Cuando en agosto de 1963 más de 200.000 personas marcharon sobre las calles de Washington promoviendo la defensa de los derechos humanos, algo cambió para siempre en la sociedad americana. Se había dispuesto que diez oradores (seis de color y cuatro blancos) pronunciasen sus discursos al pie del monumento de Lincoln y de allí marcharían hasta la Casa Blanca para reunirse con el presidente Kennedy.
Si bien todos habían entregado la copia de lo que habrían de decir, uno de ellos decidió improvisar. Se llamaba Martin Luther King Jr. y su “I have a dream” conmovió al mundo. “Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano… blancos y negros serán hermanos y todos como hijos de Dios dirán: ¡Por fin somos libres!”.
Esta prédica lo convirtió en el más popular de los luchadores por los derechos civiles pero, a su vez, en el más odiado por los racistas. De una forma u otra, estaba firmando su condena de muerte.
Su padre había sido predicador y un propulsor de la integración racial en el sur profundo de los Estados Unidos. Martin fue bautizado con el nombre de Michael, al igual que su padre, el 15 de enero de 1929 en Atlanta – Georgia, pero en un viaje a Alemania el padre decidió cambiarse el Michael por el de Martin Luther, como el líder del protestantismo. Desde entonces padre e hijo fueron conocidos bajo ese nombre.
Atlanta, la capital comercial de la Confederación sureña, aún no se había recuperado ni física ni espiritualmente de la humillante derrota y aún existía una grieta racial (mejor dicho, aún hoy existe) que impedía la unión entre blancos y negros. La Segunda Guerra no asistió a reparar estas diferencias porque, salvo escasas excepciones, los soldados de color no tuvieron un rol destacado en la contienda, limitados a cumplir tareas de maestranza. Si no morían por la patria, no tenían los derechos del ciudadano blanco… pero Vietnam cambió las cosas y como dijo en su momento Cassius Clay (luego conocido como Muhammad Ali): “Nos envían a matar gente a 10.000 millas que nunca nos llamaron “niger”.
Después de recibirse de doctor en teología, fue nombrado predicador de una iglesia bautista en Montgomery – Alabama, la ciudad más segregacionista del sur. Allí conoció y se casó con una joven Coretta Scott, aunque durante sus años de estudiante había mantenido una relación con una joven de origen alemán. No se pudieron casar porque una relación interracial estaba completamente fuera de las ideas de la sociedad blanca, pero también de la comunidad de color. “Le voy a romper el corazón a mi madre”, fue el comentario de Martin.
Su primera intervención en la lucha por los derechos civiles ocurrió en 1954 cuando una jovencita de color llamada Claudette Colvin se rehusó a cederle el asiento del micro a un hombre blanco, violando así la llamada Jim Crow Law, como se conocían las leyes de segregación en el sur de Estados Unidos. El asuntó no prosperó porque se trataba de una menor, pero cuando Rosa Parks fue encarcelada por infligir la misma ley, la situación se tornó caótica. King, a pedido de los otros predicadores, actuó como vocero y encabezó el llamado “boicot de los autobuses” que duró 385 días. Su casa fue atacada y él fue arrestado por una infracción de tráfico menor. Todos los ojos de Estados Unidos comenzaron a ver la actitud determinada de este pastor bautista. Con otros activistas fundó la Southern Christian Leadership Conference, una organización que proponía protestas no violentas inspiradas en el accionar del predicador evangelista Billy Graham y el Mahatma Gandhi. En el 1957 organizó la “Peregrinación de las Plegarias por la Libertad”. Un año más tarde fundó la “Sociedad Gandhi por los derechos civiles”.
En un texto dirigido a John Kennedy lo instaba a seguir el ejemplo de Abraham Lincoln y que promoviese una Segunda Proclamación de Emancipación como lo había hecho el presidente Lincoln. Kennedy no se atrevió a tanto…
La administración de Kennedy comenzó a ver con más detenimiento las organizaciones en las que participaba Martin Luther King porque presumía que estaban infiltradas por comunistas. De allí es que por orden del fiscal general de la Nación, Bob Kennedy, el teléfono del rev. King fue intervenido. En cinco años de escuchas nada le pudieron demostrar y la determinación de Luther King en su lucha contra el racismo le ganó un amplio apoyo en su país y en el mundo.
En 1958, Izola Curry, una mujer afroamericana, atacó a King con un cuchillo mientras presentaba su libro Caminando hacia la libertad. La puñalada en el pecho debió ser intervenida de urgencia, ya que la incisión había rozado la aorta. Izola Curry fue declarada insana.
En 1960, durante la campaña electoral, Martin Luther King coordinó con el Movimiento Estudiantil de Atlanta distintas sentadas pacificas para que se iniciase un debate profundo sobre los derechos humanos en Estados Unidos. Por esto King fue arrestado y condenado a cuatro meses de trabajo forzado en la penitenciaria de Georgia. Muchos temieron por su vida ya que en la prisión había varios violentos activistas racistas. La presión de los Kennedy facilitó la pronta liberación del reverendo.
Sin embargo y a pesar de su predica, King no siempre recibía el apoyo de toda la sociedad de color, especialmente de los jóvenes de ideas más radicales. A ellos les dirigió un apasionado discurso sobre “la enfermedad cancerosa de la desunión”.
Cuando en 1961 organizó el movimiento de Albany contra la segregación, el desorden que generó su llegada al lugar, una vez más, lo puso al borde de ser aprendido, pero Billy Graham pagó la fianza.
En 1963, nuevamente fue arrestado en Birmingham por las marchas que organizó y aunque hubo desbordes, la inminente mayoría marchó en paz. Sin embargo, el rev. King fue una vez más apresado. Esta fue la decimotercera de las 29 oportunidades en las que fue arrestado. Allí escribió la famosa “Carta desde la prisión de Birmingham”, donde señalaba la similitud entre su gesta libertaria y el famoso Boston Tea Party cuando comenzó el movimiento de emancipación americana. En ese texto afirmaba que el gran problema de la lucha por los derechos civiles no eran los extremistas sino los moderados que “constantemente advierten a los negros de esperar tiempos para convenientes”. ¿Cuándo llegarían esos tiempos sin el accionar del reverendo King?
Finalmente llegó su gran momento en 1963 cuando organizó la Marcha sobre Washington y pronunció su célebre oratoria, “Yo tengo un sueño”.
Las marchas se sucedieron en Florida, Maine, Nueva York, Chicago… En Atlanta apoyó a una huelga de trabajadores y logró que se llegase a un acuerdo ventajoso durante la navidad de 1964.
No solo se involucró en las normas antirracistas y los derechos civiles, sino que se opuso a la guerra de Vietnam, argumentando que si no podían poner sus asuntos domésticos en orden cómo pretendía EEUU arreglar los ajenos. “América es una nación hipócrita”, sostuvo.
Obviamente, no todos coincidieron con estos comentarios y muchos vieron estos escritos como antinorteamericanos. La lista de enemigos iba en aumento …
No resulta extraño que algunos propulsores de la supremacía blanca considerasen que la muerte de Martin Luther King pondría fin los reclamos que estaba liderando, más cuando en 1964 ganó el Premio Nobel de la Paz y su lucha se hizo universal. En 1968, una vez más visitó Memphis donde apoyaba la huelga de los enfermeros negros pidiendo igualdad de condiciones laborales. Los rumores de un intento de asesinato se habían multiplicado, a lo que Martin Luther King dijo “Como cualquiera, me gustaría tener una larga vida… pero solo quiero hacer la voluntad de Dios”.
Esa noche se dirigió a una audiencia en el Mason Temple: “He ido a la cima de la montaña y he visto la tierra prometida” .
El 4 de abril, mientras estaba en el balcón del motel Lorraine, un disparo desde una casa cercana le produjo una herida mortal en la cabeza. Recién había cumplido 39 años. Esa noche Estados Unidos se incendió, hubo saqueos y disturbios.
Dos meses después del asesinato, James Earl Ray, un ladrón de poca monta, fue capturado en el aeropuerto de Londres. Sus huellas digitales coincidían con las del Remington que habría sido usado para matar a Luther King (nunca se demostró fehacientemente que esa haya sido el arma asesina) y abandonado a pocas cuadras del motel.
El 10 de marzo de 1969, Ray confesó la autoría del asesinato para no ir a juicio y condenado a la pena capital. En su lugar fue sentenciado a 99 años de prisión. Después se desdijo, se fugó de la cárcel, fue recapturado y testificó no ser el asesino del reverendo King. Uno de los hijos de Martin, Dexter King, se reunió con James y apoyó la moción de promover un nuevo juicio ya que creían que la muerte de su padre era parte de una conspiración entre la mafia y la policía de Memphis. Uno de los implicados era un tal Loyd Jowers, dueño de un restaurante de la ciudad acusado de ser parte de la conspiración en la que participaron miembros del gobierno.
En abril de 2002 un tal Ronald Denton Wilson afirmó que su padre, Henry Clay Wilson, había asesinado al reverendo King por considerarlo miembros de una conspiración comunista.
El reverendo Jesse Jackson, que estaba presente al momento de la muerte de su amigo Martin Luther King, afirmó: “Nuestro gobierno estaba muy involucrado para poner el escenario y crear la ruta de escape para James Earl Ray”.
Como vemos, estamos lejos de los sueños y, más aún, de la tierra prometida.