El eterno septiembre negro

Después de 36 años, en 1972 , Alemania estaba lista para celebrar una nueva olimpiada. Era la oportunidad de mostrar al mundo que esta ya no era la Alemania que había filmado Leni Riefenstahl con la intención fallida de exhibir la supuesta superioridad aria propuesta por el nazismo. Jesse Owen, el atleta de color norteamericano, les había demostrado que ese tema de las razas no era como decía el Führer… Pero no lo entendieron así y pasó lo que todos sabemos: la guerra, los campos de concentración, el Holocausto, la derrota, la venganza de los soviéticos…
Múnich 1972 era la oportunidad de mostrar una nueva Alemania, pujante, moderna que daría albergue a representantes de 120 países alojados en una espléndida villa olímpica.

A pesar de los problemas que se habían visto en México 68, los alemanes invirtieron poco en seguridad, confiados que en esta vigésima edición de los Juegos Olímpicos sería la oportunidad para mostrar al mundo la alegría de un mundo en paz.

Lo que pasó el 5 de septiembre de 1972 los pescó de sorpresa. Por más que se habían oído rumores de que un grupo palestino habría de cometer un atentado con ayuda de una formación neonazi, no prestaron la debida atención al caso ni reforzaron la seguridad.

A las 4.30 de la madrugada de ese día aciago, un comando palestino llamado Septiembre Negro entró sin mayor dificultad a la Villa Olímpica y se dirigió a las habitaciones del equipo israelí. En el departamento 1 se encontraron con Yossef Gutfreund y Moshe Weinberg, entrenador y arbitro del equipo de lucha. Ambos trataron de enfrentar a los palestinos, pero Weinberg resultó herido. Forzado por los atacantes, trató de conducirlos al departamento 3, donde estaba el resto del equipo de lucha, creyendo que allí podrían resistir mejor.

De hecho, Yossef Romano, un fornido levantador de pesas, se enfrentó a los subversivos y fue asesinado. Para entonces, los disparos habían despertado a toda la villa olímpica.

Los miembros de Septiembre Negro demandaron la inmediata liberación de 200 palestinos presos en Israel, dos miembros del Ejército Rojo Alemán y la provisión de un avión para llevarlos a Medio Oriente.

Las autoridades olímpicas estaban desorientadas: había ya dos atletas muertos, once rehenes y anárquicas negociaciones en curso, mientras Avery Brundage, el presidente del Comité organizador, insistía en continuar el evento como si nada hubiera pasado.

El gobierno israelí de Golda Meir se negó a entregar prisioneros, pero Alemania continuó la negociación con la intención de sacar a los terroristas de la Villa Olímpica, y condujo a los rehenes y captores al aeropuerto de Fürstenfeldbruck en helicópteros y así emboscarlos.

Israel ofreció un grupo comando para manejar la situación, pero Alemania lo rechazó, argumentando que ellos tenían personal entrenado para manejar la operación. Resultó no ser así.

MEZCLA FATAL

Los alemanes hicieron el operativo sin fuerzas del ejército, con policías sin entrenamiento como francotiradores, con rifles de asalto (y no de precisión), sin dispositivo de visión nocturna ni sistema de comunicación entre los tiradores. Es decir, la mezcla perfecta para justificar el desastre que sucedió.

Al subir al avión los palestinos se percataron que era una trampa. Atacaron a uno de los helicópteros que habían trasladado tanto a los atletas como a los terroristas. El fuego cruzado y sin comunicación entre la policía, también puso en riesgo a los propios agentes del orden alemán.

El 6 de septiembre, a las 12.30, los disparos cesaron después de 20 horas de pánico.

Los once rehenes, cinco terroristas y un policía habían muerto fruto de la impericia e improvisación.

Tres palestinos sobrevivieron y fueron capturados por la policía, pero liberados meses más tarde en Trípoli, tras el secuestro de un avión de la línea de bandera.

Una vez liberados los terroristas ofrecieron una conferencia de prensa reinvindicando su accionar.

El destino posterior de estos terroristas no se conoce a ciencia cierta: algunos sostenían que Mohammed Safady aún vive; otros, que murió víctima de los servicios israelíes en la operación llamada Cólera de Dios.

Adnan Al-Gashey, aunque se dijo que fue muerto por el Mossad, pero en realidad falleció años más tarde en Dubai por una cardiopatía.

Jamal Al-Gashey fue entrevistado para el documental Un día de septiembre y desde 1999 no se tienen más noticias sobre su paradero.

A los 50 años del desastre, el presidente alemán Frank-Walter reconoció que esta tragedia seguía siendo vergonzosa para su país, mientras el presidente israelí Isaac Herzog agradeció “el compromiso alemán” y remarcó la importancia de “reafirmar las lecciones de la tragedia”.
¿Hemos aprendido algo o estamos condenados a repetir está historia?

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Esta nota fue publicada en LAPRENSA.COM.AR

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