“PROHIBIDO PROHIBIR”: Del Mayo Francés al Cordobazo

Han pasado más de 55 años y aún resuenan las consignas de los estudiantes franceses marchando hombro contra hombro por el Barrio Latino.

“La imaginación al poder”. “Nosotros somos el poder”. “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. “¡Bajo los adoquines, hay una playa!”. “¡La cultura es la inversión de la vida!”. “Cuanto más hago la revolución, más ganas tengo de hacer el amor”. “Desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta”. “Pensamiento que se estanca, pensamiento que se pudre”. “Somos demasiado jóvenes para esperar”. “La libertad es la conciencia de la necesidad” …

Como era una revuelta iniciada por estudiantes, no podían estar ausentes los reclamos por una nueva docencia. “En los exámenes, respondan con preguntas”. “Lo sagrado, allí está el enemigo”. “Para poder discutir la sociedad en que se vive, es necesario ser capaz de discutirse a sí mismo”. “Escuela en la calle”. “Gracias a los exámenes y los profesores, el arribismo comienza a los seis años”.

El Mayo Francés fue la culminación de un proceso de años de gestación intelectual que estalló  por una insignificancia durante la efervescencia de la Guerra Fría, de la Revolución Cultural Maoísta, la guerra de Vietnam, la Cuba de Fidel y el conflicto de los misiles. Fue la consecuencia de la derrota francesa en Indochina y la independencia de Argelia (en 1961 una manifestación pacífica de argelinos en París terminó con 200 muertos). Fue la respuesta al personalismo de la V República y al continuismo de las políticas de De Gaulle. El Mayo Francés fue la contracultura, los movimientos underground, el beatnik de Jack Kerouac, los hippies del Flower Power, el rock de los Rolling Stones, del Sargento Pepper de los Beatles y las baladas de “las respuestas soplando en el viento” de Bod Dylan.

También, y, sobre todo, fue la “revolución sexual” de Wilhelm Reich y su energía orgonica, fue El hombre unidimensional de Herbert Marcuse y La sociedad del espectáculo de Guy Debord. Fue el estructuralismo de Althusser y el situacionismo de Vaneigem.

La novedad del Mayo Francés fue la globalidad, el internacionalismo. Vietnam estaba en la Sorbona, en España, en México y en Estados Unidos. Desde Argentina se lo siguió con atención, entonces todo lo que venía de Francia se lo escuchaba atentamente, la música de Johnny Hallyday, las protestas de Jacques Brel, los texto de Sartre y Simone de Beauvoir… por tal razón esta revuelta conmocionó a la opinión pública argentina, más cuando se vivía bajo una nueva dictadura militar, conducida por el general Juan Carlos Onganía, cuya primera medida fue prohibir a los partidos políticos. Córdoba se había convertido en un polo industrial con una activa puja sindical que no solo incluía al proscripto peronismo sino que contaba con corrientes combativas del radicalismo y el trotskismo. El llamado Cordobazo, curiosamente,  no comenzó en esa ciudad sino en Corrientes donde muere el estudiante Juan José Cabral durante una manifestación. Esto actuó como detonante en distintas ciudades del interior y especialmente en la provincia mediterránea dónde la Uocra, conducida por Agustín Tosco, convocó a una huelga general con la activa participación de la Federación Universitaria. Los últimos días de mayo de 1969 se sucedieron las manifestaciones que fueron salvajemente reprimidas. Al igual que en Francia, los grupos organizados ofrecieron una enérgica respuesta, algo impensado poco tiempo antes. Las pintadas en las calles eran menos elípticas que las francesas. “Muera la dictadura”. “El pueblo al poder”. “Este barrio está ocupado por el pueblo”. “Soldado no dispares contra tus hermanos”. Al menos 4 personas murieron, 170 resultaron  heridas y  hubo 300 detenidos. Por tres días se sucedieron los disturbios, hasta que 104 personas (entre ellas el mismo Tosco) fueron enjuiciados y condenadas a prisiones militares. El Cordobazo fue, como en París, la expresión de la unión entre el estudiantado y los obreros dispuestos a enfrentar, en este caso, a una dictadura militar, la intolerancia y restricciones a los derechos civiles que dicho gobierno sostenía. Todos eran demasiado jóvenes para esperar …

El mayo del 68 fue el inicio de una comunión de intereses en un mundo que cada día era más estrecho. No había una única causa para expresar la disconformidad de esa forma tan estridente pero nada estaba a la alturas de las expectativas, quizás exageradas, de una juventud que “era demasiado joven para esperar”.

A pesar del progreso económico de Francia había desocupados, atraso salarial, se sucedían las huelgas. La juventud sentía que existía un grosero manejo de la información desde los gobiernos y una intolerancia ante el pensamiento diferente. El choque entre los extremos de izquierda y de derecha alimentaba el debate de intelectuales y estudiantes, que no siempre podían expresarse con moderación, de allí los choques verbales y la violencia física, de allí surgían los sloganes que volcaban en pintadas con expresiones cortas y contundentes que a veces llegaban al surrealismo (“¡Viva el DaDá!”, rezaba un graffiti en el Odeón).

Los acontecimientos se desataron cuando el ministro de deporte, François Missoffe, autor del Libro Blanco, en el que  ofrecía su interpretación de lo que ocurría con la juventud de postguerra, fue increpado durante una visita a la Universidad de Nanterre por un estudiante de sociología, Daniel Cohn-Bendit (quien se convertiría en “Dani el Rojo”). Ante las sanciones impuestas por  las autoridades, la disconformidad se adueñó de las aulas y los estudiantes anunciaron el boicot a los exámenes.

No todos coincidían con los reclamos reivindicatorios de los  grupos de izquierda. Cuando la Federación Nacional de Estudiantes de Francia tomó las universidades, el 2 de mayo, la  derecha del ala estudiantil frenó el desmadre de los estudiantes de izquierda y marcharon por la Rue Saint Germain al grito de “Vietcongs asesinos”. Aún estaba fresca en  la memoria  la herida narcisista de haber sido derrotados en Dien Bien Phu y las muertes innecesarias de miles de soldados franceses.

Como en 1848, se levantaron barricadas y, al igual que entonces, los estudiantes se abrazaron con los obreros. El 13 de mayo se declaró una huelga general y los estudiantes tomaron la Sorbona mientras los trabajadores ocupaban las fábricas de Renault. Francia estaba paralizada mientras en la calle, en los talleres  y en las aulas se cantaba La Internacional.

Al final, el primer ministro Georges Pompidou  aceptó negociar y el presidente De Gaulle anunció la convocatoria  a elecciones adelantadas.

El 30 de junio el Partido gaullista ganó las alecciones y obtuvo más escaños en el congreso mientras  la izquierda, tanto la moderada de François Mitterrand como el Partido Comunista, perdieron representantes. El status quo había vencido, pero algo había cambiado para siempre.

El Mayo francés no fue un acontecimiento aislado ni exclusivo de los franceses. No se puede analizar fuera del contexto de un mundo en crisis dividido por una profunda brecha ideológica. También fue el grito de una juventud consciente de su propio poder  que buscaba  alocadamente desequilibrar la zona de confort burgués y lo hicieron sin armas, con palabras, con  slogans que quedaron plasmados en las paredes de París y en la  memoria colectiva. La libertad era la conciencia de sus necesidades …

La revolución fracasó en los hechos, pero subsistió el mensaje anárquico y utópico que fue socavando al antiguo régimen, casi sin percatarnos. La libertad sexual, los derechos de las mujeres, y una educación más flexible y receptiva hicieron caer  los tabúes, y los  temas prohibidos. Las mentes se abrieron, los velos cayeron,  los límites quedaron atrás … El Mayo Francés fue el despertar de una generación que pidió un imposible y aun así, modificó la realidad.

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