El 28 de diciembre de 1921, el estado de salud del rey Jorge V de Inglaterra se deterioraba a ojos vista. Desde hacía 6 años, cuando durante la Primera Guerra Mundial cayó de un caballo en Francia, nunca había recuperado el vigor que lo había caracterizado. Al igual que su padre, Eduardo VIII, Jorge era adicto al tabaco, circunstancia que empeoró su capacidad respiratoria.
En 1925, a regañadientes, tomó un crucero por el Mediterráneo a fin de recuperar la salud perdida, pero los permanentes conflictos internacionales y la amenaza del comunismo en Inglaterra lo tenían en constante tensión. Esto no le ayudaba a dejar el tabaco.
Para que tengan una idea de sus conflictos, quizás los más complicados que haya debido soportar un monarca inglés, haremos una breve enumeración: estuvo al frente de su nación durante la Primera Guerra Mundial, que fue esencialmente una lucha entre primos (Jorge era primo del Kaiser y del Zar). Como su familia tenía origen germano, cambió el nombre de la Casa Real Sajonia-Coburgo-Gotha por la de Windsor y a los familiares que peleaban para Alemania les quitó su título nobiliario británico.
Si bien trató de salvar a su primo Nicolas II de Rusia de manos de los bolcheviques, mediante el envío de un equipo del M1 (servicio secreto británico), los acontecimientos se le fueron de las manos con la amenaza que estalle una revolución bolchevique en Londres. Sin embargo, otros parientes rusos de la Casa Real fueron rescatados por naves británicas.
Después de la guerra debió viajar varias veces por el continente para homenajear a los cientos de miles de súbditos que habían sido enterrados en los campos de batalla.
Le tocó a Jorge V lidiar con el primer ministro laborista en la historia inglesa, Ramsay MacDonald, de esta forma tomó conciencia de las mayores exigencias laborales y, cuando estalló una huelga general, en lugar de reprimir, se puso del lado de los huelguistas, diciendo: “Traten de vivir con sus salarios antes de juzgarlos”.
También llegó a un acuerdo con los disidentes irlandeses logrando el Tratado de 1922, que dividió a Irlanda, y devolvió el gobierno autónomo a los dominios británicos del imperio con la Declaración Balfour de 1926.
Vale destacar que rescató a sus primos, los monarcas de Grecia (entre ellos al príncipe Felipe, quien se casaría con Isabel II, nieta de Jorge V).
Y todo esto lo debía llevar adelante en un país sumido en el dolor por la muerte de millones de súbditos y parientes, incluido el fallecimiento de su hijo Juan, de solo 13 años.
Jorge veía con preocupación el creciente poder de Hitler en Alemania que tenía un correlato con el aumento de grupos fascistas en el Reino Unido.
El constante stress y su adicción al tabaco hicieron mella en su cuerpo.
Desde mayo de 1936, por sus problemas respiratorios le resultó casi imposible salir del Palacio de Buckingham. Había días en que su ingesta se limitaba a comer huevos crudos. A la enfermedad pulmonar obstructiva crónica se sumó una pleuresía que dificultó más aún su capacidad para ventilar. Los médicos tratantes se vieron obligados a administrarle oxígeno. Entre los profesionales convocados estaba el Dr. Bertrand Edward Dawson, primer vizconde Dawson de Penn (1864-1945).
Bertrand Edward Dawson era el médico de la familia real desde hacía años. Egresado de la Universidad de Londres y miembro del staff del Hospital de dicha ciudad, se había desempeñado desde 1914 como general médico de las fuerzas expedicionarias británicas en Francia. Le tocó a él organizar el suministro de material médico durante la guerra, sentando las bases de lo que, en tiempos de paz, serían los centros primarios y secundarios de atención que sirvieron para organizar el Servicio Nacional de Salud.
Entre 1928 y 1938 Dawson presidió el Royal College of Physicians.
Su decisión más dramática la debió tomar la noche del 20 de enero de 1936, cuando los médicos al cuidado del rey anunciaron que “la vida del monarca se acerca pacíficamente hacia su final”
Dawson escribió en su diario que era evidente que el final podía prolongarse varias horas. El rey llevaría este trance con “digna serenidad”, pero la espera solo impondría un sufrimiento inmerecido a su persona y a quienes lo amaban.
“Había que esperar horas hasta el final mecánico de la existencia porque lo que era realmente la vida ya estaba extinta”. Para evitar la angustiosa espera a toda la familia, al país y al imperio, decidió inyectarle ¾ gramos de morfina y 1 gramo de cocaína en la yugular.
Según el mismo Dawson relata, la enfermera Catherine Black -una profesional con larga experiencia durante la Primera Guerra Mundial- al servicio del rey desde 1928, le había administrado un sedante la noche anterior. Jorge la maldijo (“God damn you”). Por esta razón, ella no quiso seguir las indicaciones de Dawson, y fue el mismo doctor quien acortó la agonía del rey. También fue él quien se encargó que la noticia llegase primero al Times, antes que “a otros periódicos menos convenientes”.
Otro periódico publicó una carta de lectores que decía: “Lord Dawson of Penn ha matado a muchos hombres. Por eso es que cantamos: “Dios salve al Rey”.
Su posición sobre la eutanasia se puso de manifiesto ese año cuando se opuso a la legislación de la misma, argumentando que esta decisión pertenecía “a la sabiduría y conciencia de la profesión médica y no al reino de las leyes”.
En 1986, su diario se hizo público circunstancia que generó otro debate público. Una revista médica lo describió como “un arrogante y conveniente asesinato”. El debate continúa abierto.
Lord Dawson continuó siendo el médico de la corte bajo el efímero reinado de Eduardo VIII (famoso por su abdicación por amor a una divorciada norteamericana) y del rey Jorge VI.
Dawson murió de una bronconeumonía el 7 de marzo de 1945, a la edad de 80 años. No existen registros sobre si algún colega intentó acortar su agonía.