A 83 años del ataque a Pearl Harbor, el día en que EE.UU. entró en la Segunda Guerra Mundial

Las tensiones entre Estados Unidos y el imperio del Sol Naciente habían aumentado desde la invasión japonesa a Manchuria en 1931. En la década siguiente, el imperio continuó su expansión territorial, dando lugar a la guerra que se desató en China en 1937, con la intención de acumular recursos naturales y ser autosuficiente en caso de una contienda a gran escala. Ese mismo año, Japón atacó a la nave norteamericano Panay y la población de la ciudad de Nankín, en China, fue masacrada.

Los orígenes del conflicto

Esta guerra abierta llevó a que las potencias aliadas asistieran a la República China en su esfuerzo para contener la aceitada máquina guerrera del imperio. Estados Unidos canceló los envíos de vehículos, aviones y armamento a Japón, un gesto que los nipones consideraron poco amistoso.

Sin embargo, los norteamericanos no suspendieron la provisión de petróleo porque la medida, debido a la marcada dependencia de Japón al crudo estadounidense, sería tomado como una provocación.

En 1940, Japón ocupó la Indochina francesa, circunstancia que tampoco fue tomada con simpatía por Estados Unidos. En 1941, el presidente Roosevelt ordenó el traslado de la flota del Pacífico de San Diego a Hawai y ordenó rearmar a las Filipinas para disuadir a Japón de expandirse hacia las colonias británicas del sureste asiático. Roosevelt tenía la idea de que con 40.000 soldados americanos desplegados en las Filipinas se podría evitar un ataque japonés.

Un sobreviviente del ataque a Pearl Harbor en el acto por los 80 años del bombardeo en 2021. (via REUTERS)

Pero el general Mac Arthur estaba convencido que se necesitaban diez veces más soldados, un número imposible de conseguir. Por esta razón, el plan de Roosevelt quedó en la nada.

La medida que escaló el conflicto

A mediados del año 1941, Estados Unidos decidió suspender el envío de crudo a Japón. Inmediatamente, los nipones decidieron invadir a las lndias Orientales neerlandesas, territorio rico en petróleo.

Como sabían que este ataque no sería tolerado por los Estados Unidos, decidieron poner en marcha el plan ideado por el almirante Isoroku Yamamoto: un ataque sorpresa a fin de disminuir el poderío naval en el Pacífico. Yamamoto declaró después del ataque a Pearl Harbor: “Hemos despertado a un gigante dormido…”

La posibilidad de atacar a las bases americanas era un secreto a voces. A finales de 1941, el 52% de los norteamericanos esperaba una agresión de Japón, aunque las opiniones estaban divididas sobre el lugar del ataque. ¿Sería en Hawái o Filipinas?

Lo que no todos tomaban en cuenta fue que 40 años antes, durante la guerra ruso-japonesa, la batalla de Port Arthur (8 de febrero de 1904) se había iniciado con un ataque nocturno sorpresivo contra la flota rusa, un país hasta entonces considerado neutral.

¿Fue tan sorpresivo el ataque a Pearl Harbor?

Por todo lo expuesto, no era improbable que Japón atacase a la flota norteamericana. La opinión pública estaba dividida: no había un consenso unánime de ingresar a la contienda europea, que muchos americanos veían como un problema ajeno. Había figuras destacadas, como los Kennedy y el piloto Charles Lindbergh, que no veían al enfrentamiento con buenos ojos.

Después del ataque, el mismo gobierno americano realizó una serie de investigaciones cuyo resultado fue el informe Dorn. El secretario de comercio, Harry Hopkins, una persona muy allegada a Roosevelt, había sido uno de los impulsores del embargo de petróleo a Japón, a sabiendas que esto encendería una guerra.

El día antes del ataque, la inteligencia americana había decodificado un mensaje sobre un posible ataque a la flota americana. Esa información llegó a las manos correctas en tiempo y forma ¿Sabían o no sabían las autoridades que Japón iba a atacar sorpresivamente?

Después del bombardeo, declarado por Roosevelt como “el día de la infamia”, se convocó a la comisión Roberts para deslindar responsabilidades. Esta encontró al almirante Husband Kimmel y al general Walter Short culpables del incumplimiento de su deber. Luego de años de estudio y casi 40 mil folios de investigaciones, el tema quedó congelado. A decir de uno de los comprometidos: “Ni Poncio Pilatos lo hubiese hecho mejor”.

A Kimmel se lo acusó de no haber desplegado la flota, manteniendo a las naves en el puerto, ni haber ordenado patrullajes para anticiparse al ataque. Desde entonces, se han barajado varias teorías conspirativas y que Kimmel y Short solo fueron chivos expiatorios para cubrir las fallas en el sistema y la evidencia de datos que existían sobre día y hora del ataque por mensajes interceptados.

Tanto Short como Kimmel fueron degradados y abandonaron las Fuerzas Armadas. A pesar de las largas tratativas para rehabilitarlos, ni los presidentes Nixon, ni Clinton, ni Bush dieron curso a los reclamos, dejando a Kimmel y Short como los culpables de una situación que, de una forma u otra, se veía venir y de la que ellos no eran los únicos responsables .

¿Pearl Harbor fue una sorpresa aviesa ante la “inocencia” de la inteligencia norteamericana? ¿O fue una sorpresa calculada para alentar al pueblo norteamericano a volcarse a una contienda que veían ajena?

Poco tiempo después de iniciada la guerra, comenzaron a aparecer distintas versiones de lo acontecido. El primero fue el periodista John T. Flynn, quien en 1944 publicó un panfleto que sembraba el camino de la sospecha. Otros escritores como Robert. B Stinnett, Robert Theobald y Richard Hiel dieron distintas versiones de lo acontecido, abonando la teoría de un complot gestado desde el gobierno.

Roosevelt murió en 1945. El último personaje presente en el ataque a Pearl Harbor fue el soldado Ray Chavez, muerto en 2018 a la edad de 106 años. En una de las últimas entrevistas, confesó que cada día desde hacía 80 años escuchaba las sirenas antiaéreas y las controversias sobre el origen del ataque a la flota norteamericana atracada en Hawai.

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