En enero de 1816, la vida de este personaje cambiaría para siempre, al menos para quedar en la memoria colectiva. Luego de algunos vaivenes, el cabildo puntano cedió ante las presiones del gobernador Dupuy, y se confirmó su elección como diputado por San Luis al Congreso de Tucumán. El mismo Congreso, que había comenzado a sesionar el 24 de marzo, lo nombró director supremo el 3 de mayo de ese mismo año.
El Museo Mitre tiene el archivo correspondiente al comunicado que el Congreso de Tucumán envió para notificarle al Cabildo porteño la designación de Pueyrredón. Publicamos el mismo: “Nombrado el coronel mayor de los ejércitos de la patria, don Juan Martín Pueyrredón, excelentísimo supremo director del Estado, en plena sesión pública del soberano congreso del día de hoy 3 del corriente, por un acuerdo unánime de la representación de las provincias y pueblos de la Unión, y posesionado del mando supremo, ha dispuesto la soberanía se comunique a V. S. la noticia de este nombramiento”.
Continúa: “Y de hallarse refundida la dignidad y autoridad dé la suprema magistratura del gobierno del Estado en la persona del mencionado señor, con quien deberá V. S. entenderse reglando su conducta con sujeción a las órdenes y prevenciones que le imparta”. Pero antes de marchar nuevamente para Buenos Aires, se entrevistó con Rondeau y Güemes por separado, ya que había internas en la conducción del Ejército del Norte, que se solucionaron tras la firma del Pacto de Cerrillos en marzo, pocos días antes de que comience a sesionar el Congreso. Güemes se hizo cargo de la frontera norte y Rondeau del mando del Ejército, pero en agosto, Belgrano volvió a ser el jefe.
A pesar de que el salteño no formó parte del Congreso en persona, Güemes apoyó la designación de Pueyrredón como director supremo. En efecto, el elegido fue Pueyrredón y tuvo que dejar Tucumán, además del cargo de diputado por San Luis en el Congreso, para viajar a Buenos Aires, donde reemplazó al provisorio Antonio González Balcarce, que había ocupado ese puesto tras la renuncia casi obligada de otro interino, Ignacio Álvarez Thomas. Si bien no estuvo presente porque se encontraba viajando a Buenos Aires, fue fundamental para que se declare la independencia en Tucumán, el 9 de julio de 1816.
Pueyrredón había tomado la decisión de priorizar la campaña libertadora de San Martín y las fronteras que defendía Güemes en el norte, por sobre el proyecto federal de Artigas. Inclusive, entre el 20 y 21 de julio, mientras el flamante director supremo se encontraba rumbo a Buenos Aires para ejercer su cargo, tuvo una reunión con el vencedor del combate de San Lorenzo en una casona del momento que pertenecía a un pariente de Pueyrredón. Estaba ubicada en la actual avenida General Paz casi esquina Alvear, en el centro de la capital cordobesa, y en el lugar hay una placa conmemorativa al respecto.
A pesar de que las arcas del Directorio no se encontraban bien, Pueyrredón apoyó económicamente a San Martín en su campaña a los Andes. Quizás ése haya sido uno de los temas que dialogaron en esa “misteriosa” reunión en la capital cordobesa. En un mensaje muy elocuente sobre el poco apoyo que tenía en Buenos Aires, Pueyrredón le respondió una carta al libertador en noviembre de 1816.
El fragmento más recordado de la misma decía: “Van los 200 sables de repuesto que me pidió. Van las 200 tiendas de campaña, y no hay más. Va el mundo, va el demonio, va la carne. Y yo no sé cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo, a bien que, en quebranto me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando. Y ¡Carajo! No me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la Fortaleza”.
Algunos lo criticaron por apoyar la invasión portuguesa a la Banda Oriental (actual Uruguay), que había ocurrido en 1816. Pero Pueyrredón le indicó a su secretario, Tomás Guido, el mismo confidente que luego tendría San Martín, lo siguiente: “No se puede luchar contra dos frentes al mismo tiempo”. Desde el lado material, por la falta de recursos, y desde el lado humano, por la escasa cantidad de soldados que hubiese podido reunir, contra los 10 mil luso-brasileños, se entiende totalmente.
Una historiadora de renombre como Marcela Ternavasio sostiene que Pueyrredón intentó llegar a un acuerdo con Artigas, pero ante las constantes trabas del caudillo oriental, optó por dejarlo solo. Desde el lado documental puede ser cierto, pero el director sabía que no estaba en condiciones de apoyar lo que hoy llamaríamos una república confederal como proponía el líder de la Liga de los Pueblos Libres bajo su protectorado, ya que chocaba con los intereses porteños. Y Pueyrredón estaba entre la espada y la pared, dado que se había comprometido a terminar su mandato hasta que se sancionara la constitución, uno de los objetivos del Congreso, que en 1817 se mudó a Buenos Aires bajo influencia suya.
Por lo tanto, el conflicto uruguayo se resolvería más adelante con la derrota definitiva de Artigas en 1820, luego mediante una guerra y, como es sabido, culminó con la independencia de ese país en 1828. Mientras tanto, Pueyrredón, que tenía simpatía con los unitarios, ordenó atacar territorios federales como el caso de Santa Fe, y persiguió a algunos opositores que envió al exilio, como Manuel Moreno (hermano de Mariano), Manuel Dorrego y Domingo French.
Al igual que otros personajes del momento, y teniendo en cuenta el nuevo orden impuesto en Europa tras el Congreso de Viena y la restauración monárquica, Pueyrredón llegó a apoyar la instauración de una monarquía constitucional mediante un príncipe europeo. En abril de 1819, la constitución se sancionó y Pueyrredón renunció a su cargo, cumpliendo con su palabra a pesar de que una y otra vez no le aceptaban esa decisión. Durante su gobierno, se prohibieron los saladeros para mantener el precio del consumo interno de la carne entre 1817 y 1818, pero para 1819, esta medida fue levantada. Al mismo tiempo, se fue ampliando la frontera bonaerense contra los grupos indígenas, circunstancia que no cesó hasta fines del siglo XIX. En junio de 1819, lo sucedió Rondeau.
La constitución tuvo poco tiempo de vida, ya que se la acusaba con justa razón, de ser unitaria, y con algo de exageración, que dejaba la puerta abierta a una monarquía. El 31 de enero de 1820, Pueyrredón expuso su visión política del momento que vivían las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata, y lo provechoso que era para el país su partida, pero dejando la puerta abierta a un regreso cuando los ánimos estuvieran más aplacados. Del citado archivo del Museo Mitre extraemos parte del documento escrito por Pueyrredón: “Son tan difíciles las circunstancias en que se encuentra el estado, como son en mi juicio insuficientes las medidas que se tocan, para remediar los males que lo afligen. Se sienten ya fatalmente los estragos de la guerra intestina”.
Continúa en otra parte del escrito: “la patria pide concordia; y yo debo dársela a la patria en la parte que esté a mi alcance. Es visto que mi presencia irrita; y es visto también que mi separación es necesaria a la política interior del estado: débame el país este sacrificio más. Yo he resuelto, pues, dejarlo por el tiempo que sea necesario a la quietud pública; y por el que baste a que mis enemigos personales se tranquilicen”.
En lo inmediato, seguía así: “Pero, como no me aleja el crimen sino un exceso de amor al orden, debo esperar que vuestra soberanía autorice mi salida de un modo decoroso, y capaz de dejarme abiertas las puertas para volver algún día a esta patria que me dio vida, que me cuesta tantos cuidados y sacrificios, y que amo sobre todas las cosas de la tierra”.
Pueyrredón tenía experiencia y cintura política. El motín de Arequito propició un enfrentamiento que tarde o temprano se iba a dirimir por las armas. Con los hechos consumados, y visto y considerando que al día siguiente sobrevino la batalla de Cepeda, el ex director supremo tomó una decisión más que acertada. Rondeau fue derrotado y obligado a renunciar. El famoso Congreso de Tucumán, que como ya se explicó estaba instalado en Buenos Aires desde 1817, fue disuelto pocos días más tarde.
Finalmente, Pueyrredón partió al exilio rumbo a Montevideo y regresó en 1821, precisamente cuando gobernaba el llamado “Partido del Orden”, una palabra que había utilizado el ex director supremo en ese testimonio del 31 de enero de 1820. Más allá de que la gran mayoría de los que ocupaban cargos en el gobierno de la provincia de Buenos Aires eran antiguos directoriales y/o unitarios, el gobernador era Martín Rodríguez, quien fuera segundo jefe de sus famosos húsares. En consonancia con los nuevos tiempos que vivían en la provincia, Rodríguez impulsó la ley de olvido.
En 1823, nació su único hijo varón: Pridiliano. Este último fue un famoso pintor argentino, pero además, el arquitecto que diseñó la construcción del Puente Pueyrredón, todavía existente pero con varias modificaciones, a algunos metros del emplazamiento actual. Debido a la construcción de un puente más moderno y acorde al tránsito que imponía (e impone) la conexión entre el barrio porteño de Barracas y la ciudad de Avellaneda, este lleva el nombre de “Nuevo Puente Pueyrredón”. El anterior es conocido popularmente como “Viejo Puente Pueyrredón”.
Para 1829, Juan Martín de Pueyrredón habría intentado sin éxito una mediación entre Rosas y Lavalle. Al asumir Rosas su segundo mandato en marzo de 1835, y por su filiación unitaria, tuvo que exiliarse en Burdeos, Francia. Además, vivió en París, la capital de ese mismo país, y en Río de Janeiro, Brasil.
Volvió a su tierra en 1849, ya con la situación política amenizada, y se instaló en la quinta mencionada al final de la parte I de este artículo, que en aquel momento pertenecía a San Isidro, pero que con las divisiones político-administrativas posteriores, se encuentra en Acassuso, dentro del partido de San Isidro. El político de la revolución, como bien lo definió en el título de su libro el historiador Klaus Gallo; o bien el polifacético revolucionario, como tituló quien escribe este artículo dividido en dos partes, ya estaba para descansar hasta el final de sus días.
Casi como un guiño del destino, Pueyrredón, que había nacido en diciembre de 1777 (apenas dos meses antes que San Martín), falleció a los 72 años, el 13 de marzo de 1850, también pocos meses antes que el libertador. Sus restos se encuentran en una tumba del cementerio de la Recoleta.

Homenajes
Por haber formado parte de la década revolucionaria (1810-1820), y haber sido el director supremo mientras el Congreso de Tucumán declaró la independencia (entre otras cuestiones), Juan Martín de Pueyrredón posee diversos homenajes a lo largo y ancho del país. La famosa avenida de la ciudad de Buenos Aires, que atraviesa la zona conocida
como “Once”, tiene en su intersección con la avenida Corrientes, una estación de la línea B-que combina con la H-, con su apellido:

Pueyrredón posee además otras calles y avenidas, como por ejemplo en Olavarría, ciudad del centro de la provincia de Buenos Aires.

También existe la diagonal Pueyrredón en Mar del Plata, la avenida Pueyrredón en Córdoba capital, una calle céntrica en Salta; una de pocas cuadras de extensión ubicada en Villa María, Córdoba, entre otras tantas que lo recuerdan. Si hablamos de barrios, existe el de Villa Pueyrredón en la capital argentina, o el de Pueyrredón y Bajo Pueyrredón en Córdoba capital. La plaza principal del barrio porteño de Flores, oficialmente se llama Plaza General Pueyrredón.
Además, lo homenajea uno de los 135 partidos de la provincia de Buenos Aires bajo el nombre de General Pueyrredón, cuya cabecera es Mar del Plata. El principal departamento de la provincia de San Luis se llama Juan Martín de Pueyrredón, donde se encuentra ubicada la capital homónima.
Pueyrredón también es recordado en la toponimia de algunos establecimientos educativos del país, y como no podía ser de otra manera, en San Isidro existe un monumento erigido en su memoria.
