Después de la Primera Guerra Mundial, los otomanos, que formaban parte del bando perdedor, masticaban la derrota y sus consecuencias. El sultán, Mehmed V, vivía bajo el dominio y vigilancia de las potencias aliadas victoriosas, que lo obligaron a desmantelar el imperio.
Tras el final de la guerra se produjo la fragmentación y repartición del territorio otomano. Franceses y británicos se apoderaron de la mayoría de las “provincias” árabes, los italianos pusieron tropas de ocupación en el sur de Anatolia y Arabia, Armenia y el Kurdistán turco obtuvieron su autonomía. Los griegos, mientras tanto, querían expandirse en la costa turca, donde algunas minorías griegas seguían viviendo bajo dominio otomano.
El primer ministro griego, Eleftherios Venizelos, artífice principal de la alineación griega junto a los vencedores de la guerra, envió un ejército que desembarcó en la ciudad portuaria de Esmirna en mayo de 1919 para anexar esa ciudad turca con mayoría de población griega. Casi al mismo tiempo, el general turco Mustafá Kemal (luego llamado Atatürk), insurrecto, desconoció al sultán y a los tratados firmados, inició un proceso en busca de recuperar la dignidad de la humillada nación turca e instauró un gobierno de oposición en el interior del país, con base en Ankara.
En el verano de 1920 el ejército griego lanzó una invasión desde la ya apropiada Esmirna hacia el interior de Turquía. Sus soldados fueron brutales con las poblaciones civiles turcas, eso se conoció en todo el mundo y Grecia perdió así el apoyo internacional que hasta entonces tenía en el conflicto.
A fines de 1920, el rey Alejandro de Grecia murió (a causa de una infección producida luego de la mordedura de un mono), y el trono volvió a manos de su padre Constantino I (de afinidad nazi, por lo cual había sido derrocado en 1917 quedando el trono en poder de su hijo Alejandro). Constantino I estaba resentido por su anterior derrocamiento y empezó a tomarse revancha: echó del gobierno a los amigos de su hijo y destituyó a la mayoría de los oficiales del ejército griego, que fueron sustituidos por oficiales sin experiencia pero leales al nuevo régimen.
Los enfrentamientos entre griegos y turcos continuaban, y parece que estos nuevos oficiales no eran muy competentes ya que por malas decisiones estratégicas su infantería quedó prácticamente destruida al poco tiempo. Así, durante 1921 los turcos frenaron la ofensiva griega, los combates se estancaron en punto muerto y finalmente la sangrienta batalla del río Sakarya cambió el curso de la guerra en favor de los turcos. En agosto de 1922, Mustafá Kemal lanzó una ofensiva que hizo retroceder hasta la costa a los griegos, que frustrados por la derrota fueron incendiando pueblo tras pueblo en su huida.
En su retirada, el ejército griego se refugió inicialmente en el puerto de Esmirna, arrastrando con ellos a miles de civiles que a su vez huían de las represalias de los turcos. El ejército logró finalmente salir de Esmirna, pero los barcos disponibles no eran suficientes para evacuar también a los civiles. Cuando el ejército turco llegó a Esmirna comenzó a tirotear, saquear e incendiar el barrio armenio, y ya que estaban, también el barrio griego. Cuando el fuego ya arreciaba en casi toda la ciudad, los griegos y los armenios que habían quedado sin hogar llegaron a los muelles buscando también barcos que los pusieran a salvo. Los agresivos turcos, ya en dominio de la situación, se dedicaron a violar y a arrojar al mar a muchos de los refugiados, para finalmente acorralar a todos los armenios en edad de combatir y secuestrarlos llevándoselos de regreso al interior del país. Eso fue lo último que se supo de ellos; más de 2.000 personas murieron en el incendio y más de 200.000 armenios y griegos desaparecieron sin dejar rastro. Los turcos juran que el fuego fue accidental y que escapó a su control, pero no deja de ser una coincidencia que el barrio turco se salvara de la destrucción que arrasó el resto de Esmirna.
El devenir de la guerra hizo que finalmente griegos y turcos decidieran que las fronteras se iban a mantener tal como estaban antes de la agresión griega, entonces los dos países comenzaron a trasladar gente de aquí para allá por todo el país para ubicar (y re-ubicar) a cada uno en su lugar. Pero hubo cambios trascendentes: para evitar futuros argumentos que pudieran desencadenar una nueva invasión griega, Turquía expulsó a todos los griegos de su territorio. Entonces Grecia, para hacerles lugar a los compatriotas que regresaban, decidió también expulsar a los turcos, produciéndose así el mayor reasentamiento de poblaciones conocido hasta esa época.
Pero había el triple de griegos en Turquía (1.200.000) que de turcos en Grecia (375.000). Obviamente los griegos se llevaron la peor parte, ya que Grecia tuvo serias dificultades para absorber a todos esos ciudadanos retornados a su país. Atenas y Salónica quedaron abarrotadas ya que se duplicó su población, y casi 1.000.000 de refugiados griegos necesitaron ayuda del gobierno para subsistir. Y la malaria, la disentería y la fiebre tifoidea causaron estragos entre los desplazados. Todo mal.
El total de muertos estimado en la guerra entre Grecia y Turquía fue de 400.000 personas.
Miles más, miles menos.