Hasta fines del siglo XIX los movimientos obreros cantaban la Marsellesa en sus actos reclamando la lucha contra la tiranía, la defensa contra los enemigos que vienen “a degollar a vuestros hijos y esposas”, promover que “la sangre de los impuros riegue nuestros campos” y pelear contra la monarquía por la libertad y el amor a la patria. La marcha de Claude Joseph Rouget de Lisle según Napoleón tenía la fuerza de varios batallones para inspirar a los combatientes.
Cuando Lenin volvió a San Petersburgo, enviado por los alemanes directamente desde Zurich para terminar de derrotar a los zares, fue recibido al son de la Marsellesa.
El hecho es que la marcha del ejército del Rhin (ese era su nombre original) también era cantado por grupos de distintas ideologías (menos los monárquicos). Para terminar con esta confusión, en 1888 , el Partido Obrero francés le pidió a uno de sus afiliados, Pierre de Geyter, que le pusiese música a un poema de Eugéne Pottier, compuesto durante los disturbios de la Comuna de Paris en 1871. Estos versos eran conocidos como La Internacional.
Pierre se puso a trabajar y en solo tres días tenía lista esta melodía entre solemne y pegadiza que uniría a los desvalidos del mundo. La marcha se estrenó en la taberna “La Libertad” en una reunión convocada por el partido de los trabajadores. Un año más tarde fue editada y más de 6.000 ejemplares se distribuyeron en forma clandestina, primero en la ciudad de Lille y luego en toda Francia donde rápidamente se popularizó y fue adoptada en 1892 como canto de la Segunda Internacional.
En 1910 se convirtió en el himno de los trabajadores y nueve años más tarde, el mismísimo Lenin la consagró como himno de la Unión Soviética (en 1944 la marcha fue reemplazada como himno por una obra de Aleksandr y Mijalkov).
Pierre de Geyter, para evitar reprimendas y persecuciones, solo la firmó como De Geyter, circunstancia que se convirtió en un problema cuando Pierre se peleó con la conducción del Partido Obrero y renunció .. No era buena prensa que el autor de la marcha más conocida se fuese peleado con la dirigencia obrera. Fue entonces que empezó a correrse el rumor que el autor no había sido Pierre sino Adolphe de Geyter, su hermano que continuaba afiliado al Partido. Como la relación fraternal no era buena, Adolphe decidió aceptar la autoría atribuida para fastidiar a Pierre.
No solo dispersó a los cuatro vientos que él era el autor, sino que la inscribió a su nombre para cobrar los derechos de autor.
Pierre no la dejó pasar y denunció al Partido, a su hermano y esperó el dictamen de la Justicia… pero hete aquí que perdió el juicio. Para los tribunales franceses la marcha más conocida de los movimientos de izquierda era de la autoría de Adolphe de Geyter.
Poco podía hacer Pierre con semejante dictamen. Pero lo designios del Señor son inescrutables (quizás la cita no sea la más adecuada hablando de un partido que se declaraba ateo), porque iniciada la primera contienda mundial, Adolphe fue movilizado, se enfermó, se deprimió y finalmente se suicidó no sin antes dejar una carta donde le daba las explicaciones del caso a su hermano y le pedía perdón por su actitud desleal. Con esta confesión, Pierre se dirigió una vez más a los tribunales de Paris. La justicia, de aquí y allá, de ahora y de antes, siempre es lenta y burocrática y le llevo 6 años después de la confesión de su hermano y 34 años después de haberla compuesto ser reconocido como el autor de la música. Pero aún le quedaba otro temita por resolver porque después de tantas idas y venidas, algún despistado (o malintencionado, vaya uno a saber) había inscripto sobre la lápida de Adolphe: “Aquí yace el autor de la música de La Internacional”. Pierre, un tipo perseverante, litigió otros diez años para que borrasen ese epitafio mendaz.
Aclarado el tema de la autoría, los soviéticos invitaron a Pierre de Geyter a presenciar el desfile del 1° de mayo en la Plaza Roja donde vio marchar a los camaradas al paso de La Internacional. El mismo Stalin lo condecoró y le concedió una pensión por ser el autor del himno de la URS. A Pierre se le piantó un lagrimón.
Murió un 2 de octubre de 1932, y 50.000 camaradas siguieron su cortejo al cementerio de Saint Denis .
Los derechos de la marcha dedicada “a los condenados de la tierra… y esclavos del hambre”, pasaron a los descendiente de Pierre quienes los cobraron hasta el 2014, año en el que caducaron.