Gustave Courbet nació el 10 de junio de 1819 y desde su juventud se mostró como un artista comprometido socialmente, participando como activista en algunos actos de protesta y movimientos populares. Desde la revolución de 1848, la policía parisina lo tenía catalogado como un “subversivo peligroso”.
En su taller se reunían personajes notables como el filósofo Pierre-Joseph Proudhon, el padre del anarquismo (a quien el artista retrató junto a su familia). Proudhon pensaba que el arte tenía la posibilidad de subsanar las divergencias sociales y quería convertir a Courbet en un pintor del proletariado.
El artista aceptó al desafío con gusto: “No solo soy socialista sino también republicano, un partidario de la revolución y por encima de todo, un realista”. Era la primera vez que se usaba esta palabra para denominar un movimiento artístico.
Pintor de talento, algunas de sus obras habían ganado premios de la Academia Francesa; por tal razón, en 1855, envió algunas pinturas para la Exposición Universal de París. Entre ellos se destacaba una de grandes dimensiones (3.5 por 6 metros) y de compleja estructura, llamada “El taller del pintor”. Sin embargo, esta obra fue rechazada.
Indignado por el rechazo de una obra que para él era como un Juicio Final, Coubert decidió inaugurar una exposición individual llamada “Pabellón del realismo”. Esta presentación paralela a la de la Exposición fue el origen del “Salón de los rechazados”, que albergaría obras de muchos de los impresionistas.
“El taller del pintor”, cuyo nombre completo es “El taller del pintor, alegoría real, determinante de una fase de siete años de mi vida artística (y moral)”, escandalizó a la sociedad parisina, dividida entre aquellos que la consideraban obscena y vulgar, y otros, como Delacroix, que creían que se encontraban ante una obra revolucionaria.
Coubert se ubica en el centro de ese taller que representa su mundo. Él está pintando un paisaje de su Ornans natal, mientras un niño contempla, al igual que una modelo desnuda que apenas oculta su cuerpo. Simbolizan a la inocencia y la belleza, componentes indispensables de la búsqueda estética.
Atrás del atril donde el artista pinta un paisaje bucólico, está la imagen de un San Sebastián atravesado por las saetas. El santo divide los dos mundos, aunque muchos críticos sostienen que es la representación de la Academia que ha rechazado sus trabajos ….
El mundo del artista se divide, como en la política, en derecha e izquierda. A la derecha del cuadro (que es la izquierda de Courbet) están los amigos del pintor: la escritora George Sand, el poeta Charles Baudelaire, el crítico Champfleury y el ya mencionado Proudhon. “Las personas que me sostienen en mi vida y participan en mi acción”, es decir aquellos con los que mantenía una afinidad estética e ideológica. Detrás de estás personalidades, también se puede identificar al poeta realista Max Buchon y a Urbain Cuenot, un amigo del artista.
A la izquierda de la obra está “el pueblo, la miseria, la riqueza, la pobreza, los explotadores y los explotados, la gente que vive de la muerte”. Entre estos se encuentra un cazador que se parece a Napoleón III, una mujer humilde dándole el pecho a un niño en una clara alusión a la pobreza, una máscara funeraria sobre un periódico que representa a la prensa, un señor con sombrero que podría ser el banquero y ministro de economía Achille Fould, junto a un comerciante de ropas que sería Persigny, ministro del Interior de Napoleón III, dirigente de la política represiva del gobierno imperial.
Detrás de estas figuras hay personajes anónimos como un campesino, un obrero desempleado …. Solo se lo puede identificar al enterrador como Émile de Girardin, un periodista que asistió al ascenso de Napoleón y pasó a ser conocido como “el enterrador de la República”.
Como se puede apreciar, Courbet no simpatizaba con Napoleón III y este no estaba dispuesto a tolerar a un grupo de intelectuales opositores. De hecho, las reuniones que se realizaban en el taller de Coubert se terminaron después del golpe de Estado que llevó a Napoleón al poder, revolución que generó en Karl Marx la célebre expresión: “La historia ocurre dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa”, haciendo una comparación entre el golpe de Estado que había consagrado a Napoleón I en 1799 y esta que había llevado al poder a su sobrino, 50 años más tarde.
La posición ideológica de Courbet se fue endureciendo, al punto de rechazar la Legión de Honor (“No quiero depender de ningún poder o religión”) y acceder a participar del breve gobierno de la Comuna de París, después del abrupto final del sueño imperial de Napoleón III. Entonces Coubert se encargó de la administración de los museos de París. Después de la caída de la Comuna, el artista fue acusado de dañar la columna de Place Vendôme y condenado a pagar 30.000 francos.
Para huir de esta sanción fue a Suiza, donde murió de cirrosis en 1873.
Así llegó a su fin la vida de un artista soberbio (“Yo soy Courbet y no hay ningún otro”), autosuficiente (“Soy mi propio maestro y mi propio discípulo”), apasionado (“La pintura es un acto de libertad”), frontal (“Prefiero ser condenado por la verdad que ovacionado por la hipocresía”) y provocador (“El objetivo del arte es provocar sentimientos en el espectador”). En definitiva, el arte de Courbet es la síntesis de un espíritu inquieto, desafiante y revoltoso que pintó sus ideas y creencias con un realismo al que él mismo dio vuelo estético.
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