Tostão, leyenda antes de los 30…

Eduardo Gonçalves de Andrade nació el 25 de enero de 1947 en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais. Como a la mayoría de futbolistas brasileños, enseguida le pusieron un apodo, para evitar pronunciar esos nombres larguísimos. Y le pusieron “Tostão”. El “tostão” (“tostón”, en español) era una moneda de plata de forma redonda, de baja categoría, cuyo valor era de “medio duro”, acuñada por las autoridades monetarias españolas en sus colonias americanas en el siglo XVI, y en Portugal, durante el reinado de Manuel I, a principios del siglo XVI.

     Tostao inició su carrera como juvenil en el club América Mineiro, pero a los 18 años ya comenzó a jugar en el Cruzeiro de Belo Horizonte. Su extraordinaria calidad técnica rápidamente despertó admiración, y con sólo 19 años de edad fue convocado al seleccionado nacional brasileño para el Mundial de 1966 en Inglaterra. En ese Mundial usó la camiseta número 20, jugó un partido y marcó un gol en el partido que Brasil perdió 3-1 con Hungría (Brasil jugó sólo tres partidos, ya que fue eliminado en primera ronda).

     Fue factor decisivo y estrella excluyente en los seis campeonatos estaduales consecutivos (1965, 1966, 1967, 1968, 1969 y 1970) ganados por Cruzeiro, siendo el goleador de los torneos del ’65, ’66, ’67 y ’68.

     Podía jugar tanto de centrodelantero como de mediapunta; era un jugador ofensivo y también un creador de juego. Zurdo, tenía una calidad descomunal para gambetear, gran panorama, ojos en la nuca para ver a los compañeros libres; era el perfecto combo de magia y elegancia cada vez que tocaba o llevaba la pelota y un maestro en asistencias. Y también marcaba goles, y muchos. Un jugador completo.

     En 1966, después del Mundial, Cruzeiro conquistó el campeonato Brasileirao (por entonces se llamaba “Serie A”). Cruzeiro nunca había ganado un certamen nacional y ese año lo logró por primera vez, al vencer a Santos (en el que jugaban Pelé, Gilmar, Zito, Codoaldo, Edú y Pepe, entre otros monstruos) en las finales, con un contundente y decisivo 6-2 en el partido de ida y un 2-3 en la revancha. Tostao, que hizo un gol en cada partido, era en ese momento el “número dos” de Brasil, detrás de Pelé. Santos ofreció una fortuna por él, pero Cruzeiro no quiso venderlo.

     Tostao era un ávido lector, algo no muy común entre los futbolistas. Leía a Vinicius de Moraes, Jorge Amado, Truman Capote, Ernest Hemingway. Estudiaba inglés, tenía inquietudes culturales y sociales, amaba el fútbol pero decía “no quiero que el fútbol sea el único argumento de mi vida”; por eso, planeaba estudiar Ciencias Económicas, y no pensaba esperar a terminar su carrera de futbolista para hacerlo.

    Pero tras el éxito de convertirse en una de las grandes estrellas de su país, vino la desgracia. En septiembre de 1969, en un partido contra Corinthians, un fuerte pelotazo de despeje del defensor Ditao se estampó en el ojo izquierdo de Tostao y le produjo un desprendimiento de retina.

  “He operado de desprendimiento de retina a innumerables pacientes”, dijo la oftalmóloga Alice R. McPherson. “La primera pregunta era siempre: ‘¿Recuperaré la vista?’. Lo único que este señor preguntó fue; ‘¿Podré jugar en el Mundial?’ ”. La doctora operó a Tostao en Houston, Texas, a fines de 1969, junto al dr. Roberto Abdalla Moura, oftalmólogo de Belo Horizonte convocado para la operación.

    La cirugía del desprendimiento de retina en esa época era implicaba procedimientos complejos, en muchos casos dolorosos; se operaba “ab-externo”, se colocaban implantes de silicona en la superficie del ojo y el postoperatorio exigía un reposo absoluto y prolongado, con cuidados  especiales. La operación fue exitosa, pero Tostao tuvo que estar seis meses alejado de las canchas y de toda actividad física.

     En ese lapso, Brasil cambia el entrenador de su seleccionado: se va Joao Saldanha y llega Mario Zagallo. El nuevo entrenador habló con Tostao y comprendió su situación, pero se mostró escéptico en cuanto a las posibilidades de su recuperación y a que pudiera estar disponible en plenitud para el Mundial de 1970. El mundo periodístico daba por hecho que Tostao no volvería a jugar al fútbol.

     Pero Tostao volvió. Y jugó el Mundial que consagró a Brasil como uno de los mejores (si no el mejor) seleccionado de todos los tiempos.

     En el Mundial de 1970, Tostao fue parte de esa orquesta invencible. Jugó e hizo jugar, facilitó y mejoró el juego de los otros genios (Pelé, Gerson, Jairzinho, Rivelino y Clodoaldo), jugando un poco más retrasado, lo que le quitó algo de gol pero lo hizo indescifrable para los defensores rivales.

     En el partido contra Inglaterra, Tostao (un verdadero genio del fútbol, un hombre que se deslizaba en vez de correr) tira un caño y una gambeta dentro del área (nada menos que a Bobby Moore, capitán del campeón del miundo defensor del título), gira de manera casi imposible mientras se sienta en el aire y se la pone en el pie a Pelé, que hace un toquecito suave, de patio de colegio (“tomá y hacelo”) para que Jairzinho le pegue de primera a una pelota dormida;  golazo, 1-0 y triunfo.

   Contra Rumania, los brasileños se cansaron de hacer paredes y de divertirse, siendo Tostao el director de orquesta y Pelé y Clodoaldo los solistas estrellas. Contra Perú, en cuartos de final, su juego fue superlativo. Hace una pared maravillosa con Rivelino desde un córner, contra la línea de fondo, casi sin espacio, y la clava desde un ángulo imposible. Es el partido de Tostao, magia pura.

   En la semi llega Uruguay, un equipo muy duro que tiene buenos jugadores y que empieza ganando. Pero al final del primer tiempo, Clodoaldo toca en mitad de cancha hacia Tostao y empieza una carrera a toda velocidad. Tostao, que sabe todo y es el más exquisito devolvedor de paredes, hace la pausa necesaria contra el lateral y le devuelve la pelota en pared a Clodoaldo, con absoluta precisión y entre dos rivales, de manera tan perfecta, que Clodoaldo no necesita acomodarse ni parar la pelota; le pega de primera abajo al lado del palo: 1-1 y todo está como al principio. Y en el 2do tiempo Tostao y Pelé andan en patines, son inalcanzables; Brasil domina y supera a Uruguay. Al final, un pase de Tostao a Pelé inicia el tercer gol, que cierra el partido.

     En la final, todo Brasil deslumbra. Tostao se divierte como nadie, entiende que la clave está en que lleguen los mediocampistas y defensores por sorpresa, y entonces baja, recibe lejos del arco rival, arma las jugadas, hace relevos; así es como Gerson y Carlos Alberto llegan por sorpresa y hacen dos de los cuatro goles.

     “Tostao fue capaz de integrarse a la selección de Brasil campeona en 1970 poniendo su talento al servicio de la elaboración colectiva”, dijo Mario Zagallo. Quizá la muestra más clara de esta generosidad esté en lo que le contó Carlos Alberto, capitán de aquel equipo inigualable, sobre el cuarto gol en la final-baile 4-1 ante Italia: “Tostao, que era el que menos tenía que bajar, recuperó la pelota cerca de nuestra área; y eso que el partido estaba 3-1, todo bajo control, y Tostao estaba llorando desde el tercer gol, porque no podía contener su emoción”.

   En el Mundial de 1970 en México, la actuación de Tostao fue descomunal; marcó dos goles, hizo cuatro asistencias y participó de más de la mitad de los goles. Humilde como siempre, Tostao opinó que el mejor había sido Pelé (bueno, no vamos a discutirle eso), después Gerson, después Jairzinho y después Rivelino. El periodismo deportivo brasileño, sin embargo, lo ubicó en el segundo lugar en el podio de los mejores en ese glorioso equipo irrepetible.

     El Mundial ’70 fue la consagración internacional de Tostao, que le regaló su medalla de campeón del mundo al Dr. Roberto A. Moura, uno de sus cirujanos.

     En 1971 fue nombrado en “Mejor jugador de América”; en 1972 fue fichado por el Vasco da Gama, en el que jugaría solo una temporada, ya que a principios de 1973 volvió a desprenderse la retina de su ojo izquierdo. Volvió a ser operado y recuperó parcialmente su visión de ese ojo, pero no pudo volver a jugar al fútbol, advertido de que cualquier golpe, incluso un cabezazo normal (y Tostao no era muy alto –medía 1,73m– pero era muy buen cabeceador) podría hacerle perder su visión definitivamente. Así, se vio forzado a retirarse del fútbol con tan sólo 26 años de edad.

     ¿Y qué hizo Tostao, ese genio del fútbol, después de retirarse? Estudiar. Antes del Mundial, Tostao ya tenía pensado estudiar Ciencias Económicas. Pero cambió de idea. Estudió medicina. Y se recibió de médico.

     ¿Y qué especialidad eligió?

     Oftalmología.

     Tostao es oftalmólogo. Eduardo Gonçalves de Andrade es oftalmólogo.

    En 1994 volvió al mundo del fútbol, como comentarista en televisión y escritor en diversos medios gráficos. En 1997 publicó un libro: “Tostao: recuerdos, opiniones y reflexiones sobre el fútbol”.

    Para los hinchas del Cruzeiro y para los futboleros de todo el mundo, Tostao ya es una leyenda. Una de las mayores leyendas de la historia de Brasil, aunque se retirara del fútbol con sólo 26 años; un jugador extraordinario que tuvo que retirarse con la mitad de su carrera por jugar, por culpa del desprendimiento de retina en su ojo izquierdo. Hoy en día, los avances de la tecnología oftalmológica posiblemente le hubieran permitido seguir jugando.

  Tostao marcó 249 goles en 378 presentaciones con la camiseta de Cruzeiro, con un promedio de gol escalofriante: 0.65. 

     Ya era leyenda antes de los 30 años…

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