Bertrand Russell (1872-1970) ha sido sin duda una de las mentes más brillantes en la historia de la humanidad. Su inteligencia y su indomable lucidez lo ubican en un escasamente poblado lugar: el de los intelectos superiores capaces de enunciar con simpleza e ironía cosas evidentes de las que el resto de los mortales apenas nos percatamos, o lo hacemos, pero tarde.
Aquí se recorren algunas de sus pinceladas, escritas en los años ’40.
“Las creencias de la gente tienen varias causas. Una de ellas (no la única) es que exista alguna prueba de la creencia en cuestión. Esto es fácilmente aplicado a cuestiones prácticas, por ejemplo, ‘¿cuál es el teléfono de Fulano?’. Pero cuando se trata de algo más abstracto o sujeto a debate, las causas que llevan a creer en algo resultan menos defendibles. Ante todo, creemos en aquello que nos produzca la sensación de que somos unos individuos excelentes o que estamos del lado correcto.”
“El engreimiento, ya sea individual, genérico o de especie, es la fuente de la mayor parte de nuestras creencias religiosas. Incluso el pecado es un concepto que deriva del engreimiento, entre otras cosas por creer que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y que todo fue creado para la conveniencia del hombre. Los teólogos sostienen que el hombre es el objeto especial tanto del amor de Dios como de su ira; Adán no pudo dejar de sentirse halagado porque tantos fenómenos astronómicos hayan sido creados para él con la finalidad tanto de confortarlo como de darle una lección. La teología, tanto en lo que respecta al cielo como al infierno, da por sentado que el hombre es lo más importante en el universo; como todos los teólogos son hombres, ese postulado ha tenido siempre escasa oposición.”
“Además del engreimiento, hay muchas otras fuentes de falsas creencias. Por ejemplo, esa tendencia a agregarle colorido y adornos de todo tipo a cualquier hecho que circule delante de nuestros ojos, transformando una banalidad en algo resonante. A esa clase particular de falsificación se le agrega un perfecto complemento: los rumores. A le dice a B que vio al señor X algo achispado; B le dice a C que A vio al señor X tambaleándose borracho; C le dice a D que recogieron al señor X inconsciente de una zanja; D le dice a E que es de dominio público que el señor X bebe todas las noches hasta desmayarse. Esto es algo de lo más común, y cierto es también que aquí interviene otro motivo: la malicia. Nos gusta pensar mal de nuestros semejantes y estamos dispuestos a pensar lo peor basándonos en evidencias muy tenues.”
“Otra fuente habitual de falsas creencias es el gusto por lo maravilloso y lo estrafalario; toda emoción intensa tiene tendencia a crear un mito. Cuando la emoción es peculiar y de un solo individuo, se lo considera más o menos loco si se cree lo que él mismo ha inventado. Pero cuando una emoción es colectiva, no hay nadie que corrija los mitos que surgen naturalmente.”
“La facultad de crear mitos suele estar aliada con la crueldad. Desde la Edad Media se ha acusado a gente de cometer asesinatos rituales sin fundamento alguno, los nazis sostenían la conspiración mundial de los judíos con absoluta convicción; la teoría de que la locura se debe a la posesión diabólica es otro ejemplo.”
“Las falacias sobre la ‘raza’ y la ‘sangre’, que siempre han sido populares y que los nazis han incorporado a su credo oficial, no tienen ninguna justificación objetiva; se cree en ellas sólo porque satisfacen el amor propio, reafirman una identidad ilusoria y contribuyen a impulsar la crueldad. En una u otra forma, esas creencias son tan antiguas como la civilización; sus formas cambian, pero su esencia permanece.”
“Cuando EEUU intervino en la guerra actual (nota: se refiere a la Segunda Guerra Mundial), inicialmente la Cruz Roja norteamericana, obedeciendo el prejuicio popular, decretó que no debería utilizarse sangre de negros para transfusiones. Tras fuertes discusiones se autorizó el uso de sangre de negros pero sólo para pacientes de esa raza. En Alemania, al soldado ario que necesita una transfusión de sangre se le ‘protege’ cuidadosamente de la contaminación con sangre judía.”
“Hasta hace poco existía la creencia universal de que los hombres son congénitamente más inteligentes que las mujeres; incluso un hombre tan ilustrado como Spinoza se basa en esa creencia para negar el voto a las mujeres. En las sociedades occidentales se sostiene que el hombre blanco es por naturaleza superior al de cualquier otro color; en Japón, por el contrario, consideran que el amarillo es el mejor color. En Haití, las estatuas de Cristo son negras y las de Satán son blancas. Aristóteles y Platón consideraban a los griegos tan innatamente superiores a los bárbaros que la esclavitud estaba justificada siempre y cuando el amo fuese griego y el esclavo bárbaro. Los noruegos sostienen que su raza ha sido corrompida por finlandeses y lapones. Y así podríamos seguir. Todo esto, naturalmente, es pura tontería. Toda la concepción de ‘razas superiores’ no es más que un mito generado por el presuntuoso amor propio de quienes detentan el poder.”
“La aplicación de las teorías raciales a las diversas poblaciones de Europa, donde no existe una sola raza pura, es especialmente absurda. Los rusos tienen una mezcla de sangre tártara, los alemanes son en gran parte eslavos, Francia es una mezcla de celtas, alemanes y mediterráneos, lo mismo que Italia, con el agregado de los eslavos importados por los romanos, y los ingleses, son, quizá, los más mezclados de todos. Por supuesto, no existe prueba alguna de que pertenecer a una ‘raza pura’ suponga alguna ventaja. Las razas más puras que existen actualmente son los pigmeos, los hotentotes y los aborígenes australianos; los tasmanios, que probablemente fueron aún más puros dada su condición insular, se han extinguido, y no fue la suya una cultura especialmente brillante. Los antiguos griegos surgieron de una amalgama de bárbaros norteños y población indígena; los atenienses, que eran los más civilizados, eran los más mezclados. Hay miles de ejemplos que muestran que los supuestos méritos de la pureza racial son totalmente imaginarios.”
“En la esfera económica hay muchas supersticiones difundidas. ¿Por qué la gente valora tanto el oro y las piedras preciosas? No sólo por su rareza, ya que hay cosas bastante más escasas que el oro pero nadie daría un céntimo por ellas; el oro y las gemas se valoraban originalmente por sus supuestas propiedades mágicas. Se suponía (se supone) que hay en el oro alguna virtud mística por la cual merece la pena extraerlo de las minas de Transvaal en Sudáfrica para sepultarlo de nuevo en las cajas fuertes de los bancos americanos.”
“La política está regida en gran parte por ampulosos tópicos que no responden a la verdad. Por medio del adiestramiento y cualquier metodología destinada a tal fin, es posible volver a la gente tanto feroz como dócil. No hay ninguna idiotez tan grande que no pueda ser convertida en credo de la vasta mayoría por medio de la acción gubernamental. Una creencia, por falsa que sea, se hace importante cuando llega a dominar las acciones de las grandes masas, y debe señalarse que el poder de los gobiernos sobre las creencias de los hombres ha sido muy grande desde la aparición de los grandes estados. La gran mayoría de los romanos se hicieron cristianos tras la conversión de los emperadores romanos; y Constantino, que fue quien impuso el cristianismo, se convirtió al cristianismo después de tener una visión durante el sueño.”
“En vista de la evidencia, nadie puede negar que, con el poder suficiente, resulta fácil producir una población de lunáticos fanáticos. Sería igualmente fácil producir una población de personas juiciosas y razonables pero muchos gobiernos no desean hacer tal cosa, pues un pueblo así no admiraría (y posiblemente no admitiría) a los políticos que encabezan esos gobiernos.”
“Estoy convencido de que no existe en absoluto ningún límite a los absurdos que, debido a la acción del gobierno, llegan a ser creídos por la población en general. Dadme un ejército adecuado, bien pagado y mejor alimentado que el hombre corriente, y al cabo de treinta años habré logrado que la mayoría de la población crea que dos más dos es igual a tres, que el agua se hiela al calentarse y hierve cuando se enfría o cualquier otra tontería que parezca servir a los intereses del Estado. Que el frío hace hervir el agua se transformará entonces en una verdad dominical, sagrada y mística, que será expresada en tono reverencial pero que nadie llevará a cabo en la vida diaria. Eso sí: toda negativa expresada verbalmente a la doctrina mística sería declarada ilegal y a los herejes obstinados se los condenaría a “congelarse” en la hoguera. Y a ninguna persona que no aceptara la doctrina oficial se le permitiría enseñar o tener cargos que participen del poder.”
“El inculcar tonterías unifica a las poblaciones y genera entusiasmo colectivo. Si todos los gobiernos difundieran las mismas tonterías, el daño no sería tan grande. Por desgracia cada uno tiene su propia marca y la diversificación produce hostilidad entre los devotos de distintos credos o tendencias. Si alguna vez ha de existir la paz en el mundo, los gobiernos tendrán que ponerse de acuerdo, o bien para no inculcar ningún dogma, o bien para inculcar todos el mismo. Me temo que el primer ideal es utópico, pero quizá podrían llegar al acuerdo de enseñar colectivamente que todos los hombres públicos, de todos los lugares del mundo, están llenos de virtud y sagacidad.”
Chapeau.
- Bertrand Russell, “Esbozo de un disparate intelectual”