“Sustancia y sombra”: la primera caricatura política

Quizás, y solo digo quizás, algunos de los dibujos rupestres que se encuentran en las cuevas de Altamira o Santillana del Mar podrían ser quejas o burlas encubiertas a sus líderes.

Seguramente en las paredes de Roma, o en las calles de Atenas, los opositores (que nunca faltan ni faltarán) expresaban su descontento con dibujos que ponían en ridículo a la discutida dirigencia.

La caricatura política tuvo a su primer gran artista en la figura de William Hogarth (1697-1764), quien satirizaba en obras elaboradas las tonterías e hipocresías de las campañas políticas y la burguesía británica. Obras como El progreso del libertino, La carrera de una prostituta y An election entertainment son ejemplos de su arte.

La primera caricatura política reconocida como tal fue publicada en 1843 en la revista Punch, semanario dirigido por Mark Lemon. Esta caricatura (o cartoon como se dice en inglés) era obra del dibujante John Leech (1817-1864), conocido en Inglaterra por las ilustraciones que realizó en los libros de Charles Dickens, quien también era colaborador de Punch.

La obra en cuestión se llamó “Sustancia y sombra” por un pasaje bíblico de la Carta de los Colosenses de San Pablo, que era utilizada en la jerga victoriana como sinónimo de falso, engañoso o carente de profundidad… Por ese entonces, el gobierno británico estaba reconstruyendo al Parlamento e incurría en gastos que muchos consideraban excesivos (“faraónicos” diríamos en Argentina).

El gobierno, a fin de calmar los comentarios maliciosos, decidió organizar una exposición con retratos que habrían de adornar las paredes del edificio y en un derroche de generosidad concedió un día gratuito para que todo el mundo pudiese admirar estas obras.

Los editores de Punch creyeron que en un momento de recesión como el que se vivía entonces, la construcción de edificio era un despilfarro del dinero público.

A fin de expresar su disenso, Leech dibujó a adultos y niños escuálidos y en harapos mirando retratos de políticos y aristócratas bien vestidos y mejor nutridos.

El comentario al pie de la caricatura decía “Ya que no se puede dar a la desnudez hambrienta la sustancia que ansía, por lo menos tendrán la sombra”. Y concluía con una frase lapidaria: “Los pobres piden pan y el estado filantrópico les da… una exhibición”.

En la obra de Leech, los pobres mirando esos retratos son las “sombras” de esas “sustancias” que contemplan con ojos que van desde la resignación al desprecio.

El texto de la revista hacía referencia a los gastos para mantener a la familia real.

Curiosamente, o no tanto, el día de asistencia gratuita no era el sábado, fecha en que los trabajadores podrían haber asistido en mayor número, sino un día de semana cuando solo podían hacerlo los desocupados. Así visto la propuesta no era tan generosa.

Pasaron 180 años y la temática sigue teniendo la misma validez: despilfarro estatal, asimetría social, pobreza, indigencia, indiferencia e irresponsabilidad de los grupos dominantes… en definitiva “sombras y sustancia”.

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Esta nota también fue publicada en Clarín

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