Le dijeron que era un vuelo de rutina, que no había nada que temer, que la niebla habría de levantarse en pocos minutos y el día sería radiante. Eso le manifestó el 15 de diciembre de 1944, el piloto John Morgan al mayor Glenn Miller al abordar el monomotor Norseman UC-64 en el aeropuerto Twinwood, al norte de Londres. El avión se dirigía a París donde Miller, el músico más famoso de su tiempo, debía dar una serie de conciertos para celebrar la liberación de la Ciudad Luz, mientras que Morgan esperaba ser sometido a una corte marcial acusado de traficar en el mercado negro. Los acompañaba el teniente coronel Norman Baesell, amigo de Miller con quién habían pasado la noche previa jugando al póker y hablando de que vida los esperaba después de la guerra que parecía que en breve habría de concluir. Miller soñaba en comprar un rancho en California para vivir allí con sus esposa y los dos niños que habían adoptado recientemente.
Glenn Miller con apenas cuarenta años era el músico más popular del mundo, en solo 4 años, este trombonista y compositor norteamericano produjo 16 melodías que llegaron al número uno en ventas y 69 éxitos ubicados entre los 10 primeros. Este récord no fue igualado ni por Elvis (solo 38 entre los 10 primeros) o The Beatles (con 33).
Melodías como “In the moon”, “Patrulla americana”, “Serenata a la luz de la luna” y “Chattanooga Choo-Choo”, son solo algunas de sus piezas más conocidas que aún animan fiestas y bailes.
A pesar de estar en el pico de su fama, Miller no quiso ser ajeno al esfuerzo bélico de su país y logró unirse a la Fuerza Aérea como capitán (varias veces había sido rechazado por su edad). Con ese grado se puso al frente de su banda para hacer las delicias de los combatientes. Muchos soldados decían que escuchar a la orquesta de Miller era tan estimulante como recibir una carta de sus novias o parientes. La música de Miller era como una fracción de América en Europa. Por sus méritos había sido ascendido a mayor.
Ese fatídico 15 de diciembre, el avión que lo conducía a París desapareció y a pesar de la búsqueda no pudieron dar con la máquina ni sus ocupantes.
La noticia recién se difundió en Navidad, cuando debió ser reemplazado en la conducción de su orquesta que daba un concierto en la Ciudad Luz.
El mundo entero lamentó su pérdida y como suele ocurrir en estos eventos con final abierto (en realidad, también pasa con los finales indiscutidos), la desaparición se prestó a las más diversas y descabelladas hipótesis. Decían que había sido capturado por los nazis, torturado y abandonado en un prostíbulo. Como Miller hablaba alemán y en muchos de sus conciertos radiales hacía una introducción en ese idioma para congraciarse con las tropas germanas que también sintonizaban sus programas, se dijo que había sido enviado como espía a tierras de Hitler. Otros sostenían que había llegado al prostíbulo por sus propios medios y con voluntad de frecuentar a una señorita de vida airada. Algunos creían que Glenn sabía demasiado y “la RAF no mató accidentalmente al mayor Milller”…
La versión más difundida fue la que reveló un aviador inglés llamado Fred Shaw quien pasadas cinco décadas aseguró que había visto a un Noorduyn Norseman volando sobre el Canal de la Mancha cuando volvía de una expedición en Alemania.
Cuando los bombardeos retornaban de un raid, solían dejar caer sus bombas sobre el Canal de la Mancha a fin de llegar a tierra livianos de equipaje y sin las peligrosas bombas que solo auguraban un trágico desenlace en caso de que algo no saliese bien durante el aterrizaje. Si esas bombas hicieron caer el avión que conducía a Miller, ¿por qué no lo revelaron oportunamente? Era obligación de todos los pilos denunciar aviones caídos.
La hipótesis más probable es que el monomotor se congeló y el hielo provocó un malfuncionamiento, la nave se estrelló contra el mar y los tripulantes murieron. Cuando en 1985 se halló un avión sumergido frente a la costa francesa que era como el monomotor en el que viajaba Miller, el buzo no pudo confirmar si había cadáveres en el aparato.
Si bien hay una placa conmemorativa en un cementerio de Inglaterra, la familia pidió que también se hiciese un cenotafio en el cementerio de Arlington, recordando al compositor desaparecido en acción. Miller también recibió la medalla de bronce en forma póstuma.
Uno de los músicos de su banda lo recordó como una persona que siempre estaba de buen humor, un excelente músico, un buen empresario, un atleta y “por sobre todo, era un patriota”.