Abordaje de la locura en la Buenos Aires antigua. Casa de Recogimiento. Hospital y Cárcel de Mujeres
En 1692, el gobernador Agustín de Robles decidió que el edificio del Hospital de San Martín [1] , primer hospital de la ciudad de Buenos Aires proyectado por Juan de Garay en 1583 e inaugurado en 1614, funcionara como Casa de Recogimiento con el objetivo de albergar a las mujeres con trastornos mentales o de conducta. Aunque algunas eran simplemente pobres, en esa época, se las colocaba en la categoría dementes. Con esta nueva disposición, el Cabildo decidió trasladar allí desde sus calabozos a un grupo de alienadas, que por sus bajos recursos no podían ser asistidas ni por sus familias ni en los conventos [2].
Cuando el rey Felipe v tomó conocimiento del nuevo destino que se le había dado a este hospital, ordenó regresar la situación atrás. Como consecuencia, las dementes fueron desalojadas y volvieron a ser asistidas de manera doméstica o conventual; algunas retornaron a las cárceles y otras, a deambular por las calles de la ciudad ya que solo mucho tiempo después se crearía el Hospital de Mujeres y la Casa de Corrección para Mujeres. Recién en 1702 luego de varias vicisitudes y demoras burocráticas, se logró reabrir el Hospital San Martín para que retomara sus funciones originarias.
José Ingenieros en su libro La locura en Argentina (1920) señala que existió un antecedente del Hospital de Mujeres [3], inaugurado en 1774, en el que participó el bisabuelo de Manuel Belgrano, Juan Alonso Guillermo González de Aragón, fundador de la Hermandad de la Santa Caridad. Ingenieros menciona que esta sala “recibió enfermos desde 1743 aunque no regularizó sus funciones hasta 1774; es probable que durante esas tres décadas fuesen recogidas allí algunas dementes”.
A partir de 1774 y hasta 1852, el Hospital de Mujeres compartió con la Cárcel de Mujeres [4] el carácter de depósito de las alienadas. Durante el Gobierno de Rosas, se habilitó en la cárcel un calabozo con cepo para las dementes más agresivas, mientras que las más tranquilas hacían trabajos de enfermería y servidumbre. En el diario El Orden del 4 de diciembre de 1855 se da cuenta de la situación de estas mujeres: “El estado de las dementes hasta fines del año 1853 era el más lastimero. Muchas de ellas estaban amontonadas en la cárcel, en una verdadera cloaca, faltas de aire, de luz, de aseo”.
Al caer Juan Manuel de Rosas en 1852, había en el Hospital de Mujeres unas cincuenta enfermas, de las cuales “más de la mitad” eran alienadas. La Sociedad de Beneficencia restableció en marzo de ese año (Rosas había limitado sus funciones) sus actividades habituales, entre ellas la administración de este hospital.
Patio de alienadas. Proyecto de hospital en la Convalecencia. El rol de las Damas de Beneficencia y de la Sociedad Filantrópica
La señora Tomasa Vélez Sarsfield, inspectora del Hospital de Mujeres y vocal de la Sociedad de Beneficencia, elaboró un informe relativo a la necesidad de habilitar un local exclusivo para la internación de las mujeres consideradas alienadas que fue elevado al Gobierno y, además, advirtió a las autoridades sobre el estado de las reclusas de la cárcel, de las vagabundas y de las mendigas. Como respuesta, las autoridades dieron intervención a la Sociedad Filantrópica [5] y su presidente, Dr. Ventura Bosch, aconsejó que se estableciera un hospicio de mujeres en las afueras de la ciudad, en el mismo lugar que había ocupado la antigua Convalecencia [6]
Hasta que esto se concretara, las damas de beneficencia pidieron que las alienadas fueran derivadas al Hospital de Mujeres con el propósito de que recibieran una atención médica más digna. Con esta medida, se incrementó el número de internadas y se decidió construir el patio de dementes dentro del predio, similar al que existía en el Hospital General de Hombres. A pesar de este importante paso, la atención médica continuaba siendo insuficiente y precaria, mientras que el número de pacientes era cada vez más elevado. Finalmente, el Gobierno solicitó a la Sociedad Filantrópica que cediera parte de los terrenos de la Convalecencia a fin de establecer allí la Casa de Dementes [7]. Esta institución no solo accedió a este pedido, sino que también donó la antigua casa de los jesuitas. Es interesante mencionar que los jesuitas habían sido los primeros en ocupar este sitio, pero en 1767 al ser expulsados de los territorios que dependían de los Borbones, la orden de los bethlemitas reclamó los terrenos. Pretendían construir allí un edificio para proteger a los pobres convalecientes que habían padecido graves enfermedades y que tenían posibilidades de recaer. De ahí que se denominó a esta zona de la Convalecencia.
Creación del Hospital de Alienadas. Reformas y ampliación de los servicios. Transferencia al Gobierno nacional
En noviembre de 1853, se iniciaron las obras de lo que sería el Hospital de Mujeres Dementes –también mencionado como Hospital de Mujeres Alienadas–; unos meses después en marzo de 1854, se concluyó la refacción del antiguo edificio de la Convalecencia y el día 15 de ese mismo mes fue inaugurado con una capacidad aproximada de sesenta y seis camas. Las sesenta y cuatro alienadas que se encontraban en el Hospital de Mujeres fueron trasladadas allí. Además, se incorporó al hospital la antigua capilla de la Convalecencia. El 23 de marzo, el Dr. Ventura Bosch otorgó a la Sociedad de Beneficencia la posesión definitiva del edificio, pero la Sociedad Filantrópica se reservó la gestión de las ampliaciones y refacciones que se hicieran.
Por la mañana, la asistencia de las pacientes estaba a cargo de los médicos; el resto del día, las internadas quedaban al cuidado de las religiosas que se ocupaban de decidir las medidas que debían aplicarse en caso de emergencias. El lugar contaba con dormitorios amplios, bien ventilados. Disponía también de algunas salas de aislamiento, comedor, cocina, despensa y ropería, entre otras dependencias. Además, la casa tenía tres grandes patios, bautizados con los nombres del gobernador Pastor Obligado y de los célebres médicos alienistas (psiquiatras) Philippe Pinel y Jean-Étienne Dominique Esquirol.
En una extensa nota publicada en el diario El Orden del 4 de diciembre de 1855, unos meses después de la inauguración, se describía:
“En la Convalecencia se ha comprendido la utilidad de sujetar a los dementes aislados en ella a un método conforme al que se recomienda en Europa para tratar este género de dolencias, gracias al celo infatigable e inteligente del doctor Bosch. Las enfermas eran ocupadas en trabajo de costura, por cuenta del Estado […] Los medios higiénicos son muy eficaces para calmar la excitación de las personas dementes y contribuyen también, poderosamente, a su radical curación”. Como señala Ingenieros (1920), se trata de una crónica “probablemente inspirada o escrita por el Dr. Ventura Bosch, interesado en crear una atmosfera favorable al hospicio”. Según Bellomo (2011), “por esos tiempos, la edificación representó un avance extraordinario; pero lastimosamente, a pocos años de haberse inaugurado las obras, a causa de la admisión de un núme ro de enfermas cada vez mayor, comenzó el hacinamiento”
En esta etapa inicial, si bien algunos autores no incluyen al Dr. Ventura Bosch como uno de los directores del hospital, para otros –como González Bazán (2011) o Chichilninsky (2005)– se lo puede considerar el primero que asumió esta función. Lo sucedió en el cargo su asistente, Dr. Osvaldo Eguía de 1870 a 1890; luego, asumiría el Dr. Antonio Piñero que, con algunas interrupciones, dirigió la entidad hasta 1905. El Dr. Manuel Podestá [8] lo reemplazó entre 1896 y 1898 y cuando Piñero dejó definitivamente el cargo en 1905, lo ocupó hasta 1907. Luego, José Esteves condujo el hospital hasta 1927.
A fines de 1856, el número de asiladas ascendía a noventa y uno. En 1877, se contabilizaban doscientas setenta y dos mujeres enfermas (ciento cuarenta y cuatro solteras, ochenta y siete casadas y cuarenta y un viudas); había una enferma mental por mil dos cientos treinta habitantes sobre un total de doscientos quince mil.
En 1860 con las obras de ampliación finalizadas, la Sociedad Filantrópica cesó en sus funciones, mientras que la Sociedad de Beneficencia continúo en la dirección del lugar. En abril de ese mismo año, se fijó la dimensión de los terrenos que correspondían al Hospital de Mujeres Dementes; el Departamento Topográfico los delimitó de los que deberían asignársele a la Casa de Dementes para hombres, que se inauguraría tres años después. De 1872 a 1874, se efectuaron nuevas obras de ensanche y en 1879, se construyó el muro de circunvalación que marcaría sus límites definitivos.
Según Gache (1879), las monjas y damas de beneficencia eran muy exigentes y severas con el personal de enfermería y de maestranza. Debían guardar una estricta compostura en el trato con las enfermas, sobre todo en las labores de costura, cocina y limpieza que realizaban en conjunto, aunque existían excesos, especialmente “en los casos de furor o gran desesperación de las pacientes, usando métodos coercitivos cuando no se hallaban presentes los médicos auxiliares ni el director”
En 1880, se nacionalizó el hospital y pasó a llamarse Hospital Nacional de Alienadas. En aquel momento, tenía una capacidad de trescientas ochenta y cuatro camas. Durante la revolución de ese año, fue utilizado como hospital de sangre [9] junto al vecino Hospicio de San Buenaventura (dedicado a la atención de varones dementes).
Nuevo proyecto de hospital. Creación de pabellones. El problema de la superpoblación de pacientes
El Dr. Antonio Piñero se negó a poner en práctica el proyecto de las damas de beneficencia de crear un pabellón para pensionistas que pagarían un arancel a cambio de ciertos servicios preferenciales, pues consideraba que la atención debía darse sin diferencia de castas. El Dr. Piñero consultó a un alienista ruso de gran fama llamado Kovalensky, especializado en tareas de rehabilitación y granjas para enfermos mentales, y en 1894, creó una comisión para el estudio de las terapias de labranza. Según Bellomo (2011), este fue el antecedente de un proyecto amplio de rehabilitación por medio del trabajo; sin embargo, como aclara el autor, esta iniciativa se pudo concretar primero en el Hospital Borda de la mano del Dr. Lucio Meléndez.
Ese mismo año, Piñero le encomendó al ingeniero sueco Carl Nyströmer que confeccionara los planos del nuevo hospital. El proyecto incluía veintiocho edificios, divididos en tres secciones según las diferentes características de las pacientes con una capacidad para mil doscientas camas, pabellón-dormitorio para agitadas, pabellón de la sección pensionistas, talleres y comedores de la sección tranquilas, casa de máquinas, sala de recreación y cocina central. La sede se inauguró el 31 de julio de 1898 con la presencia del presidente de la Nación, José Evaristo Uriburu; el ministro del Interior, Amancio Alcorta; el intendente de la ciudad, Francisco Alcobendas, y la presidenta de la Sociedad de Beneficencia, Alvina van Praet de Sala.
El 14 de julio de 1901, se habilitó el Laboratorio de Anatomía Patológica donde durante muchos años los doctores Christofredo Jakob [10] y Braulio Moyano realizaron importantes investigaciones científicas en el campo de la psiquiatría.
En los primeros años de existencia del hospital, ya se habían creado muchos de los pabellones actuales (algunos debieron ser clausurados durante la década de 2000 por su estado de abandono), entre ellos, el pabellón Ventura Bosch, el Pinel, el Tomasa Vélez Sarsfield, el Conolly, el Esquirol, el Charcot, el Griesinger y el Magman. En estos años, se puso en marcha el proyecto de aceptar pensionistas (denegado por Piñero tiempo antes). Las damas distribuyeron a las enfermas según clase social en pensionistas de primera, segunda y cuarta categoría (Requiere, 2010)[11].
Para aminorar la crítica situación que generaba la superpoblación de las internas, en 1908, a instancias del director Esteves, se construyó en las afueras de la ciudad el Asilo de Alienadas de Lomas de Zamora con una capacidad para albergar a quinientas pacientes y al año siguiente, se habilitó el de Oliva en la provincia de Córdoba. Se realizaron traslados de forma habitual para dar solución al problema.
Las obras de modificación del Hospital Nacional de Alienadas siguieron en 1913, cuando se inició una etapa de modernización y se demolió parte de la antigua casa de la Convalecencia para levantar en su lugar pabellones para la asistencia y la atención quirúrgica. Según Requiere (2010), el programa trazado por la Sociedad de Beneficencia en febrero de 1923, para evitar el hacinamiento de enfermas, además del traslado de pacientes a nuevas instituciones, incluyó entre otras reformas edilicias: cambiar el destino del pabellón de máquinas donde se ubicaban los comedores de enfermeras y pacientes, anexar un office y una despensa, y reconstruir los baños y los lavatorios antes destinados a peones. Además, se sumó nuevo mobiliario y equipamiento y se concretaron obras de reparación y conservación.
En 1932, la población hospitalaria alcanzó proporciones alarmantes. El lugar tenía capacidad para mil seiscientas mujeres y albergaba a tres mil ciento sesenta (Requiere, 2010). Un año después, las damas de beneficencia solicitaron al Gobierno que se suspendieran las admisiones de alienadas. A pesar de la ampliación del Asilo de Lomas, el problema de la superpoblación se agravó. En 1942 con la clausura del Hospital Melchor Romero de la ciudad de La Plata y del Asilo de Oliva, la demanda hacia el Hospital de Alienadas creció notablemente. No obstante las restricciones en el ingreso de pacientes, por razones de humanidad se recibieron nuevas internas.
Según consta en el libro de actas de la Sociedad de Beneficencia de la Capital, en 1943 se resolvió anexarle al Hospital Nacional de Alienadas el edificio del terreno contiguo que hasta 1940 había ocupado el Instituto Mercedes Lasala y Riglos [12], mudado a la localidad bonaerense de Moreno.
Las damas de beneficencia abandonan el hospital. Municipalización y problemas edilicios
La Sociedad de Beneficencia dejó de administrar el hospital en 1946 a raíz de su intervención decretada por el Gobierno del general Juan Domingo Perón y su posterior adscripción a la Secretaría de Trabajo y Previsión. A partir de ese momento, comenzó una nueva etapa con una absoluta intervención del Estado en su administración. Al mismo tiempo, empezó a regir una nueva clasificación de enfermedades mentales creada por el entonces ministro de Salud, Ramón Carrillo, con la estrecha colaboración del Dr. Moyano, basada en la psiquiatría preventiva [12].
A partir de 1965, comenzó a funcionar el sistema de residencias médicas. En 1967, se dispuso modificar el nombre y pasó a llamar se Hospital Nacional Neuropsiquiátrico Dr. Braulio A. Moyano en homenaje al eminente profesional de la psiquiatría. En 1992, dejó de ser un hospital nacional y pasó al ámbito municipal de la ciudad de Buenos Aires.
Sus trabajadores han debido enfrentar muchos inconvenientes, consecuencia de la desidia y del abandono de los diferentes gobiernos. Algunos de sus pabellones fueron clausurados por el pésimo estado edilicio, pero gracias al esfuerzo y a la constancia de la comunidad hospitalaria, a más de ciento cincuenta años de su fundación, este lugar sigue siendo un referente de la psiquiatría argentina.
Braulio Aurelio Moyano (1906-1959)
Braulio Aurelio Moyano nació el 21 de agosto de 1906 en la ciudad de Villa Mercedes, provincia de San Luis. Su padre, Braulio Dolores Moyano, fue un prestigioso médico; su madre, Clemira Arce, instrumentadora y auxiliar quirúrgica de su marido y, además, prima del prestigioso cirujano Dr. José Arce [13].
En 1924, Moyano ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba; luego, se trasladó a Buenos Aires para continuar sus estudios y se recibió en 1928. Mientras estaba estudiando, fue nombrado ayudante honorario del Laboratorio de Anatomía Patológica del Hospital Nacional de Alienadas, donde fue discípulo del Dr. Christofredo Jakob, fundador de la Escuela Neurobiológica Argentino-Germana.
Entre 1929 y 1930, Moyano realizó un viaje de estudios por Europa donde trabajó en el hospicio de Salpêtrière de París y en la clínica psiquiátrica de la Universidad de Múnich. Cuando regresó al país, retomó su actividad en el laboratorio del Hospital de Alienadas. Con el padrinazgo de Jakob, presentó su tesis doctoral La demencia senil y demencias preseniles, que fue aprobada el 30 de septiembre de 1932. Dos años después, ingresó como adscripto a la cátedra de Clínica Psiquiátrica.
En el Hospital de Alienadas se desempeñó como médico interno hasta 1945 y llegó a ser jefe de Laboratorio y de la sala de Crónicas. El 13 de septiembre de 1939, el Dr. Moyano obtuvo por concurso el cargo de jefe de Laboratorio de Anatomía Patológica del Hospicio de las Mercedes (Hospital Borda). A partir de su nombramiento, dividiría su actividad entre ambos hospitales. No se casó ni tuvo hijos; decidió vivir en una de las habitaciones del Hospital de Alienadas ya que dedicó su vida enteramente a la tarea profesional y a la investigación científica.
En 1946 durante la presidencia de Perón, el secretario de Salud Pública, Dr. Ramón Carillo, lo convocó para acompañarlo en su gestión, pero él no aceptó porque no se consideraba apto para la función. No obstante, fue designado secretario General de Investigaciones Científicas y estableció su despacho en el hospital.
Ese mismo año, fue nombrado profesor adjunto de Clínica Psiquiátrica y jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital de Alineadas. Sus investigaciones se centraron en el estudio de las características clínicas y anatomopatológicas de la enfermedad de Pick [14]. También, perfeccionó el método para teñir fibras del cerebro antes de ser examinadas en el microscopio y, junto con el Dr. Gonzalo Bosch, realizó un informe exhaustivo sobre el mecanismo de acción de la cura palúdica en la parálisis general progresiva. Asimismo, publicó diversos trabajos científicos de gran valor reconocidos internacionalmente. Entre ellos, el estudio “Anatomía patológica de las enfermedades mentales” (1944) por el que recibió el premio nacional de Ciencias Aplicadas a la Medicina del trienio 1942-1944.
A los 53 años, el Dr. Braulio Moyano falleció a causa de cirrosis hepática el 7 de julio de 1959 en la ciudad de Buenos Aires. Fue velado en la capilla del Hospital de Alienadas y luego, trasladado a su provincia natal. Ocho años después de su muerte, en 1967 se bautizó como Hospital Nacional Neuropsiquiátrico Dr. Braulio A. Moyano al antiguo Hospital de Alienadas.
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[1] El nombre hace referencia al patrono de la ciudad de Buenos Aires: San Martín de Tours. Era un hospital nominal ya que no contaba con enfermeros ni médicos ni boticas. Según José Ingenieros, antes de concurrir al Hospital de San Martín “los vecinos aún los más miserables preferían asistirse en sus casas, los soldados en el presidio”
[2] En época de la Colonia, las personas afectadas en su salud mental, si eran los llamados locos mansos vivían en el último cuarto de los caserones de la época y si eran los furiosos se los engrillaba y conducía al Cabildo. Si eran mujeres de clase alta podían ser alojadas en el monasterio de las Monjas Catalinas. Las congregaciones religiosas se dedicaban a la contención de los alienados, pero subsistían las condiciones inhumanas de los muy perturbados cuyo único tratamiento era el encadenamiento (Ingenieros, 1920).
[3] Rodio Raíces (2000) coincide con Ingenieros en la existencia de un centro asistencial que puede ser considerado como el antecedente del Hospital de Mujeres.
[4] Durante la época virreinal, funcionó en el patio de la planta baja del Cabildo un penal dividido en tres sectores; uno de ellos estaba destinado a las mujeres.
[5] Debido a la mala administración estatal del Hospital de la Residencia, el coronel Manuel Dorrego decidió crear la Sociedad Filantrópica el 21 de julio de 1828, que se encargaría de la administración de cárceles, hospitales, vejez desolada y niños abandonados. Sin embargo, se constituyó recién el 8 de enero de 1834 durante el Gobierno del general Juan José Viamonte.
[6] La Convalecencia quedaba en la zona denominada Barracas al sur entre las calles Caseros, Barracas, Amancio Alcorta, Suárez y Vieytes (actualmente Ramón Carrillo). La zona se abnegaba fácilmente y era dificultoso transitarla.
[7] La Sociedad Filantrópica se hizo cargo de las dependencias sanitarias ubicadas en la Convalecencia. La chacra de Belén, que originalmente había pertenecido a los jesuitas, unificada con “la chacrita de los bethlemitas pasó a llamarse de la Convalecencia, y en la misma se hicieron algunas construcciones a fin de alojar a enfermos crónicos o en recuperación”
[8] Médico y escritor (1853-1920). Tuvo una breve participación en la vida política argentina como legislador. Se lo considera, junto a otros autores de la época, como uno de los fundadores de la novela naturista argentina.
[9] Hospital provisorio que se utiliza en un enfrentamiento bélico y que asiste heridos de ambos bandos.
[10] Médico psiquiatra, neurobiólogo y filósofo alemán nacionalizado argentino (1866-1956). Fue el principal investigador de la Escuela Neurobiológica Argentino-Germana. Desde 1982, en homenaje al día de su llegada al laboratorio del Hospicio de las Mercedes, se conmemora en la Argentina el Día del Investigador Neurocientífico. Trabajó en el Hospital Nacional de Alienadas entre 1912 y 1946.
[11] En el pabellón Charcot se alojaban las pacientes de primera y segunda categoría y en el Griesinger y el Pinel, las de cuarta (Requiere, 2010).
[12] Carrillo reconocía a la psiquiatría académica sus logros en favor del conocimiento de la enfermedad mental, pero exigía una psiquiatría preventiva como instrumento capaz de detener el incremento natural de las afecciones mentales resultantes de estados orgánicos controlables clínica o socialmente. Ponía énfasis en una psiquiatría de los estados iniciales antes de que en una de los estados terminales; sostenía que un siglo de tratamiento académico de las enfermedades mentales solo había servido para describir y comprender sus cuadros últimos y terminales, sin modificar las condiciones de su aparición.
[13] Médico cirujano (1881-1968). Fue presidente de la Asociación Médica Argentina de 1911 a 1912, rector y decano de la Universidad de Buenos Aires y profesor titular de la cátedra de Cirugía Torácica.
[14] Enfermedad neuropsiquiátrica caracterizada por la pérdida del lenguaje