Manet, los rechazados y la hermandad de la visión

Quizás Édouard Manet haya sido el más contradictorio de los pintores de su tiempo. Nacido  el 23 de enero de 1832, en el seno de una familia acomodada y después de recibir una esmerada educación, fracasó en su intento de acceder a la facultad de Derecho, como deseaba su padre. Tampoco pudo ingresar a la Academia Naval francesa y, al final, con el consentimiento paterno, frecuentó el taller de Thomas Couture, donde pasó seis años bajo su tutela copiando a los grandes maestros expuestos en el Louvre.

Controvertido y rebelde, no se ató a los cánones clásicos pero tampoco adhirió a la avant garde.

Fue considerado como el primer impresionista, aunque no participó en las presentaciones del grupo que había adoptado este nombre a partir de un comentario despectivo del crítico Louis Leroy sobre un cuadro de Claude Monet, un joven admirador de la obra de Manet.

Dos empleados de Sotheby’s transportan un autorretrato de Edouard Manet fechado entre 1879 y 1879

La notoriedad de Manet, en las etapas tempranas de su carrera, se debió más a la temática de sus cuadros que a su técnica ya que él mismo no se consideraba un innovador. Sus obras escandalizaban tanto al público como a los académicos ¿Buscaba la provocación o solo ofrecía una nueva visión de los clásicos?

Entre las obras que más turbulencias crearon entre el público y la crítica estaban El almuerzo sobre la hierba (1863), claramente inspirado en la Concierto campestre de Tiziano (1510), y el desnudo de Olympia, inspirada en la Venus de Urbino de mismo maestro italiano.

Le Déjeuner sur l’Herbe (El almuerzo sobre la hierba), 1863.
Olympia, explícitamente inspirada en la Venus de Urbino, de Tiziano.

 ¿Por qué el rechazo de los académicos, cuando Manet solo reinterpretaba a los clásicos? Quizás la respuesta esté en la mirada desinhibida de la modelo, una joven llamada Victorine Meurent, una bella mujer de la vida airada, notoria en una sociedad disoluta como la del Segundo Imperio. Eran los tiempos cuando las cortesanas proliferaban en la sociedad de París, reinaban en sus salones y atraían caballeros, como el mismo Manet, ansiosos de aventuras galantes. Victorine Meurent fue también modelo de Degas y Toulouse-Lautrec, alumna de la Academia y terminó sus días como pintora.

“El ferrocarril”, de 1873. Ambientada en la famosa Gare Saint-Lazare de París:Victorine Meurent mira directamente al espectador.

Mientras los académicos veían desconcertados las obras de Manet, los jóvenes pintores que se reunían en el Café Guerbois –la cuna del impresionismo– admiraban y alababan a este artista,  él permanecía ajeno al grupo, salvo en un aspecto: todos eran rechazados por las autoridades de la Academia de Bellas Artes.

Originalmente, la Academia había sido creada a fin de sustituir el serialismo de los gremios entre maestros y aprendices. No obstante, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la Academia se obstinó en imponer un férreo control, supeditando a los artistas al gusto burgués de corte tradicionalista.

Desde 1673, la Academia escogía y clasificaba las obras de los  artista, y desde 1725 estas se exponían en el Palacio del Louvre, en el conocido Salón de París. Con el ascenso de Napoleón III, la Academia organizó un jurado presidido por el director de los museos imperiales, lo que garantizaba la presencia del Estado como censor de estilos disruptivos o ideas que subvirtiesen los valores que el gobierno quería imponer.

El 1857, el primer Salón de París organizado de esta forma, se caracterizó por el gran número de obras no admitidas. Esta tendencia se incrementó con los años hasta que, en 1863, no fueron aceptadas 3.000 de las 5.000 obras presentadas. Las protestas llegaron a oídos del emperador, quien ordenó que se dispusiese de un salón para exponer las obras rechazadas.

Fue en este espacio donde Manet expuso El almuerzo sobre la hierba y, años más tarde, su Olympia, obras en las que se destaca la luminosidad del cuerpo de Victorine Meurent.

Olympia, versión grabada por Manet en 1867. Ejemplar con dedicatoria manuscrita del artista.
Victorine Meurent, posando en estudio. Una foto de época.

En 1867, desalentado por la mala acogida de su obra, Manet dispuso por sus propios medios de un pabellón donde expuso 50 obras de su autoría, sin obtener ningún éxito de público. Los críticos se dividieron ante esta actitud disruptiva: Émile Zola alabó la obra del pintor y su gesto desafiante, mientras que su amigo Edmond Duranty criticó duramente tanto sus pinturas como su postura. Esto conmovió al irascible Manet, quien retó a duelo a Edmond. Ninguno de los dos conocía los secretos del esgrima, por lo que chocaron sus sables sin ocasionar lesiones de importancia. Concluyeron este lance con un apretón de manos y consideraron salvado su honor.

En 1870, el imperio de Napoleón III colapsó tras la batalla de Sedán y París quedó asediada por la tropa del Kaiser. Manet sirvió a su país como teniente de las guardias nacionales y, un año más tarde, formó parte de la Federación de Pintores y Escultores de la efímera Comuna de París.

Este grupo se transformó en una Sociedad Anónima que, en 1874, organizó una exposición al margen de los postulados academicistas y neoclásicos, que los jóvenes pintores reunidos en el Café Guerbois llamaban despectivamente “Art pompier” (“arte bombero”) por sus cuadros con alegorías mitológicas grecorromanas donde los hombres lucían cascos semejantes a los que usaban los bomberos de París.

El lugar elegido para la exposición fue el taller del fotógrafo Nadar y se expusieron 165 obras de 39 pintores. Manet, incurriendo en una nueva contradicción, se rehusó a participar.

Con la aparición de la fotografía, los jóvenes artistas creían que sus obras no debían mimetizar a la naturaleza, sino destacar la sensación y la fugacidad del momento, junto a la luz que todo lo invade. Las paletas se llenaron de colores brillantes y vibrantes.

Entre estos artistas existía un vínculo secreto que Émile Zola llamaba “la  hermandad en la visión”. Curiosamente, Renoir, Monet y Lautrec eran miopes y Degas, además padecía una afección en la retina ¿Fue acaso este desenfoque de las imágenes lo que creó las impresiones que revolucionaron la forma de pintar lo que veían?

Édouard Manet

Manet permaneció ajeno a esta hermandad y con el tiempo su obra fue aceptada y finalmente el artista logró el éxito económico que siempre lo había obsesionado. Por fin, el Salón de París reconoció su talento, y hasta le fue concedida la Legión de Honor. Sin embargo, su salud se deterioró a causa de una diabetes descompensada que le ocasionó severos trastornos circulatorios. Los médicos debieron amputarle una pierna, y murió al poco tiempo.

Manet se convirtió en el iniciador de un movimiento sin la intención de acabar con la escuela clásica ni de crear un nuevo estilo, alentando a sus jóvenes colegas a seguir un camino que él comenzó sin convicción, entre dudas y titubeos.

Cabe señalar una última curiosidad, la bella Victorine Meurant que conmovió a la sociedad con su cuerpo iluminado y su mirada seductora, como pintora fue aceptada por los severos jurados de la Academia e intervino en varios Salones de París aunque hoy solo es recordada por su exposición entre los rechazados por esos mismos jueces.

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER