimiento de Cristo que solo se entiende desde el amor.

1951- Cristo en la Cruz de San Juan
Salvador Dalí – Glasgow Art Gallery, Escocia.