El comienzo de la Revolución Industrial

Este proceso de grandes transformaciones económicas, sociales, culturales y tecnológicas se desarrolló entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. Si se quisiera ser más exacto podría decirse que comenzó alrededor de 1760 y que su consolidación definitiva fue hacia 1840, con Inglaterra como epicentro. Tratemos de ordenar los acontecimientos que la originaron, lo que no es tan fácil ya que ocurrieron casi simultáneamente e influyendo entre sí.

La importante evolución y modernización de la agricultura fue una de las causas del crecimiento demográfico, y el crecimiento demográfico impulsó a su vez la modernización agrícola; ambas causas fueron concurrentes y se realimentaron entre sí. En las regiones de Europa con mayor densidad poblacional se fueron desarrollando nuevas técnicas para la explotación de la tierra (claro, había que alimentar a más gente). Esto y la creciente demanda de productos agrícolas llevó a una intensificación de los cultivos; a raíz de esto comenzaba a circular más dinero, y eso llevó a redistribuir y aumentar la concentración y división de las tierras. En Inglaterra, las “Leyes de cercamiento” (“Enclosure Acts”) establecían “la división, el reparto y el cercamiento de los campos, praderas y tierras abiertas y comunes, y de las tierras baldías y comunes” , y así comenzaron a ponerse cercas (las “enclosures”, mayormente de piedra) en los campos abiertos. Esto favoreció a los grandes propietarios e hizo que disminuyera el uso comunitario de la tierra.

El progreso en la agricultura se basaba en la rotación de cultivos para evitar que los nutrientes de la tierra se saturaran. Se cultivaban cereales y forrajeras alternativamente, además de incluir nuevos cultivos: zanahoria, nabo, remolacha, maíz y sobre todo la papa, que era originaria de América del Sur y había llegado a Europa a mediados del siglo XVI. Junto con eso, como fue mencionado, aparecieron en la agricultura innovaciones técnicas, destacándose sobre todo el arado (la precursora sembradora Jethro Tull había sido inventada a principios del siglo XVII), que incorporó el hierro y se fue perfeccionando año tras año en forma y estructura. Más adelante, la Revolución Industrial llevó al campo su desarrollo, ofreciendo recursos como la máquina de vapor, la electricidad, los combustibles derivados del petróleo, etc.

El desarrollo agrario generó varias consecuencias: una, el incremento en la producción de manufacturas; dos, a consecuencia de ello crecieron tanto las ciudades como sus industrias, generándose nuevos canales comerciales tanto entre las diferentes regiones como internacionales y ampliando los mercados internos y los foráneos; tres, el excedente alimentario mejoró la calidad y cantidad de la alimentación, lo que generó un aumento de la población y una disminución de la mortalidad.

En 1720 Inglaterra contaba con algo más de 5 millones de habitantes, y un siglo después su población se había duplicado. Aumentos poblacionales de proporciones similares ocurrieron en Francia (que tenía más del doble de habitantes que Inglaterra), España y en los estados alemanes.

 El trabajo campesino dejó de estar enfocado sólo en la subsistencia y comenzó a permitir cierto ahorro y desahogo económico. Las mujeres se dedicaban a las manufacturas y los hombres al trabajo en el campo; con el tiempo, eso fue llevando a que los matrimonios se consumaran a edad más temprana, una cosa trajo la otra, y así se fueron produciendo (y acentuando) los cambios demográficos.

El aumento demográfico, a su vez, produjo una mayor disponibilidad de mano de obra, que fue aprovechado por las fábricas que empujaban la Revolución Industrial. Sin embargo, las innovaciones tecnológicas avanzaron muy rápido y eso generó una disminución en la necesidad de tantos operarios; eso derivó en desocupación y en una dsiminución del monto de los salarios, lo que a su vez hizo crecer el descontento social. Además, la población de las grandes ciudades aumentaba de manera notable. La actividad fue pasando del campo a la ciudad, las fábricas e industrias nuclearon poblaciones enteras a su alrededor,y aldeas como Leeds o Norwich, por ejemplo, se transformaron en ciudades.    

 Y mientras todo esto ocurría, la sociedad también cambiaba. Durante el siglo XVIII, la nobleza ocupaba los altos cargos políticos y militares. Los miembros de la nobleza , además de sus fortunas personales, propiedades y rentas, gozaban de derechos señoriales y honoríficos, exenciones fiscales, pensiones, prerrogativas judiciales, etc. El clero desempeñaba también un rol muy importante; con sus tribunales, sus asambleas, sus delegados, el clero ejercía una función decisiva en el eambito civil, no sólo en relación a lo religioso sino a lo económico en la vida de las personas. A fines de ese siglo, el clero era dueño del 6% de las tierras y de muchas propiedades urbanas, y sus rentas eran enormes. Los altos cargos eclesiásticos quedaban en manos de la aristocracia, y todo quedaba en casa entre los nobles y la Iglesia.

El campesinado remanente (la porción del campesinado que no se había transformado en burguesía), mientras tanto, la pasaba mal. Nada nuevo. En Rusia, Catalina II concedió el dereho a los propietarios a implementar trabajos forzados entre sus siervos; en Prusia, Federico II decidió que los campesinos eran propiedad de los señores; en Francia los campesinos eran libres pero pagaban a su señor la mitad de su cosecha por la tierra que arrendaban; en Alemania para ser libres, los campesinos debían emigrar; en Inglaterra la mayoría de los campesinos se integraron al naciente proletariado urbano o a la burguesía.

Simultáneamente, surgió una nueva clase social: el proletariado, la clase obrera que carecía de propiedades o medios de producción. Esta clase estaba formada en gran parte por campesinos que se trasladaron a las ciudades por la mayor demanda inicial de trabajo de las fábricas. Como la clase obrera no estaba organizada y no había leyes que regularan su trabajo, los obreros sufrían larguísimas jornadas laborales, maltrato por parte de los capataces y sueldos que perdían la carrera ante los precios (nada nuevo, tampoco). En 1802 surgió la primera ley en defensa de la clase obrera, propuesta por el ministro Robert Peel en el parlamento británico.

En este contexto social hizo eclosión la burguesía, llamada en su momento “el tercer estado” (el primero era la nobleza y el segundo el clero). La burguesía concentraba a los sectores sociales medios, que se movían entre los nobles y los campesinos o proletarios. Su creciente relevancia en la vida cotidiana iba introduciendo las ideas de la Ilustración; este nuevo espíritu “liberal-burgués” fue disolviendo instituciones corporativas que, en la Edad Media, la misma burguesía (“otra” burguesía, en realidad) había creado. La creciente burguesía de la Revolución Industrial fue expandiendo la economía al mundo, impulsando a su vez el desarrollo colonial. A partir de mediados del siglo XVIII la burguesía comenzó a demandar el dominio del poder político y económico que hasta entonces estaba en manos del rey, de la nobleza y del clero. Esto daría origen a cambios muy profundos, entre ellos la Revolución Francesa y la independencia de muchas de las colonias, empezando por la norteamericana. El empoderamiento del sector burgués introdujo grandes cambios en la sociedad y la economía: la creación de emprendimientos laborales, cambios en las ideas relacionadas con la propiedad privada, cambios en el movimiento del dinero y el capital.

De la burguesía salieron las innovaciones tecnológicas más notables que impulsaron la Revolución Industrial: la máquina de vapor (que utilizaba la presión del vapor como fuerza motriz aprovechada mecánicamente), patentada en 1769 por el escocés James Watt; la máquina de coser, el telar mecánico y los avances en la industria textil fueron también motores del avance industrial, a esta altura ya imparable. Se empezó a usar el acero, más duro y resistente que el hierro; se desarrolló la minería (el carbón vegetal proveniente de la madera se sustituyó por el carbón mineral  derivado del coque) y la siderurgia, y el aumento de las posibilidades comerciales que estos adelantos traían consigo hicieron que se desarrollara también aceleradamente el transporte fluvial y marítimo. Los antiguos galeones dieron paso a las fragatas, se inventó el sextante y en el siglo XIX aparecieron los barcos a vapor. El transporte por tierra también dio un gran salto, pasando de los caballos a los ferrocarriles.

La vida cotidiana de la sociedad experimentó cambios y novedades; algunas producidas por las innovaciones tecnológicas, otras por la influencia creciente de las ideas de la Ilustración y otras por la relación cada vez más fluida con las colonias de ultramar. El francés sustituyó al italiano como “lengua culta”; si bien ya existían los diarios, empezaron a aparecer semanarios, revistas, folletos; el tabaco, procedente de América, ganó prestigio en el uso cotidiano; mejoraron las costumbres higiénicas y nutricionales; aparecieron las primeras vacunas; el chocolate (hecho a partir del cacao, también traído de América) hizo furor en los bares; apareció el alumbrado público y muchísimas cosas más, importantes y de las otras.

Además de la reorganización social expuesta, que cambió muchas cosas  y redistribuyó las riquezas de otra manera pero sin eliminar la pobreza, hubo otras consecuencias no deseadas, por supuesto.

Los grandes conglomerados urbanos multiplicaron la concentración de contaminantes sin estar preparadas para ello; las ciudades acumularon residuos orgánicos y contaminantes atmosféricos. Además, la producción en las fábricas dependía en gran medida del uso de combustibles, con la consecuente contaminación del aire, y el exuberante aumento en la producción de manufacturas generó una enorme producción de residuos.

Vale acotar que hubo tres “revoluciones industriales” más: la segunda, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la tercera (“científico-tecnológica”), en el siglo XX, y la cuarta (“industria 4.0”, “etapa 4” o “revolución digital”), que estamos padec… es decir, que vivimos en este siglo XXI. Pero estas líneas se refieren a la primera, la que cambió al mundo y la vida de la gente por segunda vez en la historia de la humanidad (el primer gran cambio en la manera de vivir fue la “revolución agraria”, que ocurrió hace 12.000 años, cuando la humanidad pasó de la caza y recolección a la producción de sus propios alimentos).

Como puede apreciarse, más allá de la diferencia en cantidad o proporción de productos y residuos, de ricos y pobres, de industrias o sindicatos, de ciudadanos o campesinos… ceros más, ceros menos, las cosas no han cambiado tanto en nuestros días…

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