“La medicina y la enfermedad van del brazo para acabar con uno”
Flannery O’Connor
Goya convierte al médico asnal en el matasanos ignorante siguiendo la tradición satírica de Quevedo, Molière, Montaigne, Byron, Pepys y tantos otros. Sin embargo, la opinión de Goya sobre los médicos se modifica sustancialmente cuando uno de ellos le salva la vida. Es su amigo, el Dr. Arrieta, a quien retrata junto al paciente, el mismo Goya.
Sobre este dibujo Prado ha dicho “El médico es excelente, meditabundo, reflexivo, pausado y serio. ¿Qué más le podemos pedir a un médico?” Como sostenía Voltarie, un médico debe ser amable para que el enfermo esté confortable mientras la naturaleza hace su trabajo. Sin embargo, no fue este el sentido de la obra en la que Goya retrata a su amigo Arrieta. Al pie del cuadro se lee:
Goya agradeció al amigo Arrieta por el acierto y el esmero con que le salvó la vida en su aguda y peligrosa enfermedad, padecida a fines del año 1819, a los 73 años de edad. La obra fue pintada en 1820.
Al fondo, en la oscuridad se ven figuras que siguen de cerca el curso de la enfermedad. ¿Acaso son fantasmas, los demonios de sus pinturas negras o son las Parcas que esperan el fatal desenlace? En todo caso, la pronta y cálida atención del Dr. Arrieta retrasó el accionar de Clotis[1], ansiosa por cortar el delicado hilo de la vida de Goya.
Poco antes de sufrir esta afección, Goya había relatado a su amigo Zapater síntomas compatibles con cuadros hipertensivos: mareos, cefaleas, palpitaciones… Una crisis cardíaca se desencadenó a fines del año 1819 y es la que aquí se retrata. Para recuperarse Goya había adquirido una casa con huerto a orillas del Manzanares, la célebre quinta del Sordo, así llamada por la irrecuperable hipoacusia del pintor. Goya la decoró con sus Pinturas Negras.
En esta obra el artista se retrata pálido, casi inconsciente, la boca entreabierta por la falta de aire, la disnea propia de un edema agudo de pulmón. Goya se aferra a las sábanas con angustia, mientras su amigo solícito le acerca un vaso para beber. ¿Es la digitalina que salvará al artista? Lo cierto es que después de experimentar esta angustia mortal Goya imprime a sus obras un misticismo hasta entonces desconocido, como se aprecia en La última comunión de San José de Calasanz.
[1]Una de las Parcas.
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Texto extraído del libro: