Francisco José de la casa de Habsburgo, el primero con ese nombre en ser emperador de Austria, fue uno de los monarcas que más duró en el trono y también uno de los que más desgracias sufrió.
A lo largo de 7 décadas de gobierno, sufrió guerras y revoluciones, la lenta declinación de su imperio y dolorosas circunstancias personales que algunos prefieren atribuir a la maldición de la condesa Károlyi después que su hijo fuese ejecutado por orden del emperador. Éste acababa de subir al trono y por consejo de su madre, la Archiduquesa Sofia, reprimió con singular violencia la revuelta de los húngaros y ordenó la ejecución de los cabezillas, entre los que se encontraba el hijo de la condesa.
“Que el cielo y el infierno destruyan tu felicidad, que su familia se extermine, y seas odiado por las personas que amas, que tus niños tengan fines ruinosos y tu existencia sea un desastre y vivas una vida solitaria con horrible pena …y entonces temblarás al recordar el nombre de Károlyi”.
La maldición fue pronunciada durante un baile en la corte. Obviamente, la condesa fue obligada a retirarse.
El primer incidente de esta larga sucesión de desgracias tuvo lugar poco tiempo después de la maldición de la condesa, en 1853, cuando un húngaro llamado Janos Lebenzi aplicó un golpe a la cabeza del emperador con un bastón. Las molestias por este traumatismo duraron muchos años .
Su conocido romance con Elisabeth de Baviera (Sisi) y los problemas que debió vivir el matrimonio por la constante intromisión de la archiduquesa Sofía, han sido ventilados en libros, películas y óperas. Elisabeth vivió mucho tiempo alejada del clima asfixiante de la corte y murió, casi por accidente, en manos de un anarquista en Ginebra.
La muerte de Rodolfo, el príncipe heredero, junto a su amante en el coto de caza de Mayerling, se ha prestado a las más diversas hipótesis, desde el suicidio al asesinato con miras a eliminar a este joven de conductas erráticas, cuyo reinado poca seguridad podía darle al Imperio, de por sí decadente.
El fusilamiento de su hermano Maximiliano durante la aventura mejicana propuesta por Napoleón III y la subsecuente locura de su esposa, Carlota de Bélgica, fue también un hecho doloroso que afectó al emperador, aunque no haya tenido la mejor de las relaciones fraternales con Maximiliano.
La cuñada preferida de Francisco José y hermana de Sisi, la duquesa de Alençon, murió en el incendio del gran bazar en París, al igual que una de sus sobrinas murió quemada en Schönbrunn.
Una de sus nietas, la princesa Elisabeth, asesinó de un disparo a la supuesta amante de su esposo, Otto Windisch-Graetz. Por sus inclinaciones socialistas, esta Elisabeth era conocida como la “princesa roja”.
Otra nieta, la princesa Luisa de Toscana, publicó un recuento autobiográfico de su escandalosa existencia, con incidentes poco edificantes como abandonar a su marido por su profesor de música y extensa colección de amantes .
El otro hermano de Francisco José, Ludwig Viktor, al que le gustaba travestirse, fue encerrado en un asilo de insanos, mientras que su sobrino, el archiduque Otto, fue expulsado del ejército por nudismo. Los médicos opinaban que era parte del cuadro de megalomanía propia de una sífilis terciaria.
Por último, el archiduque Francisco Fernando, el heredero al trono que se había casado contra la voluntad del emperador con una joven bohemia, fue asesinado en Sarajevo, razón por la que se inicia la Primera Guerra Mundial que termina con la desintegración del ya reducido Imperio. Le tocó al mismo Francisco José comunicarles a los hijos del matrimonio la infausta noticia.
Francisco José murió el 21 de noviembre de 1916 a los 86 años.
Al parecer la maldición de la condesa no terminó con el fallecimiento del emperador porque el adverso final de la guerra para Austria, obligó al joven emperador Carlos a renunciar y exiliarse. Murió de tuberculosis a los 34 años.
Y para concluir, un último detalle póstumo, cuando se intentó embalsamar al emperador para exhibirlo a sus súbditos algo falló en el proceso de preservación del cadáver y los rasgos de Francisco José se desfiguraron.
La ceremonia fúnebre debió hacerse a cajón cerrado.
¿Acaso fue esta la victoria final de la condesa de Károlyi?
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